¿Por qué el FMI tiene tanta mala fama?

Rafael Luis Franco (frarafael@gmail.com)

A principios de la década de 1990 llegó a la Argentina un funcionario de la famosa y antigua banca inglesa Baring Brothers, y el diario “La Prensa”, de Buenos Aires, envió a un periodista a entrevistarlo, lo que recuerdo claramente de la nota fue lo siguiente; el periodista le preguntó: “Dígame, ¿por qué ustedes tenían tanta mala fama en el siglo pasado?”, y el funcionario le respondió: “Porque éramos la única banca no hebrea”.

fmi-go-homeCon  esa simple respuesta el funcionario dijo mucho; la mala prensa de la Baring era una cuestión de competencia económica que respondía a un poderoso cartel financiero que mayoritariamente manejaba los préstamos internacionales a Estados o naciones.

El  ataque difamatorio, provenía de la prensa, la propaganda, la historia, el manejo político de la cuestión cultural; que indirectamente le decía a la Baring “no te metas en nuestros negocios que te destruiremos”; al final, pocos años después esta de disolvió, pero por otros motivos. Que se entienda que mi interés no es defender el accionar de la banca Baring sino tratar de entrever el juego de la banca internacional constatando que aquellos que la atacaban tampoco eran mejores.

Bien,  como sabemos desde hace tiempo el FMI (Fondo Monetario Internacional) es denostado y desprestigiado, pero recordemos que este Fondo no es un banco, …es un fondo!; y tiene su página web donde brinda información sobre su actividad, a la cual aconsejo entrar y así conocer personalmente de qué se trata.

El FMI presta dinero a sus socios, los países que lo conforman (más de ciento ochenta), cuando tienen una emergencia, siendo los plazos para la devolución no muy largos y los intereses bajos, en algunos casos inexistentes para naciones en desarrollo. Los estados que reciben dichos préstamos deben devolverlos en pocos años, y si te prestan dinero en esa condición también es lógico que sean auditados por quien lo presta.

Pero para entender mejor lo que es un “fondo”, como el FMI, imaginemos un grupo de chacareros y estancieros, pequeños y grandes, digamos unos quinientos que un día se reúnen y deciden crear un fondo común de reserva para ayudarse mutuamente en casos de emergencia, y el capital del mismo sería integrado de acuerdo a la capacidad de cada uno: el que tiene 100 hectáreas pondrá $ 100, el de mil $ 1.000 y así sucesivamente; y las condiciones para recibir la ayuda, cuando uno de los socios lo solicite, un equipo de asesores, constate la emergencia y la capacidad de devolver el capital más un mínimo interés, supongamos del 2 o 3%, y en algunos casos 0% de interés. El plazo de devolución no excederia el tiempo de una cosecha o dos a lo sumo. Esta estrategia de rápido retorno es para que el fondo no se descapitalice, se recupere rápido y pueda asistir a otros agricultores cuando lo requieran.

Pues bien, este instrumento financiero, ¿a quiénes creen que perjudicaría o molestaría? Sí, acertaron, a la banca privada local; ya que con este tipo de autogestión, o autoayuda, sistema solidario, la banca que vive de los préstamos a dichos agricultores, a tasas mucho más altas, tasas usurarias, banca que cuando más necesitado estás más interés impone, o sea que te tira un salvavidas de plomo; esta banca indudablemente se vería perjudicada en su negocio, y si el ejemplo cundiera en otras partes sería un desastre: ¡tendrían que bajar los intereses! Además de no poder quedarse con muchos bienes ajenos por dos pesos, bienes que luego pueden venderlos o rematarlos a 100.

Entonces esta usuraria banca como respuesta al molesto fondo campesino. Implementaría las estrategias de atacar y criticar al organismo creado por la gente del campo y de alguna manera, a no dudar, vería de infiltrar de forma solapada a alguno de sus hombres para manejar, obstruir o desviar los intereses del grupo de manera de destruirlo internamente.

Pero la mala fama del FMI no proviene exclusivamente de afuera, sino también de adentro, de algunos de sus directivos (como es el sonado caso de Strauss Kahn, de extracción socialista y frustrado candidato a la presidencia de Francia y otros); directivos de gobiernos populistas que no hacen absolutamente nada por cambiar la imagen y explicar a la gente el sentido del Fondo y que toda la propaganda en su contra es un engaño mayúsculo.

Es claro entonces que hay directivos del FMI que son los quintacolumnistas de la banca privada y representan a gobiernos en muchos casos populistas, conducidos por demagogos y corruptos, que suelen negociar con dicha banca alguna “pequeña” participación por cada préstamo (de miles de millones de dólares) que solicitan; préstamos que nos hipotecan por varias generaciones.

Entonces, la respuesta a ¿por qué tiene tanta mala fama el FMI? es: porque es evidente que el Fondo perjudica a un sector financiero muy poderoso; igual que la vieja banca Baring que comenté al principio, y a quienes no les conviene que los Estados reciban ayuda de ningún tipo de Fondos solidarios.

¿Y cómo se defienden estos banqueros en la actualidad? Aquí entran a jugar los movimientos de izquierda progrepopulista que, consciente e inconscientemente, funcionan como ariete del sector de la usura internacional, quienes en las sombras se ve que son los que financian y manipulan muy exitosamente a los reaccionarios, fascistas e idiotas útiles, que perfectamente organizados, como en un baile sincronizado de la danza de los vampiros, con banderas del Che, de Lenin, de Castro, rostros cubiertos y palos, llevan alegremente a la ruina a sus naciones.

Por último, les diría a estos románticos nihilistas que gritan “¡abajo el FMI!” y afirman que acordar con el Fondo “¡es traición a la patria!”: que recurrir a un fondo común no es caer en manos de los buitres; que si no se dan cuenta que pedir prestado a banqueros al 8-10% es mucho peor que pedir al 2-3%… Y que entiendan que son justamente ellos, con su postura y actitud, los que traicionan los intereses de ese pueblo que dicen representar; que lo que están haciendo con sus protestas es engordar a los buitres… en fin, les diría lo que dijo un exfuncionario argentino: “¡Muchachos, no nos tomen por boludos!”.