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Las aguas que corren por el río Paraná, son brasileñas, paraguayas, bolivianas y argentinas

Rafael Luis Franco (frarael@gmail.com)

 Sobre la soberanía de los ríos internacionales hace rato se discute, pero más allá de los derechos que le corresponde a cada Estado me parece que la cuestión pasa por las mafias portuarias que desde la época de la colonia, y me atrevería también a decir que a poco de fundado el puerto de Buenos Aires, éstas medran a su antojo y son las que tras bambalinas malogran la posibilidad de cualquier acuerdo.

 Hace poco nuestro país sufrió un bloqueo en el puerto de Buenos Aires, por mucho tiempo las empresas paraguayas no pudieron operar debido a un “conflicto” gremial; que luego se supo, por declaraciones del líder piquetero argentino Omar “Caballo” Suárez que éste respondía a directivas de la presidenta argentina. Por ahora el bloqueo se levantó, pero aún sigue latente la posibilidad de que el mismo se reanude.

También hace poco se realizó la reunión del Mercosur, en Foz de Iguazú, donde se le traspasó la presidencia al Paraguay, a la que nuestro presidente Fernando Lugo, por las razones antedichas, amenazó con no concurrir; pero como pudimos ver, no sólo fue, tampoco no dijo ni mu con respecto al gravísimo problema que produjo pérdidas millonarias al Paraguay. Y para colmo todos pudimos observar un emplazamiento a nuestro país, de parte del gobierno argentino, para que admitamos a Venezuela en el Mercosur, pero esto es harina de otro costal o de otra valija.

Y en general, en esta reunión se esperaba otra actitud de nuestro Presidente, más firme, más clara, más contundente con respecto a este problema, que como sabemos es de vieja data. Desperdició una oportunidad excelente para plantear el reclamo, siendo su paso por el citado encuentro un mero trámite protocolar.

Qué lindo hubiera sido escuchar un planteamiento firme de su parte, ante su par argentino, donde podría haber historiado este recurrente problema de la libre navegación. Y si él no conocía del tema para eso están los asesores, que en este caso un simple profesor de historia le podría haber preparado un borrador para su alegato.

Sobre la soberanía de los ríos, y más específicamente del Paraná, río internacional que atraviesa tres países, siempre Buenos Aires se creyó dueña de la misma, en lo que atañe al segmento que atraviesa su parte inferior y desembocadura; y esto fue motivo de conflictos, tantos que en 1845 nuestro país, y debido a un extenso y salvaje bloqueo no tuvo más remedio que declararle la guerra a la Confederación Argentina, que en aquel entonces era gobernada por Juan Manuel de Rosas, como último recurso y debido a que el Paraguay había sido, literalmente, ahogado en su comercio exterior. La batalla de La Vuelta de Obligado para los argentinos es un símbolo de soberanía, mientras que para nosotros, en aquel entonces, el paso de los barcos ingleses fue un triunfo del libre comercio y la victoria fue festejada por todo el pueblo paraguayo y correntino.

Desde la fundación de Asunción, la hidrovía Paraguay-Paraná fue la única salida y entrada posible para su comercio exterior, y no sólo para nuestro país, también lo era para todos los pueblos ribereños y los ubicados en las provincias interiores de la Argentina. Don Carlos Antonio López, ha publicado infinidad de escritos sobre la necesidad de acuerdos para la libre navegación, algo que la Confederación sistemáticamente se negaba; y hay uno en particular publicado en “El Paraguayo Independiente” Nro. 32 del 13-12-1845,  donde éste hace un recorrido imaginario por los ríos Paraná, Paraguay y otros, a la vez que da cátedra de las posibilidades de desarrollar vastísimas zonas gracias a estas vías de comunicación. Dice en un párrafo: “Hagamos un viage desde Buenos Aires hasta los centros del Brasil y notemos, no todas las circunstancias, pues que sería muy extenso, pero al menos las más notables de tan interesante navegación. (…) Luego de entrarse por la boca del Paraná guazú tributa sus aguas el Gualeguay, que nace en el centro de la provincia de Entre Ríos. Podemos contar 26 leguas de navegación hasta esta confluencia en cuya distancia están situadas las provincias de Conchas, Cruz Colorada, Zarate, Baradero y San Pedro. Los ríos Tercero y el Salado, se derraman en el Paraná 46 leguas arriba del Gualeguay y en la confluencia occidental penetran la ciudad de San Nicolás y la villa de San Pedro, por entre los cuales corre el río Del Medio, que divide Bs. As. de Santa Fe.”, etc. etc. Y así sigue el recorrido hasta conectar Curitiba, Iguazú, Guairá, cientos de ciudades que con sus ríos tributan a su vez al Paraná. Comenta también las rutas que habían abierto los jesuitas en la costa oriental del Paraná, que llegaban más arriba de los Saltos de las Siete Caídas, donde están los voluminosos ríos Amambay, Aguapei, Igatimi, y otros. También recorre el río Paraguay hasta Coimbra y más allá; el río Bermejo y su conexión con las ciudades bolivianas. En fin, es un extenso escrito que habla de la posibilidad de un progreso ilimitado con inmensas posibilidades para toda la región, sólo faltaban los acuerdos que nunca llegaron, o que si en su momento se hicieron lamentablemente, y como se dice vulgarmente, luego fueron borrados con el codo.

También Florencio Varela, en varios de sus escritos habla de la necesidad de la libre navegación y pone un ejemplo que es claro: en Europa existe un río que se llama Escalda, que atraviesa naciones diversas y nadie se arroga el derecho de exclusividad; estos Estados con inteligentes acuerdos lo navegan libremente llevando y trayendo sus productos, lo que ha redundado en el crecimiento y florecimiento de infinidad de pueblos interiores (F. Varela, “Navegación de los ríos interiores”, 2-1-1846). Pero este ejemplo lo tienen en el olvido, prefieren comparar el Paraná con el Támesis o con el Sena, que no tienen nada que ver con la realidad de la vía sudamericana.

El río Paraná se nutre de infinidad de ríos y afluentes paraguayos, brasileños y hasta ríos de deshielo que a través del Bermejo y Pilcomayo se unen en el Acuífero Yrendá con otros caudalosos ríos, como el Parapití y el Yrendá, aportando Bolivia lo suyo; supongamos por un instante que estos países posean una canilla mágica que cierre el caudal que aportan, que hacen que el Paraná sea lo que es; ¿qué quedaría del mismo?, sólo un manso arroyo que se podría atravesar a pie y hasta el Delta desaparecería.

 Y es así que la falta de visión, la falta de generosidad, la ambición desmedida, la anarquía generada por el crimen organizado y otras lacras mentales y sociales, malograron y siguen malogrando la posibilidad de crecimiento de estas regiones que deberían hoy día ser populosas ciudades; y al igual que cuando un ramal de ferrocarril cierra o una estación, los pueblos que estaban a su vera desaparecen o languidecen, también la falta de libertad en la navegación de los ríos hace al atraso de los pueblos, a su desaparición, al decrecimiento poblacional por la emigración y al empobrecimiento de millones de personas.

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