Un gigante que quiere volver a despertar

No será fácil, ni a corto plazo; pero el Anfiteatro José Asunción Flores de San Bernardino quiere volver a vivir aquellas noches memorables de los 90′. Hay voluntad política, pero nada será posible sin capital privado.

En el lugar no queda ninguna sola butaca metálica ni los bancos de madera. (Foto: @cesbaez)
En el lugar no queda ninguna sola butaca metálica ni los bancos de madera. (Foto: @cesbaez)

 En los últimos años hubo una serie de ‘chispazos’, con fiestas organizadas en la zona de acceso a esta imponente estructura. Pero del otro lado la imagen resulta hasta aterradora: vidrios rotos, malezas, basura, grafitis y la más absoluta oscuridad. No queda ninguna butaca metálica, ni los bancos de madera. Instalaciones eléctricas, puertas, marcos de puertas, y todo lo que podían, se lo llevaron.

 

Este gigante, preparado para albergar a unas 20.000 personas, quiere recuperar su esplendor de los años 90; pero indefectiblemente es preciso contar con algo más que voluntad política.

La Comuna de San Bernardino tiene a su cargo esta difícil tarea y escucha propuestas de sectores privados. El intendente Luis Aguilar sostiene que debe ser algo a largo plazo, porque la inversión necesaria es millonaria.

La imagen de ayer, dista mucho de la realidad actual. (Foto: Archivo - Última Hora)
La imagen de ayer, dista mucho de la realidad actual. (Foto: Archivo – Última Hora)

 A inicios de los 90′ se hizo realidad el sueño de Rubén Hug de Belmont (hoy fallecido), de contar con el mejor anfiteatro de Latinoamérica

 El 24 de septiembre de 1992 las instalaciones son bendecidas con la “Noche paraguaya”, con Augusto Roa Bastos dando el discurso de apertura y la presencia de Los Cumbreños, Lizza Bogado, Carlitos Vera, entre otros.

Más adelante, también se dio la presencia internacional, con artistas de la talla de Air Supply, Paralamas do Sucesso, Alejandro Lernes, Ziggy Marley, Mijares, entre otro

 Años después hubo una crisis financiera que hizo imposible seguir su mantenimiento. En el año 2012 la propiedad quedó en manos del Estado paraguayo que posteriormente lo cedió al municipio de San Bernardino para su explotación por 20 años.

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