Inestabilidad asegurada

Por Marcos Cáceres Amarilla (*)

Si se concreta el proyecto de reelección presidencial vía enmienda de la Constitución que impulsa el cartismo, dirigentes de la oposición y de la disidencia colorada, que se oponen tenazmente a esa iniciativa, amenazan con una fuerte reacción.

platonY, si finalmente se frustra la posibilidad de reelección, en el Partido Colorado y en los partidos de la oposición en general, con seguridad, se desatará una encarnizada disputa por las candidaturas para los cargos en el 2018.

Es decir, cualquiera sea el escenario que se produzca finalmente, tenemos asegurado un año de gran turbulencia política cuyas consecuencias, incluyendo posibles situaciones de inestabilidad y hasta de violencia, no se pueden descartar.

Los hechos de violencia no son extraños a nuestro sistema político en las últimas décadas. Desde la caída de la dictadura stronista, en 1989, y hasta el presente la sociedad paraguaya ha pasado por muchos momentos críticos. No podemos jactarnos de gozar de estabilidad política por el solo hecho de acudir a las urnas regularmente cada cinco años.

Si repasamos un poco nuestra historia reciente, tras el fin del stronismo, vemos que en todos los periodos presidenciales tuvimos amenazas más o menos serias de quiebre del sistema institucional, algunas de ellas concretadas.

El último episodio, en el periodo anterior, afectó al entonces presidente Fernando Lugo, quien fue destituido en un juicio político motivado por una masacre previa de campesinos y policías que sacudió al país y cuyas circunstancias no están hasta ahora aclaradas. Esta excusa, real o fabricada, se utilizó para sacar del cargo a alguien electo por voluntad popular.

Si de violencia cruda hablamos, en el actual periodo presidencial, el denominado Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP) cometió más asesinatos que en todos los periodos anteriores. Eliminó a 40 personas (19 civiles, 18 policías y 13 militares), a los que se deben sumar varios crímenes del narcotráfico.

Por alguna extraña razón todas esas muertes no fueron motivo de inestabilidad política, como sin duda lo hubieran sido en otro periodo.

Pero, la inestabilidad que no instalaron estos crímenes violentos tal vez termine haciéndolo la obsesión de algunos dirigentes.

La obstinación por permanecer o capturar el poder hace también que se estén dando actualmente alianzas inesperadas entre actores políticos que hasta hace poco tiempo intercambiaban denuestos o graves acusaciones y que ahora tienen intereses comunes.

¿Quién hubiera imaginado hace unos meses que coincidirían en su interés Fernando Lugo, Blas Llano, Horacio Cartes, Zulma Gómez, Jorge Oviedo Matto, entre otros expectables?

En la otra vereda, asombra ver del mismo lado a Juan Carlos Galaverna, Efraín Alegre, Mario Abdo Benítez, Desirée Masi, Blanca Ovelar, etc.

En algunas semanas más, posiblemente, las barajas se vuelvan a repartir y, sin ningún rubor, se producirán “pases” entre figuras de uno y otro bando.

La duda es si, en las condiciones actuales, hay posibilidades de llegar de manera pacífica y sin grandes sobresaltos a fin de año al escenario de las elecciones internas y generales.

Tomando en cuenta el perfil de los actores políticos que aparecen en primera fila, comenzando por el Presidente de la República, nadie podría asegurar que esta disputa política tendrá una resolución civilizada.

(*) mcaceres@abc.com.py