“Marxismo, con M de meningitis”

Rafael Luis Franco (frarafael@gmail.com)

‘Las fuerzas que cambian la historia, son las mismas fuerzas que cambian el corazón del hombre. (Luigi Giussani)

Hay cosas a veces incomprensibles, como el que un adulto, bastante mayor, me refiero a uno pasado largamente la cincuentena, razone en política como un joven de veinte años o menos. Esto me hizo reflexionar un par de cosas. 

Tratamiento de meningitis

Recuerdo que a la hija de un amigo le había dado meningitis cuando era chica, algo de 6-8 años de edad, luego se curó, pero la enfermedad le destruyó muchas neuronas dejándola incapacitada para aprender cosas nuevas, es así que la niña, ya adolescente, se comportaba como la chiquilla que fue cuando contrajo la enfermedad: una mente infantil en un cuerpo de adulto, y ya no tenía vuelta atrás; distinto es si esta infección se contrae de grande, quizá puede dejar otro tipo de secuelas, pero entiendo que no el retraso mental. 

Y se me hizo esta comparación, meningitis con marxismo, porque al conversar con muchas personas, que sin tener ninguna enfermedad, por el contrario, muchos de ellos son bien sanitos y brillantes en su profesión (artistas, médicos, ingenieros, profesores), pero en cuanto a su razonamiento político se han quedado, como la nena que padeció meningitis, en la etapa de la adolescencia, que es cuando agarra el “virus ideológico” (aquí no tengo en cuenta a los piolas que se acomodan bajo regímenes populistas o marxistas, solo me refiero a los idiotas útiles o románticos nihilistas que no ganan un peso ni dólar por su fe en Marx); y es tal el cerramiento mental que algunos padecen, que no soportan que alguien trastoque sus “ideas” o mejor dicho sus “sueños”, y lo único que atinan a responder cuando con argumentos se les demuestra su error es con agresividad verbal, o física si están en manada, y a la descalificación del oponente. 

Karl Marx

Porque uno recuerda que en la época de la adolescencia o juventud también teníamos ideas parecidas, similares, y me incluyo (no es que los viejos de hoy siempre fuimos los “fascistas neoliberales”, como acostumbran tildar a todo aquel que les lleva la contra), pero que con el correr de los años, ante el cúmulo de información, la realidad de los hechos, las responsabilidades que se van asumiendo, etc., y sobre todo la serenidad que dan los años y un sentido de la justicia y amor por la verdad, hizo que la gran mayoría se diera cuenta de muchas cosas, sobre todo del engaño al que arrastraron las ideologías en mi generación, engaños que se repiten generación tras generación; engaños burdos si se quiere, pero que a un adolescente que recién deja la enseñanza secundaria, que no tiene responsabilidades domésticas y que ni siquiera trabaja, y aún no sabe qué va a hacer con su vida, le caben perfectamente; porque la juventud es esencialmente idealista, y frases como que “hay que luchar contra el sistema”, “terminar con la explotación”, “cambiar el mundo”… los enceguece y no hace más que generar dentro suyo un odio irracional, que encamina ese idealismo hacia la anarquía y la violencia. 

Es así que entiendo que la ideología marxista viene a ser para la juventud como una especie de meningitis que les atrofia o anula la capacidad de razonar, y que la persona que se ha infectado queda políticamente en sus años de adolescencia. 

  • Dioses del Olimpo

Y no solo el marxismo genera fanáticos, también están los que creen que son sus opuestos; nacionalistas y liberales también tienen lo suyo; en uno y otro extremo hay adoradores de líderes, muertos o vivos, que para ellos son como dioses del Olimpo, intocables y sagrados. 

Dr. César Milstein

Así los menemistas ven al caudillo riojano Carlos, rubio y de 1,90 metro de estatura; los macristas lo ven a Mauricio como al Neo de “Matrix”, que terminará con la distopía argentina; los peronistas a Juan Domingo como la continuidad histórica de Rosas y San Martín; a Cristina como la reencarnación de Eva y a Eva sentada a la derecha de la Virgen María; así lo idealizan también a Yrigoyen, a Rosas, a Sarmiento, a Alfonsín… y ahora Fernández, al que ven como un “científico”, casi a nivel de un Milstein o Leloir, enviado providencial de Néstor que justo llegó para salvar al pueblo de una pandemia universal, cual un Noé constructor de un Arca que hoy se llama “Cuarentena” (camino a año sabático), con la que se salvarán todos sus seguidores, menos los que los explotan y no quieren que vivan del Estado sin laburar, los miserables empresarios-gorilas; y si todo sale como la doctrina de San Perón, luego de que termine la peste estos desaparecerán de la faz de la tierra; será el comienzo de una nueva Era, como en el filme “Apocalipto” pero al revés: esta vez son los descendientes de los sanguinarios aztecas los que descubrirán Europa, la invadirán y dominarán al resto del orbe.  

