Por Andrés Colmán Gutiérrez
andres@uhora.com.py
La caudalosa polémica provocada por los desafortunados tuiteos (mensajes en la red social Twitter) de la locutora de Radio Venus Carmiña Masi, alabando una presunta prohibición del idioma guaraní por parte de los directivos del Sistema Nacional de Televisión (SNT), sirvió para algo bueno: ayudó a alejar cualquier amenaza de proscripción de nuestro lenguaje nativo en los medios masivos de comunicación, y reflotó un sentimiento colectivo de defensa y revalorización de un elemento cultural que permanece tan vivo, pero sigue siendo objeto de discriminación, desvalorización y prejuicios por parte de algunos sectores.
No quedó claro si realmente hubo una orden del responsable de prensa del medio televisivo, el argentino Jorge Pizarro, prohibiendo que los periodistas hagan entrevistas en idioma guaraní, pues la primera información que divulgó el diario Popular no tenía fuentes responsables identificadas. Ante el desmentido de Pizarro, ningún trabajador del canal avaló públicamente la denuncia, aunque en un reportaje del periódico digital E’a se afirma que periodistas del SNT confirmaron «of the record» que hubo una reunión el 9 de abril, entre Pizarro y el plantel periodístico, en la que el argentino «dio instrucciones de que se evitaran las notas periodísticas habladas en guaraní, y que, en último caso, si es inevitable el uso de este idioma, se procediera a su traducción y subtitulación para su publicación en el noticiero y en los programas».
Tras la repulsa mediática, fue positivo ver cómo varios animadores televisivos se esforzaban por intentar demostrar que sí sabían (y podían) hablar guaraní. También es destacable el pedido de disculpas de la locutora Masi vía Twitter. Es cierto que uno tiene todo el derecho a expresar su opinión (como los demás tienen de responderle), pero hay cuestiones que tienen que ver con el sentimiento cultural de un pueblo, que exigen una mínima actitud de respeto de quienes pretenden ejercer el rol de comunicador social. Ojalá Carmiña realmente haya aprendido una gran lección.
En medio de la hojarasca de opiniones, han resurgido viejos prejuicios, como el de que el uso del guaraní entorpece y atrasa nuestro desarrollo como pueblo. ¡Japoína! Lo que nos atrasa no es el guaraní. Lo que nos atrasa es la corrupción, es la pobreza y la ignorancia que la corrupción genera, es la mediocridad y la ineficiencia de la mayoría de nuestros políticos y de nuestras autoridades. Por el contrario: el guaraní nos mantiene culturalmente unidos y en resistencia contra este atraso.
*Fuente: ultimahora.com 16-04-2011 – Cartas del Este
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