La prensa no es el cuarto poder, es el poder
“Tan hábil fue la mistificación, que algunos emigrados se alistaron en las filas libertadoras, convencidos de que no iban contra la patria, sino contra un gobierno que detestaban. Así nació la famosa Legión Paraguaya…”. Juan E. O’Leary
“La primera de las grandes fuerzas que mueven al mundo es la mentira”. Jean-François Revel, “El conocimiento inútil”.
De prosperar el juicio político al actual presidente, no sería la primera vez que destituyen un gobierno antes de cumplir su mandato, con engaños a la población. Los más fáciles de recordar son los dos últimos Cubas Grau y Lugo, destituidos vía juicio político, correctos en la forma pero carentes de argumentos constitucionales para llevarlos adelante.
Pero para los que conocen un poco de historia recodarán que hubo otro que echaron también con engaños. Me refiero al gobierno del coronel Rafael Franco, que sin bien fue de facto, tiene su justificación en que llegó producto de una revuelta realmente popular y ampliamente justificada, en que defenestraron a un gobernante perteneciente a un partido que llevaba más de tres décadas consecutivas en el poder, un régimen seudodemocrático, donde no existían candidatos de partidos opositores, donde elegían a su candidato entre un selecto grupo en un selecto club; bien, mucho hay para contar de aquellos tiempos; lo cierto es que en febrero de 1936, posguerra, la oficialidad y civilidad se aglutinó tras una figura, el coronel Rafael Franco, héroe de guerra y persona de conducta intachable, para sacarse de encima al anquilosado y corrompido partido.
Es así que, por abrumadora mayoría, a Franco lo obligaron a sentarse en el sillón presidencial, y este, al no tener más remedio que aceptar el cargo, siendo una persona de carácter ejecutiva como era, llevó adelante una gestión que atacó en todos los frentes las necesidades de la población y República: irreductible posición en defensa de los límites que nos correspondían en el Chaco por derecho y sangre; una reforma agraria que hizo propietarias a más de diez mil familias a la vez que solucionó viejos problemas de colonias que estaban en manos de señores feudales, comprándoselas y otorgándoselas en propiedad a sus verdaderos ocupantes; la defensa de los nativos, la salud con la creación de hospitales, los derechos de los trabajadores, etc. Y podemos decir con absoluta certeza que nunca el país, la nación paraguaya, después de 1870 hasta ese momento tuvo un gobernante tan capaz y honesto (podemos transar solo con el Dr. Eligio Ayala); tanto que dejó en las arcas del Estado paraguayo mucho más respaldo monetario que el que tenía antes de empezar la contienda chaqueña en 1932, en solo un año y seis meses, que los otros tardaron tres décadas.
Sin embargo, fue defenestrado a los dieciocho meses de asumido. ¿Y cómo fue posible hacerlo y la población no defendiera a ese gobierno tan brillante? Bien, las mentiras, el engaño estuvieron a la orden del día. Los viejos políticos, una minoría experta en manipulación, no cejó un segundo en acusar a aquel gobierno de los disparates más absurdos vía prensa interna y externa, la idea era desestabilizar y sobre todo NO PERMITIR LA VUELTA A LA NORMALIDAD DEMOCRÁTICA; que no se pudieran llevar a cabo elecciones libres, en las cuales podrían participar todos los partidos, hasta ese momento el Colorado, el Liberal y la nueva Agrupación Nacional Revolucionaria, liderada esta por la Asociación de Ex Combatientes, la ANEC. Por primera vez el Paraguay, en el siglo XX, iba a tener elecciones democráticas y un gobierno surgido de la voluntad popular, esto la clase política paraguaya no permitió.
Los ataques fueron in crescendo, una de las mentiras más grandes fue engañar al pueblo diciendo que el Acuerdo del 9 de enero de 1937 era entregar territorio a los bolivianos, luego el desacreditar permanentemente a los ministros, hasta repartieron volantes desde aviones, impresos en Buenos Aires, donde mostraban falsamente una parte del territorio que el gobierno pretendía entregar. Bien, la hago corta, la traición prendió en las filas del Ejército, y es así que una mañana del 13 de agosto de 1937 es derrocado el gobierno, puesto preso el presidente y los ministros, varios de ellos tuvieron que esconderse porque los buscaban para matarlos.
