Che mbo’eharépe, a mi maestra…

Me acuerdo que en mi infancia, en el pueblo donde nací y fui a la escuela, ocurrió hace mucho tiempo un acontecimiento trascendental. Y hoy, que es el día propicio, deseo contarlo para que el hecho no quede en el olvido., ‘aní oikó tesarái’.

Una mujer llegó a nuestro pueblo, silenciosamente, sin alharacas y sin presentación.

Imagen: http://otrasvoceseneducacion.org
Imagen: http://otrasvoceseneducacion.org

Primeramente la vimos pintando de blanco, con cal, el frente de la alicaída escuelita. Luego la vimos en la calle –no había veredas en aquel entonces- arreglando y reparando los desvencijados pupitres que el tiempo y el descuido aún no habían destruido.

 Nosotros cada vez estábamos más intrigados: quién, de dónde era, por qué  y para qué vino y estaba esta persona en este rincón del interior casi olvidado de Dios. Pero no nos animábamos a preguntar nada.

Hasta que finalmente, después de 60 días, la observamos colocar un letrero con los colores de nuestra bandera tricolor que decía: “Arandurã”, Escuela primaria.

 Ahí pensamos, creímos y dedujimos que tal vez fuese una funcionaria enviada por las autoridades educativas de nuestro país con el fin de de “poner en valor” la única escuelita que había en el pueblo.

Ya casi la totalidad de la población se había congregado enfrente de la institución, observando el milagro, hasta que uno de ellos se acercó y le lanzó todas  las preguntas contenidas por la gente casi dos meses

Entonces, ella nos contó que era la nueva maestra que venía a compartir sus conocimientos con los niños, que procedía de Asunción y que le gustaría enseñar las primeras letras a quienes estaban interesados.

Todo dicho en guaraní, lo cual nos sorprendió un poco porque cuando eso no había maestras que enseñaban en guaraní. Lo cual, además nos causó satisfacción.

A la semana comenzó a dar clases y. para asombro nuestro, lo hizo cantando una música de Emiliano R. Fernández. Mucho después nos dimos cuenta que de esa manera nos inculcaba la práctica del bilingüismo propio de nuestra heredad y primordial de nuestra idiosincrasia.

Posteriormente, como sacado de una galera mágica, la maestra consiguió traer un giradiscos que funcionaba con acumulador porque en aquel momento aún no teníamos electricidad en el que, diariamente, nos hacía escuchar diversos temas musicales de Emiliano, el vate que escribía sus versos en castellano y guaraní.

Foto de referencia: alparaguay.blogspot.com.ar
Foto de referencia: alparaguay.blogspot.com.ar

También pudimos conocer las proezas y honrar a nuestros valerosos héroes del Chaco. Nos enseñó a comprender al gran Mariscal de la guerra grande. Nos hizo amar nuestra patria entonando con patriotismo el himno nacional paraguayo y enaltecer el rojo, blanco y azul de nuestra enseña

 Ángela Martínez es el nombre y apellido de mi maestra que hoy, el día propicio en que cumple 90 años de vida y todavía reside en mi pueblo donde la gente -casi todos- pasaron por su aula, la admira y la adora.

(Casi se me pasó este dato: ella enseñaba desde el primer al último grado)

Y yo, que no la olvido ni la olvidaré nunca, lamento en el alma no poder darle un beso en el día de su cumpleaños porque elegí de muy joven –¿para mi desgracia? – dejar ese pueblo que aún la cobija, para marcharme al exterior, para –en teoría- buscar nuevos horizontes.

Al contrario de lo que hizo ella: había dejado Asunción para cumplir su vocación de maestra: educarnos, instruirnos,  ayudarnos a pensar,dotarnos de actitudes,  convicciones existenciales y vitales para nuestro mejor desempeño, sin importarle sus privaciones y sacrificios.

Millones de gracias no bastan para agradecerte todo lo que te debo, te debemos, querida y añoradísima maestra… che mbo’eharé…

¡¡Que lo cumplas feliz!!..