Álvaro Cuadra (*)
El triunfo de Mauricio Macri en el balotaje del domingo 22 de noviembre de 2015 quedará inscrito en la historia argentina como un hito, pues, como resulta evidente significa un cambio de rumbo respecto a lo que venía haciendo Cristina Fernández hace ya más de una década.
Quizás sea aún prematuro decretar el fin del kirchnerismo en el seno del mundo peronista, pero, es indudable que se inaugura un nuevo ciclo en la política argentina que tendrá repercusiones dentro y fuera de este país.
Por de pronto, se espera que el nuevo gobierno haga sentir su impronta en el ámbito de las relaciones internacionales. En el plano regional, parece claro que el gobierno de Mauricio Macri se alejará de los gobiernos populistas latinoamericanos como los de Venezuela, Bolivia y Ecuador. A nivel mundial, se espera un enfriamiento de las relaciones con Irán y un fortalecimiento de las relaciones con los Estados Unidos y los países europeos. Así, también, no resulta aventurado pensar que en los años venideros, la Argentina bien pudiera bascular hacia las naciones del Pacífico, como un modo de dinamizar su alicaída economía.
La nueva posición del gobierno argentino modifica los equilibrios políticos en toda América del Sur. Por su importancia, el triunfo liberal en Argentina parece señalar el fin de un ciclo destinado a trascender sus fronteras y significa un serio revés para gran parte de cierta izquierda latinoamericana, precisamente, aquella que despertó con la revolución bolivariana encabezada por Hugo Chávez. Tal como ya se ha señalado, una severa crisis económica de carácter mundial y el malestar creciente de los sectores medios, a los que habría que agregar una dosis nada despreciable de corrupción y una escasa autocrítica de sus protagonistas, se apuntan entre las causas inmediatas del ocaso de las fórmulas populistas de izquierdas.
Con todo, en el plano interno, el gobierno de Mauricio Macri no la tendrá fácil, pues ha de habérselas con una oposición peronista fuerte, no solo arraigada en la cultura política argentina sino, además, atrincherada en la burocracia estatal, en el poder legislativo y en los sindicatos. Si bien el kircherismo está desprestigiado, incluso en el seno del peronismo, esto no significa que políticos como Sergio Massa, bien pudieran capitalizar ese desprestigio para una renovación de la mitología peronista.
Más allá de las caricaturas, los miedos y excesos de una campaña electoral, por momentos, afiebrada, lo cierto es que el gobierno de Macri posee un espacio limitado de maniobra. Tales límites no sólo los impone el complejo panorama político argentino que exige avanzar por la sinuosa senda de la negociación, el diálogo y el consenso sino también por el actual clima económico mundial que exige austeridad y cautela a todos los gobiernos latinoamericanos. Todo ello apunta a morigerar las expectativas de algunos y aceptar que los cambios prometidos serán graduales, moderados y más lentos de lo que muchos quisieran. Lo concreto es que Mauricio Macri ha logrado desbancar doce años de kirchnerismo y eso no es poco.
(*) Pensador, ensayista y académico. Licenciado y Magíster en. Letras de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Doctor de la Sorbonne, París, Francia. Catedrático en comunicación social y Director Académico del Programa de Doctorado en Educación y Cultura en América Latina de la Escuela Latinoamericana de Estudios de Postgrado y Políticas Públicas (ELAP) de la Universidad de Arte y Ciencias Sociales (ARCIS
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