EE.UU.: Subestimar a Trump sería descabellado
Manuel E. Yepe
Ya nadie duda que Donald Trump se encamine a la nominación presidencial del Partido Republicano en las próximas elecciones estadounidenses.
Hace apenas algunas semanas los expertos más acreditados le negaban posibilidad alguna a “ese payaso multibillonario” a quien consideraban un elemento burlesco compatible con el espectáculo electoral en el modelo de democracia representativa que Estados viene imponiendo al mundo.
Casi todos daban por seguro que, más temprano que tarde, Trump abandonaría la carrera para dar paso a aspirantes más “serios”. Solo unos pocos insistían en que “en Estados Unidos todo es posible”, citando antecedentes similares como los casos de Nixon, Reagan y George W. Bush Jr.
Ahora, observadores de todas las tendencias, incluso rivales acerbos de Trump, pronostican que triunfará en la mayoría de las elecciones primarias de marzo y que será prácticamente imposible negarle la postulación.
Trump ha dejado atrás, luego de meses de campaña, a figuras tan importantes en el panorama político nacional como Jeb Bush, ex gobernador de la Florida, hijo y hermano de Presidentes de Estados Unidos, y a una larga lista de gobernadores, senadores y figuras prominentes de la política y las finanzas. Con alguna posibilidad de lograr la nominación, sólo permanecen en la carrera por la nominación, en campo republicano, el senador por Texas Ted Cruz y el senador por Florida Marco Rubio, ambos hijos de inmigrantes cubanos aupados por los sectores más retrógrados de la política estadounidense.
Hasta el momento el senador Cruz ha sido el único aspirante republicano a la nominación que ha logrado derrotar a Trump en las urnas – por escaso margen en las asambleas de Iowa-, pero después ha tenido que contentarse con terceros lugares, siempre muy cerca del senador Rubio, quien logró el segundo lugar en primarias recientes. En cuanto a Trump, si bien quedó en segundo lugar en Iowa, ha prevalecido por altísimos porcentajes en el resto de las contiendas.
Llama la atención la manera en que la candidatura de Trump, el más acaudalado aspirante a la Presidencia en las últimas décadas, es precisamente el aspirante que disfruta de un grado más alto de atención de los medios de comunicación social y publicidad, sin tener que invertir dinero en propaganda. Su imagen aparece en la televisión prácticamente durante todo el día – mañana, tarde y noche – sin necesidad de invertir un centavo, a pesar de que es constantemente criticado y hasta denigrado por reporteros y comentaristas. Y, mientras más escandalosas y obscenas sus declaraciones, más aumentan su popularidad.
Aunque Trump se ha convertido en el candidato casi inevitable del partido más conservador de los dos que dominan la política norteamericana, no puede decirse que sea un retrógrado absoluto, porque ha favorecido tanto causas conservadoras como liberales en diferentes coyunturas. Se asegura que ha contribuido financieramente más a campañas electorales de demócratas que a las de aspirantes republicanos.
Según afirma el muy documentado historiador y ensayista dominicano radicado en EE.UU. Marcos Antonio Ramos, “Si Trump se convierte en Presidente, el Partido Republicano sólo tendrá en la Casa Blanca a un partidario ocasional, un gobernante que no se sujetará a los líderes parlamentarios de su partido. Sería una administración Trump, no una administración republicana”.
Según Ramos, “Trump habla bien del Presidente ruso Vladimir Putin, no se opone a la normalización de relaciones con Cuba y ofrece solucionar mediante arreglos el diferendo judío-palestino…
“Más misterioso es el hecho de que siendo republicano… y a pesar de su condición de billonario, sus palabras atraen sobre todo a personas pobres de raza blanca y sin demasiadas credenciales académicas. ¡Subestimar a Trump sería erróneo y descabellado!”
“Trump atrae no sólo a conservadores, sino a los “moderados” y a muchos demócratas. Su problema principal será, después de ser candidato, la avalancha de votantes afroamericanos, hispanos y de firme militancia demócrata que pasaría por encima de cualquier discrepancia con la probable candidata demócrata Hillary Clinton para evitar el triunfo de Trump”.
El 27 de febrero, en las primarias demócratas de Carolina del Sur, Clinton recibió un apoyo mayor del electorado afroamericano que el obtenido por Barack Obama en las primarias del 2008.
Las elecciones de noviembre serán reñidas. Tanto Trump como Clinton tienen posibilidades de victoria. Y no puede medirse aún lo que significará para el futuro político del país el efecto polarizador que dejará la actual campaña con la entrada en el ruedo de la alternativa popular y socialista que ha aportado la figura de Bernie Sanders.