El problema del Paraguay no es su mediterraneidad, es su vecindad. Nuestra desgracia no es que vivamos encerrados lejos del mar sino los vecinos con que el Dios de las naciones nos ha castigado.
El escritor argentino Macedonio Fernández -de quien Borges decía que era su maestro- había acuñado una frase que tuvo amplia difusión. Parafraseándole podemos repetir con justicia: ¡Pobre Paraguay, una Provincia argentina en territorio brasileño! Macedonio Fernández pensaba en el Uruguay, país que también está sufriendo el acoso del gobierno de Cristina Kirchner. No puede con el Brasil, mucho menos con Inglaterra, y descarga sobre los dos países pequeños su frustración de estadista. Del 70% de popularidad que tuvo hace tres meses, cuando inició su segundo mandato, ahora descendió por debajo del 50%. Y va en descenso. A sus muchos errores se agrega el lío fenomenal que envuelve a su vicepresidente -a quien ella eligió- por un asunto de corrupción que contribuye a su caída en la consideración pública.
Cristina Fernández de Kirchner parece tener la certeza de que también se puede maquillar al país como ella se manda hacer en agotadoras sesiones que la llevan, incluso, a la descortesía de la impuntualidad con personalidades nacionales y extranjeras. Pero el país -su país- sigue con la cara lavada y viste con modestia. La pobreza -o el descenso estrepitoso a la pobreza- no se esconde con maquillaje, menos aún con arrogancia provinciana.
Los empresarios paraguayos están hartos de las irracionales medidas argentinas que borran el cacareado discurso de la «hermandad latinoamericana». No hay día en que no aparezca una resolución del Gobierno central con el único fin de obstaculizar, o anular, el camino económico normal entre los países. Cada día se crea un impedimento que daña terriblemente a nuestra economía. En estos momentos ya hay fábricas que cierran sus puertas porque no pueden colocar sus productos en la Argentina como lo venían haciendo conforme a las leyes internacionales. Esta situación ya está arrojando a la calle a miles de trabajadores.
Estamos en un punto tal que nada podemos hacer más que plaguearnos. Se da el caso trágico de que si queremos pagarle a la Argentina con la misma moneda los primeros perjudicados seremos nosotros. Si les cerramos el paso a los productos argentinos, peor será para nuestro país. Y si dejamos que entren, como ahora, peor también. Si queremos salir de la sartén caeremos al fuego.
Pero aun así, aun a riesgo de perder más todavía, no se entiende tanta pasividad de nuestro Gobierno. Más que pasividad, entreguismo. Si no, vea usted este ejemplo:
Hace poco el presidente Lugo viajó a Calafate, provincia de Santacruz, para visitar la tumba de Néstor Kirchner en el segundo aniversario de su fallecimiento. Hizo esta peregrinación en momentos en que la viuda estaba cerrándonos el camino a nuestra producción y las víctimas -empresarios y productores- clamaban por una solución justa, ni siquiera solidaria.
A Kirchner el Paraguay nada le debe. Al contrario, a igual que su esposa hoy, nos ha dañado grandemente.
Acerca de este viaje se comentó que Lugo, en realidad, tomó como pretexto el homenaje para coincidir con la viuda en el cementerio o sus alrededores y conversar con ella. La viuda estuvo en Calafate, pero ignoró, con su descortesía habitual, la presencia de un país «hermano». Fue otro acto humillante no contra Lugo sino contra el Paraguay.
¿Cuántos desplantes necesita Lugo para enterarse de que nada quiere saber Cristina de nuestro país?
(*) periodista, ex presidente del Sindicato de Periodistas del Paraguay (www.larueda.com.py)
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