Por que me voy, harto, del Paraguay

Por Borja Loma Barrie (*)

21 razones por las que dejo mi querida Asunción tras 30 años de residencia.

Borja Loma
Borja Loma

Porque he escrito y publicado más de 500 artículos, más de 40 libros, 2 enciclopedias, 1 diccionario, 3 guiones cinematográficos, 1 artículo enciclopédico, 4 catálogos de arte y 4 discursos para el presidente Lugo así como innumerables gacetillas para cierto partido político en esta ciudad y no consigo empleo.

Lo que me produce una sensación devastadora de haber perdido el tiempo miserablemente. Estoy en las mismas circunstancias materiales que hace 30 años, cuando llegué, es decir, en 0, pese a la obra publicada.

Porque Pablo Burián, su esposa Guille y la Editorial y la Librería El Lector maltratan, explotan y hasta se burlan de sus empleados, yo entre ellos, por lo que resulta imposible proyectarse en el futuro con empresas como esas, que de repente ni pagan el salario ni cumplen los contratos que firman, impunemente, puesto que no tengo dinero para una demanda. Y ya no soy su empleado ni tengo relación alguna con ellos, lo que en cierto modo me alegra.

Porque en el Palacio de Justicia perdieron un expediente judicial relacionado con mis hijos y no hacen absolutamente nada para remediarlo desde hace largos años, violando sus derechos más elementales, como el de la educación, y fastidiándoles la vida de la manera más absurda y estéril. Y si pierden uno pierden cualquiera, lo que me impide confiar en la justicia paraguaya.

Porque el IPS, tras hacerme ir a sus oficinas una docena de veces, cada dos meses a lo largo de casi un año, tardó 265 días en darme un documento al que tenía derecho y que necesitaba con urgencia. Si no llega a ser el pedido urgente podría yo haber muerto diez años después, aguardando como tonto en el vestíbulo a que me lo dieran.

Porque el diario ABC Color tardó diez meses en decirme si le interesaba o no un proyecto periodístico-editorial que le presenté, haciéndome ir y venir gratuitamente y haciéndome participar en reuniones sin sentido hasta que un buen día desistí de acudir, estupefacto e indignado. Y nunca me dijo ni SI ni NO.

Porque Radio Ñandutí, a la que también presenté el proyecto periodístico-editorial, me dijo que me contestaría en 10 días. De eso hace ya 20. Y lo que aún queda.

Porque la Editorial Atlas se comportó de igual manera que el diario, que la radio y que el IPS, lo que revela que se trata de un fenómeno estructural enquistado en la sociedad paraguaya que sólo significa necesariamente o miedo a decir NO o incompetencia o desprecio. O las tres cosas a la vez.

Porque la Editorial Servilibro me rechazó un libro sin tener la más remota idea del por qué lo hacía. No sólo ignoraba las razones verdaderas de su decisión sino que me dio los más disparatados e incongruentes argumentos, demostrando que los editores paraguayos, en general, no son capaces de evaluar realmente una obra, sea literaria o científica, y que están pésimamente asesorados. Son meros mercachifles que comercian con los libros como si fueran lechugas o ladrillos.

Porque la salud pública paraguaya es muy deficitaria pero sobre todo es peligrosa debido a la alta incidencia de las infecciones hospitalarias, a las que me arriesgo si necesito ser tratado, sobre todo ahora que estoy ya mayor y me veo con algunos achaques. Razón por la que si me enfermo no confío en que pueda curarme y además podría mi salud empeorar. Lo que es una violación de los derechos humanos.

Porque en Asunción existe una extendida cultura de la ineficiencia por la que, por ejemplo, las casas y los apartamentos, además de caros, se encuentran casi siempre en mal estado y ni siquiera puedo aspirar a reparar una ventana en condiciones en un tiempo razonable y a un costo razonable. Los carpinteros, plomeros y electricistas, si los encuentro, nunca vienen cuando dicen que van a venir, haciéndose eternos e irresolubles los pequeños problemas, que terminan convertidos en gigantescos, obligándome a vivir incómodo y penosamente a veces.

Porque en Asunción existe una acendrada costumbre general de hostilidad pasiva y de falta de respeto y de consideración a los demás por la que las personas se maltratan entre sí y no se molestan en mostrar la debida cortesía, haciendo insufribles e irritantes la cotidianeidad y el trámite de los asuntos más nimios. Las llamadas no se contestan, los mensajes no se devuelven, te hacen esperar horas para recibirte si es que te reciben y se miente constantemente en el trato. Hasta la policía miente. Y si una institución pública como esa falta a la verdad ¿quién entonces no va mentir en el país? Casi nadie cumple su palabra en Asunción. Y así es imposible progresar.

