(Advertencia al posible lector: este escrito es producto de la cuarentena, día 8vo.)
Rafael Luis Franco (frarafael@gmail.com)
Los expertos dicen que, normalmente, un virus sobrevive fuera de un organismo algunas horas, dependiendo del sitio donde se pose; lo extraño de este nuevo virus es que puede sobrevivir días, hasta semanas; de ahí el tema de la rigurosa cuarentena y su prolongada extensión.
Se dice que esta situación, la cuarentena mundial, es como una guerra; la cual como todas las guerras va a incidir enormemente en el gasto público, con el consiguiente endeudamiento y recesión; pero si es así esta no sería una guerra convencional, en la cual mueren principalmente los jóvenes y se destruyen edificios, ciudades, se contaminan las aguas y es afectada en gran medida la naturaleza; no, en esta guerra, al contrario de las otras, las principales víctimas serían los ancianos, los mayores de 60 y personas con problemas de salud preexistentes; casualmente el sector que más gasto social produce. Por una estadística española se ve que en este segmento de la sociedad se concentra, hasta el momento, cerca del 95% de las víctimas fatales. Tampoco se verían afectados los edificios y ciudades, y menos la naturaleza, que como vemos en estos días, con el ser humano escondido, se está recuperando rápidamente. No sé si recuerdan, hace unos años, una serie que planteaba cómo sería la Tierra sin los humanos, dentro de un siglo, un milenio y decenas de milenios; y bueno, lo que vemos ahora vendría a ser un reality show.
Hoy día, quizá sin darnos cuenta y enterarnos, tal como supongo pasó en la sociedad al comienzo de las dos primeras guerras del siglo XX, estemos viviendo los comienzos de otra, tal vez esta sea “una nueva forma de guerra”; en la que como dije arriba solo se destruyen las personas, sobre todo las mayores, las que más gastos sociales producen; algo parecido a lo que hizo el nazismo con su sociedad.
Como dije, en situación de guerra el gasto público aumenta; el aumento de este tipo de gasto es una vieja solución keynesiana, al que los socialistas adoran, propuesta por sus seguidores inclusive y preferentemente para tiempos de paz, y todos los tiempos; pero resulta que está más que probado que este sistema no sirve, porque estas políticas solo llevan a situaciones como las que vive Argentina hace décadas, de constante inflación e hiperinflaciones cíclicas; sí resulta ser un brillante negocio para muy pocos; por tanto, la conclusión sería que estos economistas, keynesianos, no se equivocan; los equivocados somos nosotros al creer que se equivocan.
Si antes un dictador loco quería apoderarse del planeta (Napoleón, Lenin, Hitler, y este último por un pelo no lo logró), con el apoyo de otros dictadores menores pero efectivos (Mussolini, Perón, Mao, Castro, e infinidad más); que dominaban mediante el terror a sus pueblos y promesas de liberación a los otros, imponiéndose sus fotos y bustos por doquier, de manera que se los debía adorar cuasi como dioses terrenales; y si antes era la foto del dictador la que imponía el terror hoy día vemos en la pantalla chica un incesante bombardeo de la imagen del virus, que aparece de fondo en todas los canales donde tocan el tema, daría toda la impresión que subliminalmente buscan que el terror, el miedo, penetre en la mayor cantidad de mentes posibles; es así que el Covid/19 vendría a ser un nuevo líder mundial que impone las reglas del juego (ni Orwell ni Bradbury lo hubieran imaginado); y al igual que los anteriores dictadores este monstruo hace cerrar los templos, prohíbe las reuniones, declara estados de sitio y toques de queda… en fin, demasiadas similitudes.
Ya en la Segunda Guerra Mundial los japoneses experimentaron en una región de China que habían ocupado, en un laboratorio secreto y utilizando prisioneros chinos como conejillos, con pulgas contaminadas con la peste bubónica; su plan era exparsirlas masivamente mediante bombas que iban a arrojar sobre los EE.UU., por suerte no lograron su cometido; y no nos olvidemos que no hace mucho el ántrax fue diseminado en el país del Norte luego del ataque a las torres gemelas, con fines terroristas. La guerra bacteriológica es un hecho en proyectos secretos; y el simulacro de pandemia hecho el año pasado por el Instituto Hopkins, que demostró que morirían decenas de millones por un virus similar al actual, es probable que no haya sido solo una simple ocurrencia premonitoria del multimillonario Gates.
