Paraguay: entre la OEA y Unasur

Por Emilio Cárdenas  (*)

En su escenario doméstico, las cosas en Paraguay lucen razonablemente bien. No sólo porque hay un contagioso optimismo desde el descubrimiento de lo que hasta ahora parecería ser un importante yacimiento de hidrocarburos, sino porque -contrariando a los agoreros- el camino hacia las elecciones presidenciales, previstas para el 21 de abril próximo, se está transitando con total normalidad y tranquilidad.

Además, todo sucede dentro de lo políticamente previsible, que incluye  la percepción que los partidos tradicionales convocarán lo sustancial de los votos de la ciudadanía y que el ex presidente Lugo -pese a los constantes apoyos bolivarianos- no logra hacer pie y conformar una opción presidencial capaz de tener peso propio sustantivo. Por ello, por el momento al menos, Lugo se conformaría con ser candidato a senador del «Frente Guasú» (una agrupación de pequeños partidos de izquierda). En este andarivel -menos ambicioso- tiene algunas posibilidades.

En cambio, la hostil y agresiva Unasur, no ha sido invitada. Por la ilegal suspensión aplicada al Paraguay. Más aún, por falta de imparcialidad

Mientras tanto, una misión especial de la Organización de Estados Americanos (OEA), encabezada por el experimentado ex presidente de Costa Rica y premio Nobel de la Paz, Oscar Arias, ha visitado a Paraguay, entrevistándose con las autoridades y con todos los actores del proceso electoral en marcha y de la sociedad paraguaya en general. Como cabía suponer, sin restricciones de ningún tipo.

Una reciente frase de Oscar Arias parecería resumir su visión de las cosas: «Estoy absolutamente seguro de que el proceso que conduce a las elecciones será transparente, pacífico y normal». Clarísimo y contundente, como mensaje. Agregando que es «importante que el mundo lo reconozca así, que apoye este esfuerzo que está haciendo el gobierno (paraguayo) para llegar a los comicios en un clima de absoluta tranquilidad». Arias dijo, asimismo, que el presidente Franco «es un demócrata y va a entregar el poder, esto nadie lo está cuestionando, en ninguna parte del mundo». Para concluir definiéndose como «garante» del proceso electoral paraguayo.

Dos visiones distintas: La OEA, recordemos, ha dispuesto enviar una misión de observación electoral, que apoyará a Paraguay en sus esfuerzos por realizar una elección impecable. Esto es, trasparente e incuestionable. La OEA, como es notorio, ha elegido la vía de la cooperación, la amistad y el diálogo constructivo. Lo normal, entonces.

Cabe apuntar que la Unión Europea hará lo mismo y tendrá, también ella, el carácter oficial de «observadora electoral», para lo que ha sido invitada.

En cambio, la hostil y agresiva Unasur, no ha sido invitada. Por la ilegal suspensión aplicada al Paraguay. Más aún, por falta de imparcialidad. Lo mismo podría decirse del Mercosur ampliado, que ahora previsiblemente seguirá la misma partitura política que Unasur: esto es la bolivariana, aunque con alguna moderación menor brasileña.

Ocurre que Brasil está interesado en ser el líder regional y cree que esa -la de Unasur- es la vía más apta. La de la arrogancia, que enfrenta y divide sin empacho. La que demoniza y es parcial. La que intimida y amenaza. La que no vacila en humillar, particularmente a los más débiles, en lugar de acercarse a ellos e intentar civilizadamente trabajar de consuno. En síntesis, la que se desplegara ya en Honduras, sin éxito, a la caída del también bolivariano «Mel» Zelaya.

Ambas organizaciones subregionales siguen en la vía dura que en su momento generara la cuestionable suspensión del Paraguay de sus respectivos senos. Para incorporar a Venezuela, como objetivo político. A costa de pisotear los tratados, esto es el derecho. Pero, curiosamente, ambas pretenden ahora poder jugar un papel central en el camino electoral del «suspendido». Como si la intromisión fuera su derecho. Pese a los pasos ya dados, fuera de la ley. Para tratar de preservar una imagen y una cuota de protagonismo que -creen- tienen. La mal tratada Paraguay previsiblemente no los invitaría como observadores pese a las constantes presiones -de toda suerte- que recibe de sus vecinos inmediatos. Está en juego la dignidad del mal suspendido, nada menos. Y los hechos parecen haber unido en esto a las principales fuerzas políticas paraguayas.

No obstante, Antonio Patriota acaba de anunciar -con altanería- que aún después de abril y aunque las elecciones salgan impecables, los dos bloques sub-regionales no levantarían la suspensión de Paraguay. Lo que implícitamente supone que la suspensión podría «estirarse» hasta agosto, fecha prevista para la transferencia del poder a las autoridades que surjan de la compulsa electoral. Pese a ello, anunció pomposamente que Unasur «acompañará» el proceso electoral paraguayo. Pero hasta ahora deberá hacerlo «por las suyas». A diferencia de la OEA, sin ser reconocido oficialmente por el Paraguay como observador, Unasur hasta ahora no ha dado siquiera publicidad al contenido del informe reciente sobre la situación en Paraguay del que es autor el peruano Salomón Lerner. De la necesidad de transparencia, ni noticias. Actúa como un club exclusivo, hasta con «bolilla negra».

La OEA y Unasur tienen conductas, criterios y visiones muy distintas. De abierta cooperación, la primera. De enfrentamiento e intimidación constante, la segunda. Para algunos, ambos organismos navegan con rumbo de posible colisión. Lo que no debiera ser así.

La pretensión de Unasur de ser la única voz (imponiendo así su discurso único) de la subregión es francamente absurda. Y de corte autoritario. No se puede, ni se debe, tratar de silenciar a la OEA, la organización regional multilateral más antigua del mundo. En rigor, no cabe tratar de silenciar a nadie, salvo quizás a los discursos del odio. Tampoco cabe encerrarse en uno mismo y pretender que los demás no existen y que sólo uno es el «dueño de la verdad». Este es un juego torpe, que favorece a la actuación hegemónica del Brasil. Con sus pros y con sus contras, que son por todos conocidos.

 

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