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Paraguay, el Jonás moderno

Gustavo de Gásperi (*)

Conviene, antes que nada, distinguir y no confundir la independencia o soberanía política real de la aparente. Los grandes vecinos, a los que llamamos hermanos, han demostrado tener fauces de tamaño suficiente para devorar al Paraguay, y nosotros los paraguayos, al parecer, tenemos vocación de Jonás, aquel habitante del estómago de una ballena, que demostró su capacidad de mantenerse con vida dentro de las entrañas del cetáceo.   

Medios extranjeros como la revista THE ECONOMIST, del 17 diciembre, pág. 57, anunciaron en noviembre pasado que el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, frente a serias dificultades financieras no confesadas, como una inflación real que ronda el 25% mientras cuentan a su pueblo un falso porcentaje del 10%, “anunció tímidos pasos para cortar importantes subsidios a las grandes empresas y a los ricos que ahora deben pagar el verdadero costo de la energía”.   

No sabemos los paraguayos, encerrados en el estómago de la ballena, cuál era el costo anterior o el actual, ni cuál es el decreto, resolución o acto de la administración que permitió la modificación, pero sabemos que la energía es paraguaya, de Yacyretá, que gobiernos del Paraguay cedieron a la Argentina en virtud de un Tratado, que sabemos, que es nulo, porque se firmó con el objeto de que dispongamos de la mitad de lo que se produzca, que es y debiera ser una montaña de dinero, pero terminamos recibiendo con cuentagotas un dinerito con el que sonreímos “para no incomodar”, como dijo un famoso paraguayo de ley de cuyo nombre no quiero acordarme.   

Curiosamente, la misma revista, pág. 109, revela que compañías respaldadas y controladas por el Estado del país de origen representan en China, por ejemplo, un 80% de la capitalización del mercado de capitales; en Rusia representan el 60% y en Brasil, el 35%. Las compañías de propiedad de los Estados progresan porque los Estados usan su poder económico y político para convertirlas en campeonas en industrias estratégicas, como la energía.   

The Economist relata detalles de los antecedentes de la East India Company, fundada por Elisabeth I de Inglaterra en el año 1600, con 218 comerciantes ingleses, a quienes se vendieron acciones de responsabilidad limitada y se les otorgó el monopolio del comercio mundial al Este del Cabo de Buena Esperanza. Llegaron ellos a controlar la mayoría de los Estados europeos, poseían un ejército de 200.000 hombres, como hoy China National Offshore Oil Corporation (CNOOC) ha empleado al Ejercito de Liberación del Pueblo en Sudán para proteger sus pozos de petróleo en dicho país.   

Así, SABIC en  Arabia Saudí es una de las más rentables compañías químicas, Gazprom en Rusia es la más grande de las compañías vendedoras de gas natural del mundo, en Brasil Petrobras y Eletrobrás, en México Federal Electricity Comission y en Venezuela las empresas del Estado como PDVSA ejercen de hecho buena parte del poder político.   

Pero volviendo al Paraguay y a las ballenas cuyos estómagos frecuentamos para recibir nuestros pescaditos de alimento para nuestro pueblo, es muy importante señalar que con este tipo de compañías no se firman TRATADOS que solo rigen las relaciones entre Estados, sino CONTRATOS, en cuyas cláusulas se deposita la esencia misma de nuestra independencia política y, por qué no decirlo, nuestra soberanía que nos permite elegir las autoridades que habrán de regir nuestros destinos.  

Hoy día, duele decirlo, pero hay que decirlo, como diría Herken, el destino del Paraguay se teje en cláusulas que a veces redactan abogados, asesores jurídicos, como se hacen llamar; otras veces, la mayoría, ingenieros o economistas. En cualquier caso, las apetencias personales rigen y marcan el rumbo de las intenciones, que, como habría dicho un antiguo poeta, “prisiones son donde el ambicioso muere y al más astuto nacen canas”.   

Estremece pensar en la necesidad que tiene el Paraguay de la moral, de la inteligencia, de la cultura de sus asesores jurídicos, sus ingenieros, sus economistas. De ellos dependerá que el Paraguay salga incólume de las entrañas de las ballenas que juegan a la geopolítica mediante la redacción de cláusulas que el pueblo ignora, y que a veces llegan de milagro a conocimiento de la prensa que revela los escándalos para malestar de ballenas, pescados y pescaditos.   

¿Y donde está, dónde queda nuestro campesinado? ¿Dónde queda la reforma agraria si tenemos que pedir permiso a las ballenas para alimentarnos con lo que ellas ingieren?   

¿Advierte el lector cuán importantes son los gobiernos, los políticos que marcan el rumbo de los pocos pesos que restan, cuán grave es la delegación inconstitucional del sistema electoral en los partidos y movimientos que disfrutan de los subsidios repartidos por la Justicia Electoral?  

Al Paraguay le toca despertar. ¡Quiera Dios que pueda! 

* Abogado (Fuente: abc.com.py)

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