Dr. Luis Federico Leloir

¿Y cómo se revierte esta enfermedad que deja a los viejos anclados en sus “sueños” de juventud. Porque en el caso de la meningitis en criaturas solo si se la atiende a tiempo y con vacunas preventivas puede no dejar secuelas; pero en el caso de la política es mucho más complicado; aún no se ha creado y no creo que “haiga” en el futuro una vacuna contra la estupidez, máxime cuando hay muchos interesados en que esta no se descubra, si tal cosa fuera posible. 

  • Un Dios psicólogo

Pero a no perder la esperanza; porque todos tenemos algo que se llama consciencia, que nos permite apreciar lo bueno de lo malo; y es esa consciencia la que permite una conexión metafísica con todo aquello que está por encima de lo material; la que nos religa a un Dios creador, a un Dios padre con el que nos comunicamos por medio de la oración, un Dios-padre que nunca reniega de sus hijos por más terrible que sean y que acude solícito si se lo piden de corazón.  

Y como estas reflexiones de comparaciones se trata, va esta otra. Hace unos días se me dio por hacer una un tanto extravagante pero no exenta de algo de sentido común. Los creyentes solemos llamar a Dios, padre, así está el Padrenuestro instituido por el mismo Jesús; y como dije, pienso que este Padre eterno está conectado a nuestra consciencia, que es la que nos permite distinguir el bien del mal, y se aloja en nuestro corazón si lo invitamos a que entre en él; también pienso que este Dios tiene mucho de psicólogo.  

¿Por qué de psicólogo? Porque cuando apelamos a nuestra consciencia, en lo profundo de la oración, ante las dudas, temores, pedidos, que podemos plantearle, generalmente hay un silencio como respuesta, pero no es un silencio cualquiera, sino que es un silencio que nos invita a meditar, un silencio que nos interroga; y aquí está el punto de coincidencia con el doctor del diván; al que los pacientes recurren por años y le cuentan sus problemas; ¿qué hace este cuando uno le pregunta algo?, ¿responde?, no; mejor dicho, responde con otra pregunta: “¿Y a usted qué le parece?”, “¿por qué piensa eso?”, “¿está usted seguro?”… “se terminó su turno, hasta la semana que viene”. 

Así lo largan y lo tienen por años con su terapia de interrogantes. En realidad creo, estoy convencido, que la profesión de psicólogo vino a querer reemplazar el antiguo y efectivo sistema de confesión, ya que los sacerdotes de antiguo no solo se limitan a escuchar sino que también dan consejos, y muy buenos y más directos, que en la mayor parte de los casos ayudan verdaderamente a la persona, también pienso que todos o casi todos los sacerdotes son psicólogos en potencia, grandes conocedores de la personalidad humana al que cualquiera puede recurrir, con una ventaja adicional: sin costo alguno.  

Pero nuestra mente a veces es engañosa, porque parece que en un rincón oscuro siempre está sentado y observando un ser mefistofélico dispuesto a dar consejos, muchos consejos, una andanada de ellos podemos recibir; y la “ayuda” de este ser no es para nada silenciosa, es todo lo contrario, este nos da la razón en todo, nos alienta a hacer justicia de cualquier manera, no nos da lugar a la reflexión, este ser nos “da manija”, y si uno no es de recapacitar, meditar en el silencio, casi casi que está perdido.  

Y como la elección del “consejo” recae en cada uno de nosotros, a quién escuchar en nuestra consciencia es la cuestión. 

Por último, para los que no creen en un Dios-Padre tal vez puedan entender a un Dios-Psicólogo que te obliga a pensar mediante preguntas y nos dice: “¿A quién elegirías?”:  

A una voz que alienta tu infantilismo e inmadurez o al silencio que te hace pensar y posibilita que encuentres tus propias respuestas que te hacen crecer; rencoroso, o al silencio que te hace comprender que hay que amar a tu prójimo, que enseña que hay que perdonar siempre; 

A la voz que infla tu ego y tu soberbia, o la humildad del silencio, de la prudencia, de la sabiduría;

A la voz que te masifica y vuelve intolerante, o al silencio que permite que encuentres el camino que te ha tocado en la vida, tu vocación; 

A la voz que alienta tu pesimismo, o al silencio contemplativo donde uno aprecia la belleza de las cosas, valora el agradecimiento por la vida y quiere compartir su felicidad con el otro.

A una voz que te dice que tienes que cambiar el mundo porque todo está mal o al silencio que te hace

Luigi Giussani

comprender que el mundo cambia solo a partir de tu cambio personal.  

Como contó el padre Luigi Giussani (1922-2005) en respuesta a un joven que estaba participando de la protesta durante el Mayo francés, que le dijo: “Padre, estamos cambiando la historia”; a lo que don Giussani le respondió: “Las fuerzas que cambian la historia, son las mismas fuerzas que cambian el corazón del hombre”; imagino que algo le habrá hecho pensar a aquel joven o por lo menos aquella respuesta lo descolocó.