Hacia dónde va el primer mundo y hacia dónde vamos nosotros

 

Rafael Luis Franco (*)

Las modas, de distinta naturaleza, por los siglos de los siglos siempre han provenido del primer mundo, o lo que se ha dado en llamar en distintas épocas: la civilización; más avanzada por supuesto. La moda en cuanto a vestimenta, sobre todo, nos llega desde Europa, el Viejo Continente. Qué contradicción, no: lo viejo siempre con lo nuevo. La minifalda, la biquini, los jean rotos, la moda punk, los hippies… También la música, recordemos a Los Beatles, Rolling, etc.; un poco más atrás las polkas, shotis, mazurkas, valses, jazz, rock, foxtrots; hasta el tango, que arribó a nuestras riberas y adoptó características propias. La tecnología que usamos, desde la llegada de Colón hasta la actualidad es también foránea, generalmente originada en Inglaterra o Alemania y más recientemente mejorada por los asiáticos.

Por otro lado, compiten fuertemente con los europeos los norteamericanos. La penetración cultural por parte de estos a través de películas, a lo largo del siglo veinte, ha sido formidable. Nosotros quizá conocemos más los nombres de muchas localidades yanquis que las propias. Nuestras viejas y tradicionales comidas han sido desplazadas por las hamburguesas, panchos, caldos en cubo, purés instantáneos, pollos instantáneos, el viejo pororó ahora es pockorn, etc. Los quioscos son drugstore, las tiendas son shoppings, proliferan los fast-foods, cualquier peluquero hoy es un coiffeur que te hace el brusshing y el antiguo envío a domicilio pasó a ser un delivery. En el mundo de los negocios tenemos yuppies, management, entrepreneur, ahora un poco más nuevo los brokers. Las palabras marketing, franchising, merchandaising, etc., son de uso regular. Lo único que todavía no nos pudieron enchufar en esta parte del mundo es el béisbol y la palabra soccer, pero no crean que no están estudiando la forma.

Pero yendo un poco más atrás en el tiempo, veo que hay términos que se usaban antes de venir uno al mundo, que eran también foráneos: taxi, bar, hotel, restaurante, boite, whisky, etc. Así habrá habido palabras nuevas que se introdujeron en los siglos XIX y XVIII. O sea que, como expreso al principio, nuestro mundo siempre se nutrió de modas y adelantos extraños, que se impusieron sin violencia y sin darnos cuenta. También muchas de las modas que nos legaron fueron pasajeras. Como todo: lo bueno perdura, lo malo, no. Pero sin duda algo es cierto, todas las innovaciones primero se experimentaron en su lugar de origen, luego nos mandaron los peludos de regalo.

Y en política cómo andamos. Este rubro no es una excepción a la regla. Desde la conquista, todas las luchas que se dieron en el Viejo Continente se vieron reflejadas en las posesiones que estos tenían en ultramar. Franceses contra españoles, españoles contra ingleses, franceses y españoles contra ingleses, portugueses atrapando africanos para venderlos como esclavos en América, nazis con la idea de adueñarse del mundo, modas fascistas, socialistas o comunistas, el liberalismo jacobino y el liberalismo inglés. Todo extranjero, nada de esto se inventó en nuestras tierras y, por el contrario, todo proyecto político auténticamente nativo que pudo darse fue sojuzgado mediante agentes criollos que no han tenido escrúpulos en llevar adelante verdaderos genocidios; como recompensa, la gran mayoría de estos “adelantados” han recibido, posmortem, la gratitud eterna que se ve reflejada en monumentos, calles, la historia oficial y los suplementos culturales de los domingos.

Pero actualmente, en política, cuáles son las modas que imperan en el Viejo Continente que tarde o temprano nos van a llegar. Creo que las elecciones recientemente realizadas en Francia, España e Italia, nos pueden dar una idea.

En Francia, luego de un par de períodos de Jacques Chirac, quien sucedió a un comunista como Mitterrand, dueño absoluto de Francia desde 1981 a 1995, un miembro de su mismo partido, Sarkozy, vuelve a ganar los comicios. El socialismo ha quedado relegado.

