Sí,… ‘el amor es una cosa esplendorosa’, es un clásico tema musical escrito hace más de seis décadas, que mantiene firme su vigencia a pesar del tiempo transcurrido Al igual que el sentimiento que describe.
Sentimiento al que los poetas intentan capturar su esencia para transformarlo en luz a través de la palabra, convertirlo en estrella, instalarlo como un nuevo ADN del alma y no morir en el intento. Y, como frutos de esa deseo sublime de captura, nacieron los inspirados poemas de amor – algunos eternos, otros con destino similar- pero todos imprescindibles para seguir respirando y les de sentido a la vida.
Por lo antedicho, a partir de este mes, tenemos la intención de publicarlos de manera semanal, sin fecha final. Siempre con el mismo título “El amor es una cosa esplendorosa”… En esta primera entrega, privilegiamos a los más celebrados poemas de amor de autores paraguayos
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De tanto besarte
me duele la boca,
que crueldad más loca
tiene tu besar…
Tus labios son brujos
son hiel y dulzura,
son miel y amargura,
tu boca es fatal.
No quiero besarte
porque me enloqueces,
por Dios, no me beses
que me causas mal;
yo no sé qué tiene
tu boca de fuego,
por favor te ruego:
no me beses más.
Pero sin embargo
te ambiciono tanto,
que, ansío el encanto
de tu boca en flor.
Y quiero la gloria
del dulce veneno
que es malo y bueno
veneno de amor.
De tanto besarte
vivo pensativo,
no sé que motivo
me hace entristecer.
Nunca me hagas caso
Sé más bien ingrata,
Tu beso me mata,
Pero… bésame.
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Así es ella, me dije; es la alegría
remota y honda que de pronto llega
a despejar el nudo que se debe
desanudar en la penumbra inquieta.
Noche y albor, me dije,
todo llegó a mi corazón por ella;
llegó el sabor oculto del deseo,
el presagio de ardor que en mí resuena.
Es mi cuerpo, me dije,
reconociendo su esplendor en ella,
el bosque entero de mi sangre, el pulso
y el latido secreto de su fuerza.
La imagen que conservo
de las verdes raíces de mi tierra;
ella es el tiempo mío, el del verano
en el regazo inmóvil de la siesta.
Así mismo, me dije,
es su fulgor herido en la belleza,
ella es el largo trecho recorrido
surtiéndose de entraña y sementera.
Ella es así, me dije,
callado abrigo que abrigó mis huellas,
el justo sueño que escogí en la lucha,
la libertad por la que canto es ella!
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Si alguna vez quisieras hablarme, yo estaría
con mi ser aquietado más que un agua nocturna
para la ondulación de tus palabras
Estaría en la noche sintiendo cómo el roce
de tu voz sobre el alma del silencio me nombra,
¡y yo sin saber dónde arrodillarme…!
Vértebras de caricias reanimarán mis horas.
Palabras con sus bordes tatuados de ternura,
y entre un presagio y un temor, tú misma.
Háblame. Mírame. Tus voces, tu mirada,
desarmarán mis párpados y mi arteria de sombras,
y en ámbitos de un hielo estupefacto,
por liturgia del fuego, mi rosa envenenada.
Será otra vez la lumbre de un corazón más joven
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