Por Julio Benegas Vidallet (*)
Su única ficha, hasta ahora, es Fernando Lugo. La posibilidad de que sea candidato depende de una cantidad de condiciones similar a la de la selección paraguaya en las eliminatorias para el Mundial 2018
La posibilidad de que Fernando Lugo sea habilitado para las elecciones depende de muchísimas condiciones, adversas por cierto. Una de ellas, la que explora, es la de reunir fuerza necesaria para una enmienda constitucional (aunque la reforma es la indicada según la misma Constitución) que habilita la reelección.
El artículo 229 establece que un presidente de la República no puede ser reelecto en ningún caso. El texto dice: “El Presidente de la República y el Vicepresidente durarán cinco años improrrogables en el ejercicio de sus funciones, a contar desde el quince de agosto siguiente a las elecciones. No podrán ser reelectos en ningún caso”
El discurso más recurrente de sus partidarios más inmediatos es que él está habilitado constitucionalmente, ya que no es presidente en ejercicio. Por lo tanto, no se trata de una reelección. Una interpretación en la que, Lugo y el Frente Guasu, se han quedado solos, como en un desierto, ya que la Constitución no deja duda de que ninguna persona que haya sido electa y ejercido la presidencia, aunque sea por un día, puede ser reelecta.
Aun con este predicamento de que sí puede ser reelegido, un litigio puede terminar en la Corte Suprema de Justicia, donde, ya se sabe, las cosas se presentan bastante complicadas, porque Lugo y sus partidarios no tienen en ella ninguna incidencia política.
En cualquiera de los escenarios, la candidatura de Lugo no depende de sí mismo, ni del Frente Guasu, ni de sus seguidores, que son muchos. Depende de una serie de negociaciones y de actores externos que pueden liberarla constitucionalmente, o no.
Ya que la apuesta visible es la negociación con los demás actores políticos, la liberación de su candidatura lo alejará hacia el ocaso de lo que de izquierda pudiese haber tenido Lugo, que, cada vez que puede, se declara de centro, como el “poncho juru”. “Ni de izquierda ni derecha”, suele repetir sin cansarse el ex obispo.
En cualquiera de los escenarios, si el cerrado sistema político -atado a intereses que en nada le interesan las demandas de las mayorías sociales empobrecidas- le da el balón a Lugo para jugar el partido, los pelota jara habrán definido todas las reglas de juego. Y será ahí que haberse colgado del saco del ex obispo habrá sido no sólo un error de cálculo electoral, si no una soberana estupidez. La gente de izquierda que realmente cree en las elecciones como una oportunidad legítima de alcanzar derechos verá el partido colgado de los árboles, en el que entrarán muchos goles contra sus intereses.
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