¿Cuál es la propuesta del liberalismo al pueblo paraguayo?

Carlos Rafael Caballero Cáceres (*)

El liberalismo paraguayo no es solamente el color azul, es una ideología y debe enfrentar el desafío de impulsar un congreso doctrinario para actualizar y reafirmar principios, implementar mecanismos de capacitación para la gestión pública y definir una estrategia para los tiempos venideros, siguiendo la senda de quienes fueron referentes relevantes de esa ideología, como José de la Cruz Ayala (Alon), Manuel Gondra, Cecilio Báez, Eligio Ayala, Eusebio Ayala y Carlos Pastore, entre tantos otros.

El liberalismo nace de las entrañas de los ideólogos de la Enciclopedia, generadora de la Revolución Francesa, que cambia la historia de la humanidad; eliminando el poder político que devenía de Dios, ejercido por reyes, príncipes o señores feudales de forma hereditaria, desde sus inicios universaliza el principio de que todos los hombres nacen libres e iguales. Este pensamiento libertario es interpretado en cada país según “el hombre y sus circunstancias”, como expresara el filósofo español Ortega y Gasset.    

Hoy el liberalismo paraguayo vive una coyuntura que le exige definir urgentemente un programa de gobierno, que sea la base fundamental e indispensable para cualquier alianza política. Que defina claramente planes de gestión en política económica, salud, educación, ciencia y tecnología, de acción social, seguridad, desarrollo industrial y relaciones internacionales, que son de fundamental importancia para un mundo globalizado.    

El Paraguay necesita encontrar un estadista que al asumir la presidencia, su juramento sea: quiero para mi país la felicidad y prosperidad que quiero para mi familia, jueces que mantengan la dignidad de sus togas impolutas, militares patriotas que mantengan sus espadas en defensa de la Constitución, y políticos y funcionarios públicos que con su ejemplo dignifiquen cada día la función pública.   

Si se implementara una alianza circunstancial para las elecciones, sin un programa de gobierno concertado, que respete la voluntad de las mayorías y los derechos de todos consagrados en la Constitución de la República, sería una suerte de matrimonio por conveniencia, o como se decía en tiempos de Lenin, apenas de compañeros de ruta hasta el cruce de los caminos, en el que indefectiblemente cada uno irá por su lado.

Las reflexiones y autocríticas, muy necesarias, deben ser para avanzar en democracia. Por ejemplo, en el campo internacional es imposible implementar una política exterior de credibilidad cuando en ejercicio de la Presidencia del Mercosur se declara públicamente que no se cree en ese organismo del que se forma parte y además se es presidente pro témpore.

A esto hay que agregar los cambios permanentes de cancilleres y ministros, a tal punto que en tres años de gobierno ya hemos tenido cuatro cancilleres. Lo anecdótico es no haber designado aún un embajador en Brasil. Brasil, el único socio del Mercosur que ahora ofrece ayuda a la Europa en crisis, además de haber conformado el BRICS, con China, Rusia, India y Sudáfrica.    

Cabe preguntarse, además, si en las actuales circunstancias el pueblo liberal y la Convención aceptarían una nueva alianza electoral que no esté encabezada por un liberal.

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