Porque el transporte público de Asunción es una tortura. Como no tengo coche o auto estoy obligado, como la mayoría de los asuncenos, a usar una línea de colectivos, en mi caso la Línea 13, cuya organización es la más similar a la kafkiana que he percibido en mi vida. Los carteles de los buses anuncian en el parabrisas un itinerario y resulta que van por otro. Algunos no regresan por los mismos lugares que han ido, los conductores de repente no se detienen en las paradas y cuando llueve los pasajeros quedamos empapados debido a las goteras de varias de sus unidades. Esperando en la calle a la Línea 13 de Asunción he querido llorar por los 70 minutos de tardanza, me he amargado hasta el tuétano y he sentido que mi vida se desperdiciaba, yéndose por un desagüe ridículo.

Porque si uno no tiene mucho dinero en Asunción es casi imposible gozar de placeres simples y esenciales como la buena mesa, mientras que en otras ciudades extranjeras es posible comer y beber bien sin necesidad de pagar una factura sideral y en completa incoherencia con el sueldo mínimo de los trabajadores paraguayos y con el ambiente económico mayoritario, caracterizado por las dificultades y la pobreza de la gente. Aquí sólo comen bien los ricos, una ínfima minoría.

Porque el estado de la ciudad de Asunción, por la que transito a diario, es, pese a su belleza natural, deplorable: sucia, desvencijada, por momentos abandonada e inmunda, violenta, cara, insegura, colapsada por el tráfico, en permanente pandemia de dengue y de otras enfermedades en la que la salud corre riesgo verdadero al carecer, por ejemplo, de un sistema de alcantarillado y drenaje, por lo que se extiende casi toda ella literalmente sobre materia fecal, que se mezcla con las aguas de los arroyos, de los raudales y de la bahía en cuanto llueve fuerte, que es una vez a la semana o cada dos semanas. Vine por primera vez a Asunción en 1986 y había raudales. Me voy en 2016 y sigue habiendo raudales.

Porque si uno no tiene dinero para un aparato de aire acondicionado, simplemente, puede morir de calor en Asunción. Y ya no puedo más.

Porque no hay prácticamente ocio de calidad ni a precios accesibles y por ejemplo casi todos los programas de la TV local son muy malos, lo que obliga a contratar cable, cuyas empresas son verdaderas depredadoras de los bolsillos de los trabajadores, sobre los que abusan pasando publicidad interminable que los propios trabajadores pagan, por lo que en realidad tengo que abonar por los anuncios que detesto ver, en lo que es una extorsión manifiesta de esas empresas.

Porque casi los únicos lugares verdaderamente atractivos y en buen estado son los shoppings y similares, prohibitivos para los trabajadores, diseñados para los ricos, en donde me siento marginal comparando mis ingresos con los precios de los servicios que ofrecen. No existe el equivalente para los trabajadores.

Porque tengo la vívida impresión de que el Paraguay está en guerra contra los pobres, a los que dificulta la existencia, por lo que tiende a expulsarlos, como a mi, y sólo es amable con los ricos.

Porque me resulta deprimente que el Partido Colorado y el Partido Liberal se hayan ciscado (ensuciado) y se cisquen (arrojar materia fecal) sobre el pueblo paraguayo desde hace casi un siglo y medio y el pueblo paraguayo les siga votando entusiasta y enferma mientras se hunde en la miseria abúlica y permanece enajenado en ella, en su mayoría. Y con él, extranjeros residentes como yo.

Porque me resulta difícil a veces entenderme en el orden personal con los paraguayos y las paraguayas, debido en primer lugar a mi carácter y en segundo lugar a su ambigüedad y a su falta de sinceridad en ocasiones, por lo que, entre pitos y flautas, entre una cosa y la otra, llevo solo y aislado diez años, sin amigos y sin novia. Y sin contactos a los que acudir en caso de necesidad, excepto el amigo Mario Casartelli, quien me ha echado una manita en esta situación a la que me ha empujado un empresario embustero.

Y porque si me destino es ser pobre, desempleado e infeliz, prefiero serlo en mi país de origen, España, donde, al menos, me dan una pensioncilla para ir tirando, en calidad de Emigrante Retornado, y me ofrecen una salud pública aceptable y gratuita..

Así que me voy para no regresar.

Chau.

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