La democracia en Paraguay
Es realmente lamentable que Cartes y su colaboradores no puedan capitalizar sus fracasos y al final terminan encerrados en su propia patología. Y socialmente pasa lo mismo en todo el Paraguay.
Nosotros no hemos transitado lejos del autoritarismo estronista a la democracia: No pudimos salir del autoritarismo. Hemos cambiado de régimen, pero no de cultura. La cultura nuestra sigue siendo autoritaria. Porque hay una raíz histórica que determina el presente. El modelo actual de país clama por una necesidad de mejor construcción política y, también, de alternativas mejores al modelo actual de gobierno.
¿Por qué el Paraguay no termina de madurar y de aprender de sus fracasos?
Porque nosotros no terminamos de escribir nuestra experiencia política en el marco de la Constitución. La Constitución en lugar de aparecer como un recurso habilitante de la organización política, aparece como una limitación a las ambiciones de poder. Entonces, nosotros logramos establecer nuestra Constitución Nacional pero nuestra organización política siempre le da a la Constitución un valor fuertemente pretextual y no vertebrador de nuestra organización nacional.
Lo cierto es que no hemos podido transitar de los liderazgos corporativos o sectoriales a los liderazgos realmente nacionales. Es un país que está dividido en intereses corporativos, no integrados en un proyecto de Estado que implique políticas de Estado al servicio de las cuales se ponen todas estas fuerzas que conforman distintos intereses de sectores.
¿En qué hechos por ejemplo se ven estas situaciones?
Lo que constantemente ocurre en el Parlamento evidencia hasta el hartazgo los actos de corrupción padecidos por el Estado nacional. El país es saqueado por cada gobierno de turno y no hay otros sectores de la sociedad que junto a agrupaciones políticas salgan a enfrentar estos atentados contra nuestra dignidad nacional. ¿Dónde están los defensores de este bendito país?… Bueno, son los países que terminan por promover gobiernos llamados “populistas”, por la administración norteamericana al soltársele políticamente de su piloto automático, como ocurre en Bolivia, Ecuador, Argentina o Venezuela. Otros logran aprender de sus fracasos como Chile, Uruguay o Brasil, son países que pudieron capitalizar sus fracasos. A otros no les interesa capitalizar en la línea del afianzamiento de las democracias republicanas, porque entienden que son experiencias agotadas.
¿Este espíritu está aún presente?
Este espíritu en el Paraguay está vivo. El Paraguay es un país que no pudo hacer la transición hacia la democracia constitucional y uno de los argumentos fuertes del populismo es que el modelo republicano democrático está extenuado, que no puede ser puesto en práctica, que no ha servido para organizar a la república con equidad, orden y demás. Su argumento es: Necesitamos un Ejecutivo fuerte, la absorción de los tres poderes en uno solo y políticas de Estado que estén homologadas al partido gobernante, razón por la cual hace falta perpetuar en el poder al color que hoy nos dirige. No estamos caminando hacia la transformación evolutiva de la democracia sino a una transformación involutiva.
Mientras haya fragmentación en la oposición, ¿el Gobierno va a tener más allanado el camino para seguir con su proyecto?
Así es, una de las habilidades fundamentales del oficialismo “no” es promover la fragmentación sino saber que existe. Sabe perfectamente bien que para agravar esta fragmentación no tiene más que utilizar los recursos disponibles. Fíjense cómo proceden con el campo o con el sector industrial al que tienen absolutamente cooptado. Entonces la pobreza de la relación entre ética y política que arrastra el país desde el fin de la dictadura militar y aún desde antes, desde mediados del siglo XX, contribuye a que el populismo hoy tenga en sus manos un capital de desintegración social que favorece la verosimilitud de sus propias ideas, socialmente.
¿Qué quiere la gente? La gente quiere durar, no quiere desarrollarse. Los paraguayos quieren que el Estado los sostenga, “El estado social de derecho”, según nuestra Constitución Nacional, y el Estado va y los sostiene y hace bien en hacer eso, si no se mueren de hambre. Pero no hay un proyecto de desarrollo porque ello implicaría mayor equidad social, mayor cultura, integración profunda entre justicia y conocimiento, educación.
En este escenario queda poco margen para el desarrollo democrático…
La gran pregunta hoy es ¿cuál es el porvenir de la democracia republicana en el Paraguay? A mi entender como el desarrollo económico del país está tan condicionado en la necesidad de monopolizar el poder político por parte del Gobierno, creo que el Paraguay es un país que está en este momento condenando al despliegue de la democracia republicana a cumplir un rol muy periférico en la organización nacional. Y no hay reacción del otro lado que permita evidenciar alguna alternativa.
No la hay, porque nuestras instituciones están debilitadas, entonces existe un gran empobrecimiento cultural de la vida política paraguaya que está sustituida por el fervor partidario que en el oficialismo implica la construcción de una ideología con la exaltación permanente de quienes serían los líderes que orientarían al país después de los que hoy representan al Partido Colorado.
(*) lanación.com.py