Hay Revoluciones y revoluciones
Rafael Luis Franco (frarafael@gmail.com)
Cuando se produce una auténtica Revolución, con R mayúscula, que va a producir un cambio para bien en la sociedad, como la de Febrero de 1936, sin falta es atacada para destruirla tanto por fuerzas liberales como marxistas, por políticos y militares metidos en logias secretas y por los medios de comunicación que estos controlan; ellos no toleran ni pueden permitir que el poder se les escape de las manos.
Solo en caso que puedan copar el proceso revolucionario y controlarlo este puede continuar, pero aquí ya está totalmente desvirtuado y el remedio vendría a ser mil veces peor que la enfermedad.
Así pasó con el gobierno de 1936-1937, de dieciocho meses de duración; como las fuerzas que hice referencia no pudieron coparlo, algo que intentaron desde sus inicios con ciertos ministros, tuvieron que derribarlo; y a pesar de que aquella Revolución llevó adelante principios de la economía liberal con contenido social, respetó la propiedad privada, acató la Justicia y se declaró abiertamente anticomunista y antifascista, los viejos políticos liberales y comunistas no dudaron un instante en aliarse y buscar su derrocamiento.
Y al gobernante, al que osó tamaño atrevimiento, lo enviaron al destierro; un exilio brutal (no dorado ni tan corto como pasaron otros) que duró un cuarto de siglo; mientras tanto lo denigraron, buscaron ensuciarlo con falsas acusaciones, y luego el silencio absoluto, además del ocultamiento de todo lo hecho por aquel gobierno en tan solo año y medio, para que no se enteren las nuevas generaciones que hubo en el Paraguay un gobierno que desafió sus poderes y mostró que otro camino es posible, hasta borraron este período de los libros de texto escolares.
Así se comportan las mafias en la política, mafias con conexiones internacionales que les brindan apoyo de toda clase a su gente; el servicio principal es la cobertura mediática, tanto sea para protegerlos de escándalos como para inventar noticias falsas, ya que el control de la opinión pública y su direccionamiento es esencial para sus fines.
Y entonces, ¿cuándo o cómo darse cuenta que estamos frente a una falsa Revolución o un falso líder?; no es tan complicado, la característica más importante es que estos, los falsos, tienen mucha prensa, a favor o en contra, no importa, lo interesante es que se hable del “nuevo mesías” y genere una polarización; y es esta misma prensa, la que está al servicio de las corporaciones, la que alumbrará al “salvador”, que aparece un buen día de la nada, casi por generación espontánea, y ya nadie puede dejar de hablar de él.
Así pasó con Perón, con Chávez, con Allende, con Lula, con el candidato colombiano Gustavo Petro, con el mismo Castro y muchísimos otros.
Así como el hombre de campo, que observa el cielo para saber si va a llover o no, su experiencia acierta más que el pronóstico de la TV, así debemos observar los vaivenes políticos, con la experiencia que da el pasado y no seguir a opinadores con títulos de expertos, muy bien pagados por la corporación política, que les hablan del cambio para que nada cambie