Diplomáticos a la carrera
Finalmente, después de muchas idas y vueltas, de “negociaciones” intensas y de acuerdos cuyas consecuencias ya hemos podido vislumbrar desde el llano, el Poder Ejecutivo logró designar a los nuevos embajadores en Argentina, Gabriel Enciso López; el Líbano, Hassan Khalil Dia; Uruguay, Mirtha Vergara de Franco, y ALADI, Alejandro Hamed.
Tengo para mí que no se trata de los nombramientos más felices que haya hecho este Gobierno para el servicio exterior. Es más, ellos reflejan claramente de qué manera, desde el poder, los puestos diplomáticos se siguen concibiendo como un botín de guerra digno de ser repartido entre amigos, compadres o socios circunstanciales.
En el primer caso, el del embajador en Argentina, me permito considerar que el señor Enciso no reúne el perfil adecuado para ocupar el cargo que se le asignó. Adujo el Poder Ejecutivo que se trata de una persona que, por ser integrante de la colectividad paraguaya en el vecino país, conoce los intereses de los compatriotas y podrá cumplir un papel relevante en este sentido.
Ahora bien, la primera y principal función de un embajador no es la consular, sino la político-representativa. La labor consular, pues, debe quedar en manos de un buen cónsul general y los temas de la agenda bilateral, en las del embajador.
En el caso de Argentina, por ejemplo, en esta agenda se destacan los temas de la integración comercial, Mercosur, la integración física (incluido el muy sensible asunto del manejo sustentable de la cuenca del río Pilcomayo), las cuestiones limítrofes, Yacyretá y la necesaria conclusión de las obras de la represa y el desarrollo fronterizo, los grandes lineamientos de la cooperación binacional.
Ni qué hablar de la libre navegabilidad de los ríos y el tránsito de mercaderías, graves asuntos sobre los que tuvimos noticia en el reciente bloqueo que un grupo de sindicalistas argentinos impuso arbitrariamente al comercio exterior paraguayo. Mi pregunta es la siguiente: ¿Cuánto de todo esto lo maneja con solvencia el nuevo embajador en Buenos Aires?
Pero si en el primer caso caben algunas dudas, en el segundo ellas están completamente despejadas, porque para hacer del señor Hassan Khalil Dia el representante nacional en el Líbano, hubo que modificar a los apurones la propia ley del Servicio Diplomático y Consular de la República, logrando que la misma tuviera la hechura de una sola persona.
La candidatura de Khalil ha surgido de un “pacto” (uno tiembla cuando reconoce la connotación que este tipo de conceptos tiene en nuestro medio político) entre el oficialismo y el partido Unace. No se sabe a ciencia cierta si el empresario reside verdaderamente en territorio paraguayo ni si su naturalización continúa siendo válida o no, puesto que esta se pierde al ausentarse del país por tres años consecutivos.
Por último, nos quedan Mirtha Vergara, cuyo principal mérito para ser designada embajadora en Montevideo talvez haya sido ser la esposa de Yoyito o la cuñada de Federico; y Alejandro Hamed, buen hombre, historiador y experto en asuntos del Medio Oriente que de la ALADI, el Mercosur y las negociaciones comerciales internacionales probablemente sepa tanto como yo de ingeniería atómica.
En síntesis, lejos todo de lo que significa una verdadera diplomacia profesional. Conclusión: no nos quejemos después, cuando los que anotan los goles en la cancha regional son nuestros vecinos, cuyos intereses son defendidos de manera solvente por equipos de diplomáticos sumamente competentes y altamente capacitados en las difíciles y complejas artes de la negociación internacional. Será tarde para los plagueos.