El Monstruo de las Tres Cabezas
Las aves se llamaron a silencio acallando sus trinos como adivinando la tragedia.
Las nubes que estaban de paso, detuvieron su marcha, estremecidas, como descifrando un mensaje de muerte.
Imagen: dparaguay.com
Esa mañana del 1º de marzo de 1870 hasta el viento se llamó a silencio, presagiando el inminente final.
Las aguas del río rumoroso, aplacaron su torrente cristalino como elevando una muda plegaria al Hacedor: “Padre nuestro que estás en los cielos…”
Todos los seres vivos –excepto esos hombres y mujeres que firmes aguardaban la última arremetida presintiendo el desenlace, buscaban en vano un seguro refugio que los amparase del veneno mortal del Atila voraz triplealiancista.
Los árboles, inermes, se disponían a asistir, petrificados, al holocausto de un pueblo que quiso y supo defender con dignidad a su terruño, en el supremo esfuerzo de salvar su integridad de la codicia insaciable de la Triple Alianza, el Monstruo de las Tres cabezas.
Esa mañana del 1º de marzo de 1870 en Cerro Corá, solo se oía cual repique de glorias, cual vigoroso “ñembo’é”, el latir bravío de los corazones de ese puñado de héroes que –al igual que su Jefe- poco después morirían con su Patria.