Por Jorge Rubiani
La historia en el Paraguay se palpita según el calendario. De fiesta en farra y alguna recordación de por medio.
Nuestro escasísimo sentido patriótico recién se aviva, algo, con la evocación a los héroes en cada 1º de Marzo.
En realidad, es cuando revalidamos nuestras disputas en torno a la figura del Mariscal; aunque la ignorancia transmitida de celular a twiter, no consigue desentrañar todavía el misterio que relaciona a Solano López con un shoping o con la denominación de una avenida. Pero llega mayo y en homenaje a la independencia, engalanamos nuestras casas, lugares de trabajo e indumentarias, con los colores nacionales.
Es decir, banderizamos el patriotismo … hasta la siguiente eliminatoria para el mundial … o el próximo feriado. Este se nos presenta el 12 de junio, día de la paz del Chaco; jornada adobada con los eternos panegíricos hacia el valor de los hombres que defendieron «nuestra heredad», y los reclamos que se repiten desde prácticamente la conclusión de la guerra: la triste situación de los «olvidados beneméritos» y la necesidad de una«jubilación digna»para ellos. Aunque ésta no serviría hoy sino para cubrir el sepelio de los poquísimos que «resistieron» hasta nuestros días. En septiembre, trompetas y redobles rinden honores a las victorias de Kurupa’yty y Boquerón. Y… fin de la historia.
A partir de octubre iniciamos exámenes con preparativos de vacaciones, junto a las anticipadas expectativas por las festi-comidas de fin de año. En realidad, nos preparamos para este ritual desde que nos despertamos de la borrachera del año anterior. Todo igual, todos los años, en Asunción y en el interior, con la variedad del cambio de sedes y fechas para la celebración de las respectivas fiestas patronales. A esta se agregará algún Festival, en algún lugar: del ovecha ragüe, de la sandía o del manduvi ku’i.
Nadie por supuesto, explicará a la gente, las razones por las que tenemos que mantener viva la memoria. Y conste que tenemos mucha historia que recordar además de las que, por obligación, se nos imponen con cada feriado. Los paraguayos deberíamos saber por ejemplo -como de seguro saben los ciudadanos de cualquier otra parte- que caminamos, hablamos y somos de una madera especial regalada por nuestros ancestros, el sitio, el clima, el idioma vernáculo y la larga serie de vicisitudes que nos empeñamos en ignorar.
Todos estos elementos marcan nuestro carácter y nuestra visión de la vida y de las cosas. ¿Porqué nos extrañaría entonces que estemos ahora tan confundidos, desorientados, dispersos, irresolutos e irresponsables? ¿Si ni siquiera somos concientes de nuestra identidad… cómo podríamos entender nuestra realidad? ¿Cómo podríamos saber «que somos lo que fuimos y seremos lo que somos», según definiera acertadamente, el coronel Julio C. Bejarano?
¿Sabemos acaso que nuestra independencia fue la causa de la guerra contra la Triple Alianza?… y que esta aportó las simientes de la Guerra del Chaco? Que del Chaco emergió el militarismo y del militarismo, Stroessner? ¿Y tampoco nos percatamos todavía que Stroessner sumió al país en la más espantosa mediocridad y de la misma, no deberíamos haber esperado sino el liderazgo y la democracia que sufrimos todos los días?
Entonces… ¿porqué no apuramos este largo trago de desgracias y terminamos con la sucesión –también calendarizada- de penurias que nacen de la primordial ignorancia de lo que fuimos y somos, tenemos y podemos? ¿Por qué no hacemos que la democracia se convierta en Democracia de verdad, para que nos regalemos una implacable depuración que termine con tanto desatino? … y que dé lugar a la renovación de los cuadros dirigentes?… tanto de los partidos y poderes del Estado, como la de los medios académicos, gremios y sindicatos?
Porque si alguien cree que los temas del título no tienen relaciones entre sí, está rotundamente equivocado. Los tienen:la defección de las autoridades y la ausencia de liderazgo. Porque a la inundación, el EPP y la vergonzosa repartija de salarios y privilegios de los funcionarios del Estado, a los que todavía debemos agregarle la corrupción y la violencia generalizadas, la impunidad (también generalizada); el contrabando, los conflictos de tránsito, el despilfarro, la falta de educación y salud, tienen el mismo origen: son la directa consecuencia de la espantosa mediocridad de funcionarios que pretenden privilegios impunes en el confortable agujero negro del Presupuesto Nacional.
Mientras tanto, nos abandonamos a una «participación carnavalesca» de la que, creemos, vendrán las soluciones para tanto desmadre. Y se cierran calles y rutas por cualquier motivo, como se obturan los hilos mentales de quienes tienen la obligación de ahorrar nuestro dinero y responder a nuestras inquietudes.
Pero solamente una apuesta al saber, a la honestidad, la capacidad y una austeridad acorde con nuestros escasos recursos, es la alternativa que tenemos para enfrentar -y erradicar- problemas tan previsibles como los fenómenos de la naturaleza, el dispendio de dinero público o el alzamiento de 50 badulaque disfrazados de guerrilleros.
La Patria y la Historia nos lo exigen…
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