Sabino Mostaccio (*)
Mucho se ha discutido sobre las causas que llevaron a la guerra de la triple alianza (1865-1870), donde Argentina, Brasil y Uruguay se aliaron en contra de Paraguay. Una guerra que dejó un aterrador saldo de casi un millón de muertos y heridos, y que generó una devastación sin par en la historia de la América del Sur.
Para ello, el intento de López de terciar a favor de los blancos en la guerra civil uruguaya, combinado con sus disputas territoriales no resueltas con Argentina y Brasil, que junto con la necesidad de acceso a los ríos navegables de la cuenca del Plata, hizo temerarios a los paraguayos, que desafiaron a Brasil invadiendo en 1864 parte del Mato Grosso y en 1865, al denegar Mitre derecho de paso a las tropas de López, este ordenó la ocupación de Corrientes.
Según Mitre, Paraguay perseguía anexarse la Mesopotamia argentina con el apoyo de los federales del interior, enfrentados a la causa de Mitre del liberalismo porteño. Se estigmatizó, por ende, como traidores a todos los argentinos que no convalidaron la guerra con el Paraguay, aun reprochando el mal proceder de López (como en su momento hicieron Carlos Guido y Spano y José Hernández, entre otros).
Para la historiografía brasileña, aun dominante en nuestros días, la visión es que López y el Paraguay eran los causantes de la guerra, que se desencadenó por la intromisión paraguaya en el Uruguay. Brasil apoyaba a los colorados de Venancio Flores contra los blancos, que para Brasil eran subversivos porque propagaban ideas antimonárquicas y antiesclavistas en el sur de su tierra, lo que incomodaba a los hacendados que tenían incidencia sobre el gobierno de Pedro II (1840-1889). Aparte, claro está, de los conflictos limítrofes no resueltos, y de cómo López, a diferencia de su padre Carlos Antonio, se alejaba progresivamente de la órbita del Brasil, lo cual amenazaba los intereses brasileños sobre la cuenca amazónica, también el hecho de que López estaba abriendo su país a compañías europeas que competían y mucho con el capital brasileño. La invasión del Mato Grosso y la toma del vapor Marques de Olinda en el puerto de Asunción fue el casus belli que obligó al imperio a defenderse.
Quizás sea en el Uruguay donde hay una rápida reacción a la versión tradicional que achaca la culpa de la guerra solo al Paraguay. Ya en 1885 el presidente uruguayo Máximo Santos –a través de su Ministro de Guerra Máximo Tajes devuelve al Paraguay los trofeos de guerra tomados y condona la indemnización de guerra que se le debía a su país. Siendo del partido Colorad Tajes, esto sorprendió pero tiene que ver con que el Uruguay, a fines del siglo XIX, empezó a despegarse de la influencia brasileña para buscar nuevos alineamientos, en especial con los Estados Unidos de América. Así los historiadores uruguayos, en especial los de ascendencia “blanca”, achacan a una culpa compartida en pequeña parte por Paraguay y los tres aliados. López que muy ambicioso y mordió el cebo que el imperio del Brasil y Mitre le pusieron, para sacudirse a un actor político que les hacía sombra en su secular pugna por la hegemonía regional. En especial, Luis Alberto de Herrera padre sustentaba estas versiones.
Desde la década de 1930, la aparición de una corriente revisionista histórica en la Argentina, a tono con los historiadores paraguayos también, atacó las bases de la versión mitrista y tendió a responsabilizar al colonialismo europeo y a los brasileños, servidores del mismo (muchas veces involuntariamente), como causantes del conflicto. Se construyó la imagen de un Paraguay moderno y progresista, que enfrentó a las oligarquías señoriales de Argentina y Brasil, sumisas al capital británico, que no podía tolerar el desarrollo autónomo de un Paraguay cada vez más firme e industrializado progresivamente, que por lo demás simpatizaba con las posiciones de Estados Unidos, algo inadmisible para Londres.
Había que arrancar este obstáculo para que los europeos se hicieran con el dominio económico de la América del Sur, el mal ejemplo debía ser extirpado cual tumor cancerígeno a cualquier costo. Mitre, a la vez, aprovechó para fortalecer su aparato militar y eliminar los restos del federalismo provinciano reacios a someterse a su proceso de organización nacional, bajo la órbita liberal y porteña. Aquí la figura de López se rehabilita y dignifica como héroe al servicio de una buena causa perdida ante un montón de hombres sin escrúpulos (Mitre, Flores,Pedro II) que agredieron a un país digno.
A más de 150 años de su inicio, la guerra levanta ampollas y espinas, y muy sinuoso es el recorrido historicista hasta las causas y motivos profundos, que no se disipará hasta que los historiadores no se despojen de sus ancestrales prejuicios y las visiones extremas cedan ante una visión global y armónica, que quizás nunca podrá abarcar todo la sangre y el barro que esa guerra sembró por esta parte del mundo.
(*) realpolitik.com.ar
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