Envejecimientos
Por Sergio Rodríguez *
El envejecimiento es un tránsito sin saberes previos, un proceso de carácter singular
Fuera de la pubertad y la adolescencia, el envejecimiento es uno de los momentos más difíciles de subjetivar, subraya el autor y repasa los múltiples entrecruzamientos en esa etapa de la vida: la sobredeterminación, las reacciones propias y en el entorno, el trabajo y la jubilación, la pérdida de los cercanos, el deseo de muerte
Freud y la sobredeterminación. Freud sostuvo el entrecruzamiento de razones y causas múltiples, particulares y singulares, en los tiempos que cada uno va atravesando. Los que precipitan en, y para, las subjetivaciones. Ir envejeciendo supone pérdidas corporales y mentales. Musculares, articulares, de sistemas y aparatos, según los particulares cuidados, descuidos y hasta maltratos a los que hayan sido sometidos por su portador.
Todo lo cual tendrá una gran relación con la modalidad de estructuración psíquica del mismo. También con las neuronales, según uso o retraimientos. Asimismo, influyen en los envejecimientos las cargas genéticas que, a veces, no dejan llegar a viejos. Hay formas y formas de envejecer
- ¿Cómo encara el afectado su progresivo envejecimiento? Nuevamente juega la sobredeterminación. Clima y geografía de residencia habitual. Relatos familiares de envejecimientos en las generaciones previas, transmitidos en la ontogenia. Luego cómo opera en sí el trauma de advertirse envejeciendo. El de la muerte de otro. Los sobrevivientes seguimos hablando de ella, la imaginamos y simbolizamos. En lo inmediato, somos trabajados por el duelo. Pasado el mismo, cuando recuerdos de quien murió se disparan por alguna circunstancia y nos hacen hablar, soñar o simplemente recordar.
- Escenas, causas y razones de reacciones diversas ante el envejecimiento. Observen en la calle, en vuestras familias y consultorios, las diferencias posturales y gestuales de gente que va envejeciendo en franjas de edades similares. Son tan significantes como sus palabras y actos. Y como éstas lo son sólo si se articulan a un contexto significante. Advertirán muchas diferencias. Posturas comunes que aparentemente no transmiten nada, los de espaldas encorvadas, los que sacan pecho, posturas resignadas, serias y serenas, dignas, indignas. Posturas “como si”. Podríamos seguir con la lista
- . Reacciones entre los más jóvenes ante el paso del tiempo. Impaciencia, enternecimiento, odio, idealización, envidia. Los nietos que se enternecen, los que se enojan. Los que lo convocan a transmitir anécdotas. En esa mezcla hay un fenómeno nuevo, el del saber invertido. El viejo, “cada vez sabe menos” y se torna más deshecho, por su escaso saber, en comparación con los pibes, sobre informática y la digitalización.
- El trabajo y la jubilación.Hay muchas conquistas sociales y políticas que son producto de cálculos hechos desde puntos de vista monoculares. En ellos se enancan el sentido común y los políticos, sin tomar el recaudo de consultar con especialidades científicas relacionadas al cambio que se impulsa. Por supuesto, si advertimos los cambios físicos antes enumerados, es positivo atenuar la relación con el trabajo en función del pasaje de los años. Pero no suprimirlo, por lo menos hasta que el cuerpo y la mente ya “no den más”. Ahí, psicoanálisis y biología se articulan. Prácticas físicas y mentales, no de autoayuda, sino en trabajar en lo que gusta o prácticas de gimnasio adecuadas a la edad, o tango, danzas, etc.
- La pérdida de los cercanos. Una de las cosas más difíciles del envejecimiento son las pérdidas de los seres queridos. Familia, amigos, maestros, compañeros y ex compañeros. Que se producen, no sólo por muerte. Los hijos, porque se van del hogar paternal para formar nuevas familias, para seguir otros destinos geográficos o de otra índole. Los de la misma generación se van muriendo. Lógicamente los nietos absorben a los hijos. Las nueras o yernos hacen de la vieja o el viejo, suegra o suegro. Los suegros ligan muchas veces desplazamientos de enojos entre las parejas jóvenes.
- El deseo de muerte en el envejecimiento. Me corro y le cedo la palabra a Freud respondiéndole a George Sylvester Viereck: “…Tal vez morimos porque deseamos morir. Así como el amor o el odio por una persona viven en nuestro pecho al mismo tiempo, así también toda la vida conjuga el deseo de la propia destrucción. Del mismo modo como un pequeño elástico tiende a asumir la forma original, así también toda materia viva, consciente o inconscientemente, busca readquirir la completa, la absoluta inercia de la existencia inorgánica. El impulso de vida o el impulso de muerte habitan lado a lado dentro de nosotros. La muerte es la compañera del Amor”.
* Psicoanalista / Ver artículo completo en pagina12.com.ar/