Solucionar las cosas difíciles está al alcance de cualquier mortal, pero prever, curar y/o lograr lo imposible está en manos exclusivas de los políticos.
Es que, por suerte para todos los habitantes del mundo, esta elite dirigencial posee una percepción exclusiva de la realidad, “percepción sine qua non”, de alto vuelo extra sensorial que, desde su particular daltonismo, desarrollan estos ciudadanos elegidos o por elegirse como bálsamos salvadores de la humanidad.
Los políticos son capaces de hacer creer -a crédulos y escépticos por igual- que si a Dios le llevó 7 días crear al mundo, ellos lo harían en 3, reescribir la Biblia completa en 2 y cambiar el mundo en 1
Argumentar que en matemática 2 más 2 es igual a 5 dado que en gramática también dos más dos es cinco porque el número uno está tácito. Y apelando a otros fundamentos, sean estos filosóficos, teológicos o de cualquier otra disciplina inventada o a inventar, aducir que 2 y 2 pueden dar cero o cualquier otra cifra a medida del futuro elector, aún al que está en el vientre de su madre o a punto de gestarse como producto del amor y del acto que lo consuma.
Es que los colores del arco iris se ven casi exclusivamente cuando la lluvia amaina refulgiendo bajo los rayos de sol y, cómo es necesario colorear cotidianamente todos los matices de la realidad que deben presentar como cierta o verdadera, duplican su ya de por sí frondosa imaginación y creatividad cultivadas a lo largo de su experiencia como líderes ilustrados de la sociedad, la pintan con variopintos colores, cómo verdaderos maestros, tal como el Papa y Dios mandan: con espiritualidad, pensando en el bienestar general..
Cuando jóvenes, abrazan la política como un apostolado. Y desean combatir –por ejemplo- a la corrupción, enquistada en los estratos gubernamentales, postulado que sigue vigente hasta que consiguen una banca, un puesto o un cargo de funcionario público: es entonces cuando deciden abandonar el ideal porque descubren casualmente que son dueños de la impunidad-inmunidad para seguir cumpliendo sacrificadamente con las rígidas reglas del sistema imperante con el único propósito de evitar la conmoción terrenal y sus consecuencias caóticas.
Porque, digamos la verdad, gracias a ellos el caos no existe, ya que al asumir sus nuevas responsabilidades se convierten mágicamente en protectores del pueblo elector a quien promete maravillas, un futuro brillante, un mundo mejor con ingresos en constante crecimiento. Y, como epílogo, un sitio asegurado en el paraíso celestial.
¿No es sublime que existan personas de esta naturaleza? Más que seres humanos parecen ángeles luminosos que con su accionar, mantienen vivas las esperanzas de los ricos pobres y pobres ricos, de los vulnerables, de los bien nutridos, de los sabios o ignorantes, de los afectuosos y los kangüeró, de los mansos y los rebeldes, sin distinción de razas, credos o sexo ¡sin pedir nada a cambio!. Y cómo ventaja adicional sólo aparecen fugaz y metódicamente en épocas de internas partidarias para seguir difundiendo amablemente sus verdades reveladas.
Ya desde mucho antes de que Calígula nombrara Cónsul a su caballo Incitatus, ya se sabía que la política es el arte de lo imposible…in saecula saeculorum. Amén.
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