La tecnología nos sacará de la pobreza…
Marcelo Colussi (Psicoanalista, catedrático universitario e investigador social argentino radicado hace más de 20 años en Guatemala) *
Sería absurdo oponerse a la tecnología en nombre de un principismo inconducente, de una “vuelta a lo natural”. La tecnología no es sino el conjunto de los instrumentos con que asegurar la mejor calidad de vida posible.
“El día en que cada indio [sic] tenga un celular, Guatemala habrá entrado en el desarrollo“, dijo alguna vez el intelectual y empresario Manuel Ayau, fundador de la muy neoliberal Universidad Francisco Marroquín, centro de estudios superiores de alta calificación, donde se enseñan “tecnologías de punta”.
Hoy existe en el país un promedio de 1.4 teléfonos por persona, y eso no significa que se haya entrado en el desarrollo. ¿O sí?
Según la medición de desarrollo humano que hace cada año Naciones Unidas, esa nación centroamericana –aunque disponga de más aparatos de telefonía inalámbrica que de habitantes– no posee un alto grado de desarrollo: 70% de su población permanece bajo el nivel de pobreza (2 dólares diarios de ingreso), la mitad de su niñez sufre desnutrición crónica, cada huracán o lluvia fuerte que llega constituye una tremenda tragedia nacional, no tiene ningún Premio Nobel en ciencias y es uno de los países latinoamericanos más golpeados por la pandemia de Covid-19, lo cual denota su falta de desarrollo en el sistema sanitario.
¿Por qué habitualmente se asocia desarrollo con tecnología? ¿Qué mito hay con esta última? Aclárese rápidamente que tecnología no es sinónimo de disponer de aparatos novedosos.
Hoy el término “tecnología” ha pasado a ser mágico. Incluso mutó su carga semántica: ya no es el conjunto de prácticas que posibilita la fabricación de un producto (etimológicamente, del griego techné, significa “tarea”, “realización”.
Por el contrario, pasó a ser sinónimo de ciencia, de saber. Por cuestiones histórico-sociales determinadas el mundo capitalista moderno la ha entronizado, pudiendo decirse que vivimos una cultura de veneración de la tecnología. El instrumento, la máquina, la herramienta con que trabajamos y nos movemos en nuestra cotidianeidad, tiene un valor de divinidad.
El ser humano creó a Dios y luego se arrodilló frente a él. Quién sabe si también se inclinará en breve frente a la máquina, frente al «robot»“, dijo el anarquista ruso Mijaíl Bakunin a fines del siglo XIX.
Desarrollo técnico pasó a ser sinónimo de progreso en el conocimiento. Casi como respuesta condicionada a un estímulo, decir tecnología evoca avance triunfal de la ciencia.
Pero ciencia no es lo mismo que tecnología.
*Ver nota completa en https://www.alainet.org (07-10-21)