María Noel Leoni / Alejandra Vicente (*)
La usurpación de tierras ancestrales responde al modelo económico adoptado por el Gobierno, que fomenta el crecimiento rápido a través de los monocultivos y la ganadería
La última semana de noviembre, este pueblo, que libra una batalla legal por recuperar sus tierras ancestrales desde hace 24 años, recibió una visita inusual: la Corte Interamericana de Derechos Humanos, decidió trasladar una delegación hasta Paraguay para comprobar si el Gobierno había cumplido con la sentencia que el Tribunal dictó a favor de la comunidad Yakye Axa en el 2005. La decisión ordenaba al Estado conceder tierras al pueblo Yakye Axa y prestar la asistencia necesaria para garantizar su subsistencia, bien alimentaria, bien en salud y educación
Acompañamos la visita como abogadas de Cejil (Centro por la Justicia y el Derecho Internacional), organización que representa a la comunidad junto con Tierra Viva, con la esperanza de que la presencia de la Corte finalmente movilice al Estado a cumplir sus obligaciones
La Corte pudo comprobar que, a más de 12 años de emitida su sentencia, Yakye Axa sigue viviendo en una situación de pobreza extrema, en una franja estrecha y polvorienta de tierra infértil que se extiende entre la orilla de una carretera pública y el alambrado de las tierras que ancestralmente fueron ocupadas por la comunidad. Allí viven sin acceso a agua potable ni alimentos adecuados, y sin poder desarrollar las actividades tradicionales que por años permitieron la subsistencia de su comunidad.
Nos quedó claro durante la visita que, si nada cambia, la comunidad está abocada a una dura extinción. Como dijo Aníbal Flores, uno de los líderes de Yakye Axa durante la visita, “en estos años de lucha, muchas cosas y personas ya se perdieron. Nuestros miembros murieron atropellados al lado de la ruta o por enfermedad”.
Con la muerte de los ancianos de la comunidad, van muriendo también los últimos indígenas del grupo que hablan la lengua enxet. Muchos de los niños, que comparten un aula en condiciones paupérrimas con un solo docente y sin materiales, sufren vómitos, diarreas y fiebres, como consecuencia probable del agua y alimentos que consumen.
A finales del siglo XIX grandes extensiones de tierra del Chaco paraguayo fueron vendidas a través de la bolsa de valores de Londres
Paraguay tiene hoy una de las mayores tasas de deforestación del mundo, y los pueblos indígenas están entre los más afectados por la destrucción ambiental
(*) María Noel Leoni es abogada senior y Alejandra Vicente es directora jurídica de CEJIL (Centro por la Justicia y el Derecho Internacional).
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