LUEGO DE 200 AÑOS, ¿CÓMO SEGUIMOS?

Daniel Codas. (*)

El éxito del primer gobierno post-colorado era una necesidad; ésta era la consigna de hierro en aquella malograda Concertación Nacional; así la continuidad del proceso de cambio no tendría titubeos. Lastimosamente no fue así.

Este gobierno no ha iniciado los cambios de fondo que el país necesita; no ha cambiado el Poder Judicial, ni la Administración Pública, ni las conductas políticas; ha mantenido el clientelismo, el nepotismo, el cuoteo arbitrario y el prebendarismo como filosofía de manejo del poder y la corrupción sistémica sigue robusta, sólo apaciguada por conductas individuales destacables pero aisladas. En definitiva, este gobierno ha producido la ansiada alternancia, pero no ha sido capaz de acompañarla con los cambios que requiere un sistema político obsoleto y pernicioso.
 
Pero este fracaso en el logro del ansiado cambio no debe ser el justificativo para volver al pasado, a ese pasado responsable que hoy el país se encuentre en la situación en que se encuentra. La consigna de quienes encarnan este pasado nefasto es aquella de «Volveremos al poder» y nada más, apenas para seguir haciendo lo mismo de siempre, ya que el único «error» que reconocen haber cometido es el de haber perdido las últimas elecciones presidenciales.
 
El siguiente paso debe ser hacia adelante, no hacia atrás. El cambio que el país necesita no está en su pasado reciente, está en un futuro que exige cambios de conducta. El cambio pasa por hacer lo que no se hizo, no por insistir en lo que no funciona y mucho menos por regresar al pasado.
 
No tenemos el derecho a consolidar esta sensación que hoy convive en todos los paraguayos, de que esta nomás es la suerte a la que podemos aspirar y que es mejor que reduzcamos nuestras aspiraciones y que nos olvidemos de tener procesos de cambio a la chilena, a la asiática, ni siquiera a la uruguaya. No tenemos derecho a desechar el resto de ambición de grandeza que alguna vez pudimos haber tenido; al contrario debemos ser enormemente ambiciosos.
 
Hay quienes se dan por satisfechos con este gobierno; cuesta comprender esta complacencia sin fundamento, pareciera más un intento de auto-justificación personal o colectiva por aquél desesperado apoyo político del 2008. Toleran rebajar sus metas para crearse la sensación de que las han cumplido, caen en una complacencia que jamás la tolerarían en sus emprendimientos personales, y el único justificativo que encuentran es aquél de que “¿hubieras preferido que sigan los de antes?”, penoso argumento que la repetición de los viejos vicios políticos por los nuevos actores se ha encargado de demoler en muy poco tiempo.
 
Queda pendiente la construcción del camino alternativo, ya no a colores esperanza a los paraguayos, pero ya no una esperanza vana, sino una esperanza sostenida en la capacidad de las personas y de las ideas para satisfacerlas. Darnos por satisfecho con éste nivel de conducción política es condenar al fracaso a un país que ya tiene edad para comportarse como adulto, a días de cumplir doscientos años de vida.
 
(*) Vicepresidente de PATRIA QUERIDA.

Fuente: www.lanacion.com.py