Y un detalle, para los mal pensados: en la ciudad cero, Wuhan, que es donde se originó la contaminación, está el Laboratorio Nacional de Bioseguridad, de la Academia de Ciencias de China, nivel P4, de máxima seguridad, que son los que tienen permitido experimentar con los virus más peligrosos; y entre las sospechas que hay es que el virus pudo habérseles escapado; por tanto, la historia del murciélago, que se comió la víbora, que se comió el chino o echarle la culpa al pobre pangolín suena medio raro, no cierra bien, porque desde la época de Mao estos bichos forman parte de la mesa de los wuhaneses y los virus saltaron de un lado a otro sin conflictos y estuvieron tranquilos hasta que, casualmente, hace dos años se instaló el gran laboratorio, del que en su nivel solo hay ocho más en el mundo (Francia, Canadá, Australia, USA, Gran Bretaña, Gabón, este depende de Francia, Suecia y Sudáfrica, https://www.eldia.com/nota/2020-2-27-15-28-0-crece-la-teoria-de-que-el-coronavirus-salio-del-laboratorio-de-wuhan-informacion-general); y qué mejor lugar que instalar un laboratorio nivel P4 donde hay un mercado como el de Wuhan, donde tienen a mano todas las especies de animales exóticos de los que pueden extraer los virus más raros y, por si las moscas, si pasa algo “la culpa la tuvo el pangolín”.
O sea, hay que entender que el virus, la pandemia, se originó en un país sometido por una férrea dictadura, que controla todos sus medios de comunicación, que puede ocultar e informar lo que le viene en gana y nadie va a saber si es cierto o no; aparte de tener su gobierno una ideología que les da cobertura intelectual global, que les brinda libertad e impunidad para hacer los experimentos y cometer las atrocidades que se les ocurra; un país con sueños imperiales que viene expandiéndose aceleradamente, que con sus productos de mala calidad, pero baratos, casi regalados por el subsidio estatal, ha logrado cerrar miles de fábricas en el mundo, con el consecuente empobrecimiento y desempleo; que se está adueñando rápidamente de la producción de materias primas; y que todo esto conlleva a un desequilibrio mundial y a un nuevo orden.
Lo cierto es que con la nueva tecnología que nos ha asimilado, de la cual dependemos casi como el alimento al cuerpo, las probabilidades de un nuevo orden y gobierno mundial son factibles; fíjense que vivimos con el celular en la mano, o la tablet; que estamos siendo observados por infinitas cámaras, escuchados, y hasta conocen nuestros gustos y opiniones políticas por los populares Facebook, Twitter, Instagram; tienen nuestras huellas y rostros gracias a la seguridad que proteje nuestros celulares (para completar solo faltaría que la próxima generación de celulares traiga como “seguridad” opcional un reconocimiento de adn); mediante un sistema interconectado en una “nube” que nadie sabe dónde está, que les permite hackearnos cuando se les dé la gana, encima, no contentos con eso, ahora apareció un supervirus totalitario que dicta nuestra conducta; se acabaron las manifestaciones de protesta del día a la noche, tal como pasó en Cuba después de la llegada de Fidel, o pasa en cualquier país comunista.
Por tanto, como defensa ante este endemoniado enemigo invisible, durante este obligado encierro, lo único que se me ocurre para no dejarnos dominar por él, aparte de todas las medidas higiénicas a tomar, es hacer un reset espiritual, algo que ya hacían los antiguos anacoretas cuando el mundo se volvía loco.
La reflexión que me surgió, los otros días en el momento del rezo mundial, es que ante tamaña desgracia provocada por este virus, ante la inevitable muerte que en uno u otro momento nos va a llegar, pero que a muchos se les adelantó con esta peste, es que tras el inmenso sufrimiento, el dolor espiritual, que se produce está el amor; se sufre porque se ama, ya que nadie sufre por lo que no ama; si no existiera el Amor en el mundo tampoco habría sufrimiento; y esa capacidad de amar se nos ha dado junto al libre albedrío, y que pese al sufrimiento y tribulación de la hora el Amor, consciente e inconscientemente, se sigue imponiendo en el mundo; lo que los positivistas desechan porque no pueden explicar es la clave de la salvación, y que esta Presencia invisible es mucho más poderosa que todos los virus que puedan aparecer. Recordemos lo que el evangelista Juan dice: “En esto se manifestó el amor de Dios en nosotros: en que Dios ha enviado a su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por medio de Él … En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”.
Es tiempo de espera, de Esperanza, a no perderla, y tampoco el sentido del humor. Feliz cuarentena.
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