Rafael Luis Franco (frarafa@gmail.com)
Cuando alguien hace una pregunta es para conocer algo, ya sea una dirección, la opinión ajena o algo que simplemente desconoce, pero sobre todo se supone que al que pregunta les interesa nuestra respuesta.
Pero muchas veces no es así, ya que hay personas que suelen preguntar no para saber algo sino para rebatir algo y lo que menos les interesa es conocer la opinión contraria y contrastar con la suya; porque ellos ya tienen “su respuesta”, “la respuesta”; así la pregunta se convierte solo en una excusa del que la hizo para luego, a bocajarro, disparar agresivas ideas-opiniones, generalmente con poca o sin ninguna preparación o fundamento; normalmente basadas en una visión cargada de prejuicios, cuando no de resentimientos, hacia lo que él considera “distinto” y hasta “enemigo”.
Esta gente nunca dice “creo”, “me parece” o “tal vez”, porque la firmeza (entiéndase por firmeza fanatismo) de sus convicciones no admite contradicciones; convicciones que normalmente caen en permanentes contradicciones y que no resisten el menor análisis. Es así que el diálogo se vuelve imposible y la mayoría de las veces termina mal; sin provecho ninguno, ni para los que discuten y menos para los ocasionales oyentes.
La televisión está llena de programas armados para la polémica, donde todos opinan, hablan a la vez, gritan, se acusan, se burlan unos de otros… y si por ahí alguien quiere exponer con fundamento una idea no falta el que desvía el tema porque no le conviene lo que está diciendo; o sea que cada uno ya tiene un rol asumido, un personaje, del que no puede salirse; una especie de puesta en escena, un show, para que el televidente tome un partido, por uno u otro; programas de polémica, de gente intratable e insufrible que es una total pérdida de tiempo verlos.
Se entiende que el diálogo es lo más elevado de la condición humana, es la elevación del pensamiento, del razonamiento, es un ida y vuelta entre dos o más que lealmente buscan respuestas, ya sea en el orden filosófico, metafísico, político o histórico; y digo lealmente en el sentido de honestidad intelectual; algo que en estos tiempos la ideología, colonizadora de cerebros, ha dejado completamente de lado, supeditando la verdad a un relativismo que todo lo acomoda a sus necesidades políticas, porque lo que da por verdad ahora lo niega mañana; una ideología que a esto también, en una época, acomodó la palabra “dialéctica”, con la cual han engañado y engañan a media humanidad.
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