Así una turba, enardecida, recorría calles y casas en busca de “franquistas”.
Aquel derrocamiento fue un triunfo, sí, fue el triunfo de los señores feudales, de los comerciantes contrabandistas, de los usureros y especuladores, y de los más grandes corruptos que tenía entonces el Paraguay, y de una minoría de minorías, el Partido Comunista Paraguayo que apoyó aquel golpe y apoyó luego futuras dictaduras; y aquellos llamaron al gobernante caído ladrón y dictador, ¡qué ironía!
Como es fácil de ver y apreciar en el tiempo, aquel triunfo no fue un triunfo del campesinado, del obrero, del estudiante o del profesional. Hay crónicas de la época que refiere el Dr. Juan Stefanich en varias de sus obras, que realmente dan pena y rabia ver la forma que se manejaron y traicionaron los intereses de la Patria, de la República. Porque luego estos mismos actores, en menos de un año, julio de 1938, SON LOS ENTREGADORES DEL CHACO, de una riquísima porción de suelo reconquistado a sangre y fuego, de un territorio, miles y miles de kilómetros cuadrados, donde estaban enterrados miles de paraguayos; y esa entrega la cocinaron, como era su costumbre, entre medianoche y gallos, una madrugada del 9 de julio de 1938, en una sesión secretísima, que años después se descubrió gracias a una investigación del historiador Arturo Rahi. La gran mentira, el gran engaño, quedó al descubierto, pero ya era tarde.
Pero si aquel engaño para derrocar un gobierno decente parece enorme, resulta pequeño frente al que los ascendientes de estos bastardos hicieron al formar una legión y apoyar Ejércitos extranjeros para apoderarse de la Nación y cercenar su territorio, porque aquella gran guerra no fue más que eso, simplemente otro golpe de estado, el derrocamiento de un gobierno que tenía el mayor respaldo popular, un gobierno auténticamente defensor de los derechos de sus ciudadanos y su soberanía, si no no se explica que prácticamente toda la población se inmolara en su defensa.
Claro, como los golpistas no tenían fuerza interna para llevar adelante sus deseos, apoderarse del Paraguay, entonces no titubearon en apoyar los espurios reclamos del emperador brasileño y del gobierno argentino, no sin antes llevar adelante una profusa campaña de mentiras de manera de preparar y concientizar a la población que había que liberar al Paraguay de su “dictadura”, y muchos cayeron en el engaño, miles; pero resulta que los dictadores eran ellos, ladrones y traidores de la primera hora, que acompañaron la masacre de la población, niños, ancianos, mujeres. Y todo esto por qué lo hicieron, ¿por patriotas? Seguro que no, esta palabra les repele.
Y hoy el Paraguay se encuentra frente a otra disyuntiva, frente a otra posible interrupción democrática; porque gran parte de la ciudadanía está reclamando un juicio político, azuzada por una prensa que a todas luces es parcial e informa engañosamente; por una prensa que tiene, en poderosos empresarios, sus intereses económicos y se ve que son contrarios a los del actual gobierno, una prensa que al igual que la prensa mitrista o la del imperio lusitano, un tipo de prensa que se instaló en el Paraguay posguerra al servicio de intereses propios y de corporaciones extranjeras, nunca al servicio del ciudadano o lector, ese tipo de prensa impulsa y fogonea a la población para que tome partido, población que cada día se enardece más y cuando se está enardecido sabemos que difícilmente se pueda ver claro, solo se quiere sangre, “justicia”, y que se haga su voluntad. Pero claro, luego, después que se hizo su voluntad, muchos se darán cuenta de su error y se arrepentirán. Pero a no preocuparse, porque rápidamente esa misma prensa hará que todos se olviden, y velará por la salud mental de la población ocupando las mentes con frivolidades, de manera que la próxima joven generación o la que sigue pueda caer nuevamente en el engaño.
Para finalizar aclaro, para las mentes de solo dos neuronas, me importa un bledo si el que está al frente del gobierno es un presidente del partido Colorado, Liberal o una Alianza, lo que me importa es que cualquiera que esté al frente, no importa el signo, termine su mandato; y que el que continúe sea elegido democráticamente, porque eso hace al crecimiento de un país.
Rafael Luis Franco (frarafael@gmail.com)