Que treinta y nueve años no es nada…

Ramón Casco Carreras (*)

 

 

 

Admitamos que la paráfrasis de un renglón de la letra del tango Volver de Carlos Gardel y Alfredo Lepera, desde la perspectiva de la creatividad, tiene escaso valor.

Señalemos, empero, que desde el ángulo de los reclamos populares, en una coyuntura en que un gran número de luchadores bajaron los brazos y hasta intentan consolarse con el paso de tortuga que dimos en el autódromo de los reclamos nacionales, tiene valor porque busca, como muchos otros, reencontrar la mística perdida.

Si nos instalamos en la pretensión de un balance de los beneficios que consiguieron las administraciones de turno del Estado paraguayo, desde la tiranía hasta las democráticas, esta figura literaria igualmente tendría valor, porque 39 años, a pesar de nuestra condición de propietarios por partes iguales de la energía de Itaipú, de los recursos hidráulicos que hacen posible el milagro cotidiano de la energía, del territorio que sustenta “la obra del siglo XX”, pasaron sin que nos permitieran contar siquiera con la garantía de un suministro seguro y abundante.

En nuestra lucha, que puede trasponer la frontera de los cien años, como la del pueblo panameño por la recuperación de su canal interoceánico de manos del imperio del norte, no solo el derrotismo es peligroso, sino también el autoengaño, peor aún cuando esa actitud rebasa los cauces personales e inunda la conciencia del pueblo con la mentira que en Itaipú, con la triplicación de la compensación que aceptaron pagarnos por nuestro excedente, nuestra República recuperó su soberanía.

Es peligroso porque desmovilizae instala elconformismo, tal como hicieron y lo siguen haciendo los voceros del derrotismo, los que inmovilizados por un miedo cerval -o tal vez por meras razones crematísticas- al imperio regional predican que el infortunio paraguayo se debe a la impericia, a la falta de tacto o de cortesía de nuestros negociadores.

Somos propietarios del 50% de una usina que produce 90.000 millones de kWh por año, de los que nos permiten aprovechar apenas el 10%.

Nuestro excedente ronda el 80% de la parte que nos corresponde, según el Art. XIII del Tratado, pero recibimos solo US$ 8,4 por cada 1000 kilowatt hora que aprovechan nuestros socios.

Nos dicen, hasta el hartazgo, que en Itaipú Brasil puso el dinero, cuando la verdad es que lo prestaron y con tasas cuasi usurarias. Por ese motivo, el saldo de la deuda del ente, 39 años después, aún ronda los US$ 17.000 millones.

El pliego nacional de reclamos sigue tan extenso como siempre y está demostrado que la adulonería como método de negociación no sirve; luego, la recuperación plena de la soberanía energética nacional dependerá de nuestra indolencia o combatividad. El resto vendrá por añadidura.

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