Los candidatos favoritos y excluyentes a la presidencia paraguaya, en las elecciones del domingo 21 de abril, pertenecen a los dos partidos tradicionales: colorado y liberal que –juntos- en los 113 años de historia política, desde el año 1900 hasta el 2013, han gobernado el país durante 108 años y que ahora proponen como cabeza de fórmula a Horacio Cartes y Efraín Alegre.

Según los últimos sondeos, entre ambas nucleaciones existe un virtual empate técnico con una ligera diferencia a favor del candidato colorado pero cuyo resultado final, en la práctica, lo dirimirán los electores. Señalemos que los residentes paraguayos del exterior, Argentina, Estados Unidos y España,  participarán por primera vez en los comicios nacionales desde su lugar de residencia.

Si bien la opción presidencial es clara, la incógnita a dilucidar en estas cruciales elecciones está en la futura composición de las Cámaras de senadores y diputados,  notorio poder del Estado paraguayo, artífices de la destitución de Fernando Lugo en junio del año pasado.

La incógnita reside en la cantidad de bancas parlamentarias que lograrán las dos fuerzas progresistas de izquierda (Frente Guasú y Avanza País) que acompañaron al expresidente en su gestión y que han tenido un formidable repunte en las preferencias electorales mediante su profunda aceptación en vastos sectores de la población, lo que puede cambiar sustancialmente la conformación del parlamento, haciéndolo más pluralista y que incluso puede alterar las mayorías de ambas cámaras legislativas.

El nuevo gobierno que asuma tendrá ante sí enormes desafíos internos y externos. En éste ámbito sobresale su reinserción plena al Mercosur y Unasur, bloques que lo han suspendido políticamente como integrante de dichos organismos supranacionales y que también ha causado daños económicos al país vecino habida cuenta que la mayoría de los productos paraguayos de exportación necesariamente deben circular por Argentina y Brasil.

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