Por Alberto Vargas Peña (*)
Siempre he dicho que la Constitución de 1992 tiene un defecto mayúsculo, que orienta todos los demás. El sistema electoral de representación proporcional que, en la práctica, convierte inevitablemente la democracia en partidocracia.
¿Qué significa una reforma total? Significa que se debe convocar a una Convención Constituyente. Se me dirá que si se llama a la reforma con la limitación de estudiar y reformar un solo punto, la Convención no podría hacer otra cosa. La misma Constitución establece que una Convención reformadora no puede convertirse en soberana y tomar el poder disolviendo los demás poderes del Estado, pero la Convención, si tiene suficiente valor y soporte externo, puede dar un golpe de Estado difícilmente superable. Si se declara soberana podría, de hecho, asumir el poder mientras duraran sus funciones.
Las perspectivas son tan negras que nadie podría pedir la convocatoria de una Convención Constituyente sin tener en la mano la seguridad de que no se declarará soberana. Si lo hiciera, sería tremendamente irresponsable.
Yo me había declarado partidario de reformar la Constitución para derogar el sistema electoral de representación proporcional y reemplazarlo por el de representación uninominal mayoritaria, pero ante la posibilidad, en esta coyuntura especial que vive el país con la llegada al galope del izquierdismo retrógrado, pienso que habría que pensarlo dos veces, no sea que se repita la experiencia del PLRA de ir por lana y salir trasquilado.
Creo que hay que modificar el sistema electoral, pero no convocar ahora, ni dentro de un año, a una Convención Constituyente sin tener una garantía precisa que no se autodeclarará soberana.
Francamente, no tengo una propuesta para lograr el objetivo. La trampa que nos pusieron los autoritarios en 1992 es efectiva y extremadamente eficiente.
Nadie en el país acepta las listas sábana, que son el resultado inevitable del sistema de representación proporcional, pero tres o cuatro convencionales en 1992 nos condenaron a sufrirlas. El país vota, pero la ciudadanía no elige.
Todos los problemas que enfrenta la muy endeble democracia paraguaya, todas las falencias de la Justicia y del Congreso, se originan en la gente que accede a los cargos del Poder Judicial y del Congreso sin verdadera representación. Son exponentes de partidos, no del pueblo.
En un gobierno autoritario, como el de Stroessner, se explicaba la existencia de una ley de representación proporcional, porque necesitaba de una Justicia sumisa y un Congreso obediente. Stroessner sometió al país gracias a la ley electoral que impuso. Obtuvo “gobernabilidad” a costa de la libertad e independencia.
Nadie tuvo más gobernabilidad que Alfredo Stroessner. Su palabra era ley porque la ley se hacía conforme a sus dictados. Nadie pudo decir en el Paraguay, como Alfredo Stroessner, “el Estado soy yo”, y eso lo consiguió con su ley electoral. Y hoy que los paraguayos hemos ganado la libertad, no podemos ejercerla plenamente porque nos ahorca el sistema electoral impuesto en la Constitución.
(*) lanacion.com.py /julio 2008)
JUNIO 2024 Mes del Mbokajá EN EL AMOR, DEBE BUSCAR OTRAS ALTERNATIVAS YA QUE SU…
Estamos en vísperas de un paso decisivo –trascendental- en la historia de Casa Paraguaya de…
PASARON 191 AÑOS DEL 3 DE NERO DE 1833. desde que EL REINO UNIDO OCUPÓ…
Tal lo previsto en la Convocatoria de Asamblea relizada por dicha Institución, con el objetito…
Ayer, jueves 15 de febrero 2024, el Poder Ejecutivo de nuestro país publicó tres Decretos,…
Entre los innumerables artículos publicados por el benemérito guaireño Caio Scavone en su columna de…