En España, si bien los pasados comicios fueron municipales, se puede observar una leve ventaja del Partido Popular (conservador) con respecto al Partido Socialista Español.

En Italia, Berlusconi perdió hace algunos meses frente al socialista Prodi, pero estos acaban de perder en los recientes comicios municipales. De 26 ciudades, 13 ganaron los conservadores, o sea la línea del magnate italiano, cinco los socialistas y 8 van a desempate.

En Alemania, en las pasadas elecciones, también los conservadores han desplazado a la izquierda.

En todos estos casos las elecciones fueron reñidas y ambas fuerzas, socialistas y conservadores, vienen desde hace tiempo alternando el poder sin mayores contratiempos.

También hay que tener en cuenta, que en estos países los socialistas han tenido que cambiar su viejo discurso de estatistas por el de libre mercadistas. A ninguno de los candidatos de izquierda en estas regiones hoy día se le va a ocurrir hacer campaña con las ideas de Marx o Lenin. Porque saben bien que si esto hicieran no los votan ni su familia.

Observando los dramas que ha sufrido la vieja Europa a lo largo del siglo XX: las guerras mundiales, las sucesivas dictaduras que parecía serían eternas, el hambre, la desocupación y las masivas emigraciones que produjeron estos sistemas, sobre todo en Italia y España, da la impresión de que algo han aprendido y hoy día son países estabilizados, han logrado unirse formando una comunidad, una moneda única y acuerdos fronterizos que permiten moverse de uno a otro Estado sin mayores papeleos. Pero para que ello suceda, primero tuvieron que respetar las leyes del juego; o sea sus propias constituciones. A ningún gobernante que acceda al poder, sea de derecha o de izquierda, se le ocurre cambiar dichas reglas para perpetuarse en el poder, o clausurar un diario porque es opositor.

Como ven, la actual moda en política en el primer mundo no es la revolución del proletariado. Es todo lo contrario: el respeto al individuo; a las opiniones, a la libre competencia y a la libre información. Con un muy fuerte apoyo de la Comunidad a su gente en el campo de la investigación.

Como se aprecia y compara fácilmente, en cuestión de moda política estamos atrasados casi un siglo.

Por eso nuestros paisanos se van. Se van porque por estos lares, en Sudamérica, Chávez es el referente; porque el gobierno paraguayo enquistado en el Partido Colorado se declara socialista y humanista y buscan la forma de eternizarse cien años más en el poder; porque en la Argentina hay permanentes marchas de personas que recuerdan a las que se hacían allá por 1917 en Rusia; porque nuestros gobernantes pretenden desde que asumen cambiar la Constitución, para recontrarreelegirse; manejar la Justicia con jueces amigos y manipular el Legislativo. Porque critican la globalización, un proceso irreversible desde que el mundo es mundo. Y porque este sistema colectivista que impera en estas latitudes hace que lo único que progrese sea la miseria, el desempleo, el clientelismo, la corrupción, la ignorancia, la injusticia, la inseguridad y, lo peor, la desesperanza. O sea que nuestros compatriotas se van no porque no vean un porvenir para ellos, sino que no ven un porvenir para sus hijos y nietos.

Una pregunta: dígame, ¿usted se metería con su viejo autito en una autopista de contramano? Seguro que no. Entonces, ¿por qué vamos de contramano con una vieja política, que sabemos ha fracasado, y que nos lleva al desastre indefectiblemente?

Y así como los adelantados criollos, hoy convertidos en héroes (con pies de barro) que hice referencia antes, no permitieron el desarrollo en estas regiones de proyectos locales, veo que actualmente tenemos otros “adelantados” que nos proponen proyectos probadamente fracasados como si fueran el último grito de la moda. Por eso, como reflexión final, le pido que piense un poco antes de emitir su próximo sufragio. Nuestros males no son responsabilidad exclusiva de los que nos dirigen, por algo están allí

*(Publicado en 2007 en la revista paraguaya internacional Ñe’ẽngatú)