Sin política inmigratoria

Jesús María Sylveira *

Es increíble que hablar en nuestro país de la necesidad de una política inmigratoria genere reacciones calificando de «xenófobo», «fascista» y hasta de «nazi» al que se atreva a tocar el tema.

Pero lo cierto es que todos los países del mundo tienen una política al respecto, más o menos flexible, a fin de protegerse a sí mismos contra distintos males como el narcotráfico, la trata de mujeres, el esclavismo y la guerrilla, o de ejercer una autoridad responsable para no agravar los problemas existentes en el país, como la pobreza, la falta de salud, vivienda y educación públicas.

Por lo tanto, se impone, por un lado, establecer algún control mínimo, como saber quién es el que desea residir en la Argentina, cuáles son sus antecedentes, qué se propone realizar en el país y con qué medios y, por el otro, definir si el país está en condiciones de impartir educación y salud gratis a un mayor número de personas y solucionar los problemas de vivienda y pobreza si quienes deseen venir a residir son indigentes.

Nuestra patria se hizo con los inmigrantes, muchos de ellos de países limítrofes. Pero el inmigrante siempre ha sido agradecido con el país que le abrió las puertas. El inmigrante jamás vino a exigir, sino que se adaptó a las «reglas de juego». A nadie se le ocurriría ir a residir a cualquier país serio del mundo y tomar un parque, exigiendo la entrega de viviendas. No se le ocurriría, en primer lugar, por una cuestión de respeto; en segundo lugar, porque no querría infringir la ley; en tercer lugar, porque las autoridades harían cumplir la ley y lo desalojarían, y, por último, porque el sistema político en su conjunto no avalaría tal comportamiento. Nada de esto se cumple en la Argentina de hoy.

* lanacion.com.ar – el autor es licenciado en administración de empresas y escitor