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¿Que sucederá en el 2019?

La historia en nuestro país, es un fenómeno que «de tanto repetirse, lo ignoramos», como escribiera José Luís Appleyard en un poema. Sobre todo, porque nada sucede en una sociedad, sin que los hechos tengan alguna relación, de alguna manera, con el pasado.

Este es un intento de interpretación que realicé a partir de comentarios del historiador norteamericano Harris Gaylord Warren, consignados en uno de los tantos que escribiera sobre el Paraguay. 

Jorge Rubiani

«Una parte de cada vida, y aún de cada vida insignificante, transcurre en buscar las razones de ser, los puntos de partida, las fuentes.

Mi impotencia para descubrirlos me llevó a veces a las explicaciones mágicas, a buscar en los delirios de lo oculto lo que el sentido común no alcanzaba a darme.

Cuando los cálculos complicados resultan falsos, cuando los mismos filósofos no tienen ya nada que decirnos, es excusable volverse hacia el parloteo fortuito de las aves, o hacia el lejano contrapeso de los astros…» (Margarita Yourcenar, en “Memorias de Adriano”)

El historiador norteamericano Harris Gaylord Warren (1906/1988), destacaba que algo trascendental sucedía en el Paraguay aproximadamente cada tres décadas. Basaría su observación en el hecho que, desde la emancipación en 1811, habían transcurrido 29 años y cuatro meses para que la muerte del Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia diera por finalizado el proceso independentista. Que en otros 29 años y medio se producía la cuasi aniquilación del Paraguay tras el asesinato del Mariscal Francisco Solano López y el fin de la guerra contra la Triple Alianza.

34 años más tarde, la revuelta liberal terminaba con el predominio colorado de las últimas décadas del siglo XIX; y ya durante la siguiente centuria, a 31 años de aquel acontecimiento, concluía la Guerra del Chaco y comenzaba el predominio militar en la política nacional. El Gral. Alfredo Stroessner, punto final de aquel proceso, no esperó sin embargo el ritual de las tres décadas para hacerse del poder, pues cuando depuso al Pdte. Federico Chávez en 1954, solo habían pasado 19 años de la finalización de la guerra con Bolivia. Atento a su observación, Warren supondría que el mandón castrense se fuera 30 años más tarde, es decir en 1984. No fue así, lamentablemente. El que se iba fue el historiador norteamericano, quien falleció en 1988. Para que finalmente, en nueve meses y semanas después, Stroessner era derrocado, tras 34 años y nueve meses en el poder.

Para dar aun mayor relevancia a estos detalles, puede verificarse que la suma del tiempo transcurrido desde 1811 hasta el «golpe de la Candelaria», alcanza a 178 años; con un promedio de 29 años y seis meses, entre cada uno de los sucesos mencionados. Podemos notar también que algunos de ellos, marcaron el fin de etapas oscuras mientras otros se presentaron como augurales de tiempos nuevos, de mejores posibilidades para alcanzar la paz de la nación o la felicidad de sus hijos.

Se impone, no obstante, una salvedad: NUNCA, a lo largo de esta historia, la sociedad paraguaya abandonó sus sueños de libertad y de justicia. Jamás se permitió una claudicación en su lucha contra la opresión y la arbitrariedad.

Aún en los momentos difíciles, rechazó empecinadamente, la idea de que todo estaba perdido

NUNCA, bajo ninguna circunstancia, el pueblo paraguayo admitió que sonara la trompeta del «sálvese quien pueda»…. HASTA AHORA.

No es difícil justificar esta apreciación pues en los días que pasaron, no solo se elevaron las aguas del río Paraguay para expulsar a muchos compatriotas de la costa… sino que también y muy cerca de la costa, hizo eclosión la expresión más soez de la mediocridad heredada de la dictadura. La «tierna podredumbre» devota del «Tiranosaurio», en plena madurez y en todo su esplendor, aprovechándose de las «franquicias» que le otorgaron el juego democrático y una oposición que, si fue digna frente al rigor represivo del déspota, claudicó miserablemente ante el embriagante «aroma» del poder.

Nunca como ahora, los paraguayos pudimos verificar la talla moral del liderazgo partidario en nuestro sufrido país. Tanto como la de sus «pichones» de la misma matriz soberbia y desubicada que la «juventud republicana» de otras épocas. Jovenzuelos precozmente corruptos, ensoberbecidos por gratificaciones y salarios desproporcionados a sus conocimientos, capacidades o coeficientes intelectuales, salieron a defender a sus padrinos y sus beneficios salariales, con absoluto desparpajo.

Asumieron la legitimidad de sus privilegios sin más argumentos que la antigua «lealtad incondicional» a la que hoy se agrega la ya manoseada justificación del «derecho adquirido». Una singular figura que pretende cohonestar la «tesis» de que lo que se hace repetidamente mal, habilita su continuidad. ¿Dónde quedaron la Constitución Nacional y sus requisitos de capacidad e idoneidad para acceder a los cargos públicos?

Aun más denigrante (si es que esto fuera aún posible), es que ni en estos tiempos de desgracias y carencias para miles de compatriotas, estos inadaptados tuvieron el tino de cobijarse bajo el discreto manto del pudor, de la vergüenza o del silencio, para atenuar el impacto de sus desbordes.

Con la misma estructura mental que sus mentores, a estos muchachos de estirpe parlamentaria, les importa un bledo que miles de compatriotas vivan a merced de los elementos, bajo carpas y en el barro; que los niños del Paraguay den clases bajo los árboles o no cuenten con meriendas cuando no se las dan en malas condiciones.

A esta gente no le interesa que los centros de salud carezcan de equipamientos, de medicamentos o de lo más elemental para la atención de los pacientes. En el «nuevo rumbo», en «el Paraguay moderno y democrático», en el «progreso de 50 años en cinco»; con las «nuevas formas de hacer política» o con «los nuevos vientos para viejas banderas» solo se reparten y repartieron beneficios que no se negocian. Todo lo demás puede esperar, y de hecho espera, desde hace mucho tiempo.

Asumámoslo de una vez: La democracia que nos impusieron desde el «golpe de la Candelaria», solo hizo que las gratificaciones con las que Stroessner premiaba a sus incondicionales se extendiera en estos tiempos, «democráticamente», a todos los vínculos del poder: autoridades y chongos, correligionarios y parientes, secuaces y paniaguados. Todos, del mismo pelaje. Igualados con el mismo código mafioso que degradó, moral y funcionalmente a sus devotos e incondicionales. Junto a la persecución tenaz y cruel a quienes pudieron mantenerse dignos e inabordables ante la oferta de sus prebendas.

La saga de grandes acontecimientos del Paraguay, de acuerdo al «Código Warren», cumplirá sus nuevos 30 años, el próximo 2019. Y a cinco años de cumplirse el plazo, ya comienzan a manifestarse los mismos gérmenes que precipitaron la emergencia de los otros: desde la Independencia hasta la caída de Stroessner. Es de esperarse que en previsión al hecho, la sociedad entera y los líderes que emerjan para entonces, se preparen para que las cosas sucedan de una manera tal, que los vicios (y ya que estamos… los viciosos) desaparezcan para siempre… y no sólo cambien de nombre y de estado civil o partidario…

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