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Las ‘criaditas’ de Paraguay

Dino Cappelli  (*)

Desde el fondo de la historia del país se las llama «criaditas»: son niñas, casi adolescentes, que suman más de 47.000 en todo el país y de cuya situación se encargó Unicef en las últimas horas denunciando la situación y pidiendo sensibilizar y erradicar dicha práctica.

Los datos aportados por la Dirección de Estadística, Encuestas y Censos (DGEEC) del Paraguay agregan que el 22,4% del total de niños, niñas y adolescentes (416.425) se encuentra en situación de trabajo infantil.

«Debido al hecho de que el trabajo de las criadas y los criados se ubica en el ámbito doméstico, de por sí invisible, los alcances de esta problemática son poco conocidos, confusos y cargados de prejuicios. En el pasado, pudo haber sido una respuesta para resolver carencias sociales y familiares, pues se basaba (como en el caso del padrinazgo) en relaciones cercanas y de confianza de los padres con las familias encargadas, donde no se perdía el vínculo familiar, pero en la actualidad reviste características tales de vulnerabilidad que se aleja de ser una respuesta válida ante situaciones de carencia o necesidad».

Así reza el diagnóstico cualitativo realizado por expertas sobre la situación del criadazgo en tres regiones del Paraguay. El fenómeno tiende a extenderse en la medida en que la situación económica y social de la población empeora y las condiciones de vida de las familias ofrecen escasas posibilidades de dar a sus hijos condiciones adecuadas de abrigo, alimento, educación y salud.

El 73,4% de las criadas y criados procede de poblaciones del interior del país. De estos, el 86,7% asiste a escuelas públicas. El drama de estas niñas aumenta pues la mayoría es enviada por sus padres a la ciudad precisamente para acceder a la educación formal, alimentación y vestimenta, cuidados de la salud, aspirando así a un mejor nivel de vida personal y laboral que sus familias de origen no pueden concretar.

Pero lejos de concretarse, se transforma en una más de las formas de explotación infantil, en condiciones deplorables.

«La distancia geográfica normalmente imposibilita la comunicación de las niñas y niños con sus familias de origen, lo cual profundiza hondas carencias afectivas, a lo que se suma la indefensión propia de la edad, la discriminación y el desconocimiento del nuevo medio en que se encuentran, aumentando éste el aislamiento social», se agrega desde el informe.

Así las niñas paraguayas sufren la separación de sus familias a edades muy tempranas, el desconocimiento del medio, el cambio de cultura e idioma, la falta de afecto, responsabilidades laborales, dificultades para enfrentar obligaciones escolares, el trato despectivo y discriminatorio, los abusos y frecuentes casos de explotación sexual, entre otros aspectos.

Un trabajo 24 horas al día:  En estas formas la tarea se realiza durante las 24 horas del día sin una definición clara de los términos del «empleo», con ausencia de tiempo, con posibles agresiones y con realización de tareas con peligro de accidentes domésticos.

Sucede desde el interior hacia la capital, Asunción, y desde los pequeños pueblos indígenas hacia localidades urbanas más importantes en términos de población.

Se argumenta -desde los trabajadores sociales que denuncian el caso- la sumatoria de aislamiento y prohibición de relacionarse con otros vecinos o grupos de iguales, la pérdida del vínculo familiar y de identidad personal y la ausencia de salario.

Las niñas de 5 a 14 años, en plena edad escolar, son las criaditas de un país que asume ambiguamente esta práctica que remite a los tiempos de la colonia, y que ahora denuncia el organismo de Naciones Unidas.

Unicef alega que las edades de criadazgo se estiran hasta los 16 años, e ilustra que estas niñas «se levantan muy temprano, lavan, cocinan y cuidan de otros menores, por lo que después no pueden rendir bien en la escuela porque están agotadas».

La cifra oficial explicitada es de 46.993 niñas, niños y adolescentes trabajando como ‘criaditas’ o ‘criaditos’, el 2,5% del total del país. Ante la carencia de políticas públicas claras, la situación se mantiene y se extiende, viéndose como solidaridad por parte de las familias empleadoras.

En la otra vereda, sufrientes, las niñas argumentaron ante la consulta de la ONG que no quieren tal situación para que la vivan sus hijas. Mientras tanto se le pide al Presidente electo Cartes que, apenas asuma, tome como políticas de Estado la eliminación de estas prácticas.

(*) elmundo.es

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