Hoy, 16 de marzo de 2016, como hace 50 años, Buenos Aires sigue siendo la meca cultural y especialmente laboral de miles de sudamericanos, entre los cuales nos encontramos los “paraguas” mote con que nos denominan ‘amigablemente’ los “curepís”, sufridos nativos de la ciudad porteña.
Ese mismo día en otro horario, llegaron dos amigos, Armando y Kiko, por tren del ferrocarril Urquiza –que en aquel entonces funcionaba como un relojito suizo- quienes vinieron con el mismo objetivo: estudiar y trabajar, donde el fracaso no tenía cabida. Armando, con el tiempo fue profesor de mis hijos en guitarra y matemáticas, a Kiko lo adopté como compadre.
El titular principal del diario Clarín de ese 16 de marzo decía: ES CADA VEZ MÁS GRAVE LA SITUACIÓN DEL LITORAL. Se refería a las crecidas en Santa Fe donde la altura de las aguas llegaba a 6,89 metros (2,22 mts. sobre lo normal) y Rosario, que con 5,89 mts. superaba en 1,89 la profundidad normal. Y también advertía que el mismo fenómeno ocurría en Entre Ríos.
Cualquier similitud con la época actual es simple coincidencia.
Lo primero que me percaté es que a pesar de que los “curepís” eran los anfitriones obligados de nuestro ímpetu, descaros y desparpajos étnicos-juveniles, ninguno nos puso mala cara, eran más bien hospitalarios, lo cual en cierto modo nos reconfortó. Las revistas argentinas que leíamos en Asunción como «Ahora», con sus noticias policiales catastróficas ocurridas en Bs. As. nos indicaban que tuviéramos mucho cuidado con la gente de la ciudad.
Sin embargo no fue así. Una anécdota al respecto: el taxi que tomé en Retiro me llevó directamente a la dirección que le indiqué, sin los “paseos” consabidos que antes como ahora están de moda. Es que cuando el chofer me preguntó si tomábamos tal calle, asentí sin dudarlo, pero no abrí la boca durante todo el trayecto, no sea que me descubriera como “turista” y me aplicara la ley…
Poquísimos días después de llegar, recorrí la ciudad. Lo que más me impresionó, diría más bien, intimidó, fue la estructura edilicia de la capital del Plata: edificios enormes, altísimos, de norte a sur y de este a oeste (En aquella época el único edificio alto de Asunción era el del Instituto de Previsión Social que tenía como mucho 10 pisos).
Repasando algunas vivencias políticas, me salió el siguiente inventario: a los tres meses de mi venida, el presidente Arturo Illía fue destituido por un golpe militar, el tumultuoso regreso del Gral. Perón a la Argentina tras 18 años de exilio, el posterior derrocamiento de Isabel Perón, la noche negra del proceso militar -que incluso vedó la lectura del libro “El Principito” en las aulas escolares- y la posterior recuperación de la democracia con Raúl Alfonsín.
La secuencia cronológica económica fue, aproximadamente la siguiente: el rodrigazo, la tablita, el desagio, la ley 1050, la devaluación de Lorenzo Sigaut, quien había dicho ‘el que apuesta al dólar pierde’, con la fatal pérdida de ceros en la moneda argentina. Y ni hablar de la renuncia de De Rúa en el 2001 con su efecto no deseado, el trueque, el corralito y el corralón, el patacón etc. etc.
Ah… casi me olvido de la sucesión de 5 presidentes de la Nación en una semana
Pero también disfruté “a full” de la televisión que aún no existía en mi país, con programas memorables como “Sábados Circulares”, “Escala musical” o los tangueros cómo ‘Grandes Valores del Tango’ o “Caño 14” y el humor político de Tato Bores o el desenfadado de Alberto Olmedo. Asimismo en los cines off, podíamos ver las películas prohibidas por el implacable censor-inquisidor Paulino Tato a quien Charly García denominó “Señor Tijeras”. O escuchar “Balada para un loco” de Horacio Ferrer interpretado en bandoneón por el genial Astor Piazzola con la voz ronca, sugestiva y sensual de Amelita Baltar.
Tuve la ocasión de ver la potencia de los puños de Ringo Bonavena, que mandó a besar la lona al mismísimo Casiuss Clay; las fintas del intocable Nicolino Locche y la contundencia mortífera de Carlos Monzón al igual que el espectacular golpe “la gran Willy” del campeonísimo Guillermo Vilas. También fui espectador de la fulgurante aparición y entrada a la fama de Susana Giménez, haciendo “shock” en la publicidad televisiva del jabón ‘Cadum’.
Y la lista sigue…
Otras de las cosas que más me causaron satisfacción fue ver a mis compatriotas agolparse en masa los fines de semana en los bailes realizados en la cancha de San Lorenzo en Boedo o en la de Atlanta de Chacarita para divertirse –y paliar su desarraigo- con músicos venidos de nuestro añorado Paraguay. O la súper memorable vez que el Deportivo Paraguayo salió campeón de su categoría y ascendió a la Primera C del torneo de fútbol de la Asociación del Fútbol Argentino.
Otro día inolvidable fue cuando Olimpia salió campeón de la Copa Libertadores de América en 1979 venciendo a Boca Juniors en su propia cancha. A esa noche lo bauticé como la ‘noche de San Ever’, como homenaje al uruguayo Ever Almeida baluarte de la valla olimpista, quien atajó como 20 pelotas que tenían la red como seguro destino.
Para los que crean que soy hincha del decano, hago constar categóricamente, que mi club en el Paraguay es Cerro Porteño, el glorioso azulgrana, el club del pueblo, el querido ciclón de Barrio Obrero. Pero como paraguayo…
Hoy, como hace 50 años, en el Paraguay todavía escasea trabajo y los pocos que existen están totalmente copados. Entonces, al joven con inquietudes de superación, el único camino posible era (es) emigrar y, por supuesto, opta por la “tierra prometida” donde existe la colonia más numerosa de compatriotas en el exterior: o sea ‘aryentain’, donde asimismo están dadas las condiciones necesarias para progresar con la ventaja adicional de hablar el mismo idioma. Lamentablemente el drama de la diáspora juvenil paraguaya con destino a este rumbo sigue vigente.
Sin embargo, tuve la suerte que Buenos Aires me brindó las oportunidades más increíbles. Es decir, la suerte me ayudó tanto que quizá muchísimas personas más capacitadas que yo, no tuvieron la fortuna de contar con ella
A esta altura de la vida, sigo convencido que la idea inicial -o la utopía- del que migra a otro país es regresar lo antes posible al suyo que, en mi caso, finalmente, quedó en el intento: me enamoré de una entrerriana con quien tuvimos tres hijos varones y actualmente es la abuela de mis cuatro nietos con uno más en camino . ¡ Cuánta sabiduría hay en la frase ‘El hombre propone y Dios dispone’ !
Finalmente debo rescatar algo positivo: en 50 años de mi vida en Argentina, nunca perdí la brújula de mi paraguayidad, que hasta hoy ostento con mal disimulado orgullo, aunque en esta historia no haya ninguna palabra escrita en guaraní, “ñane ñe’ẽitépe he’ẽva eiretéicha”
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