En nombre de la seguridad hacen “negocios migratorios”
Por Lelio Mármora – Ex Director de Migraciones, actual Director del Ipma (Instituto De Politicas Migratorias y Asilo *
La lógica de un mundo globalizado se presenta como la de la libre circulación de los factores. Capitales, bienes, tecnología y personas se desplazarían en un mundo con fronteras cada vez más flexibles.
La realidad estaría mostrando otro panorama: los capitales, bienes y tecnología circulan pero con direcciones y facilidades que responden a una globalización asimétrica y monopólica, entre espacios separados por brechas cada vez más profundas.
Las personas se mueven cada vez más, pero la libertad de circulación también se encuentra restringida por las asimetrías de poder de los Estados. Mirando desde el norte hacia el sur el mundo no tiene barreras, mientras que a la inversa las dificultades son cada vez mayores.
El argumento de estas políticas restrictivas en los países más poderosos de la tierra tiene como principal justificación la de la “seguridad”.
La internacionalización del delito expresada en el cada vez mayor tráfico de armas, estupefacientes, personas y dinero, se encuentra inserta en grandes organizaciones transnacionales infiltradas en sectores importantes de fuerzas de seguridad, de la política y de la justicia de todos los países en los que se instalan.
Atribuir a las migraciones semejante delito es una forma de esconder el verdadero problema bajo el manto del prejuicio contra el extranjero.
La “securitización” de las políticas de migraciones asumida por la mayor parte de los países desarrollados ha desembocado en el llamado “negocio migratorio”. Así, en nombre de la seguridad se alimenta el negocio electoral, la corrupción administrativa y los “grandes negocios”.
El racismo y la xenofobia que parecían sepultados luego de los horrores de la segunda guerra mundial han reaparecido con cada vez más fuerza en las democracias desarrolladas del norte.
La mayor restricción lleva inevitablemente a una mayor corrupción.
Las ganancias por trata de personas, calculadas en U$S 10.000 millones hacia una década, ascienden hoy a más de U$S 30.000 millones por año.
Los “grandes negocios” de la securitización migratoria se han incrementado a través de la construcción de muros y vallas para impedir el movimiento de personas, las deportaciones masivas y los centros de detención. La caída del Muro de Berlín fue festejada como un triunfo de la democracia, pero desde ese momento se estima quese han construido alrededor de 18000 km de muros en todo el mundo.
Sólo para la elaboración de dispositivos flotantes para vigilar sus costas, la Unión Europea gastó 5 millones de euros, y para el mismo objetivo se calcula en 6.000 millones de euros el costo de aviones no tripulados en los próximos 10 años.
La duplicación del muro que separa los Estados Unidos y México, ejecutada por las compañías militares que han trabajado para el gobierno de EE.UU. en Irak y Afganistán, está calculada en 13.000 millones de dólares. En EE.UU., tres compañías monopolizan el negocio de los centros de detención de migrantes y son propietarias de 200 instalaciones con más de 150.000 camas. Obtienen ganancias anuales que rondan 5.000 millones de dólares.
Durante los últimos cuatro años, el costo de la deportación desde los EE.UU. de más de 1 millón y medio de personas superó los 20000 millones de dólares.
Más allá de las ganancias obtenidas por asociaciones o empresas legales o ilegales, los resultados de los negocios electorales y financieros del paradigma “securitista” presentan un cuadro lamentable, tanto en términos de derechos humanos, como en cuanto a la eficacia de su gestión.
El efecto perverso, y el más dramático, se manifiesta en el número de personas que han perdido la vida en su aventura migratoria: se calculan en 16000 las muertes entre 1993 y 2012, en su intento por entrar a Europa.
Desde la perspectiva de su eficacia los resultados son desastrosos: En los EE.UU. habitan en la actualidad más de 11 millones de personas en situación irregular; en Europa, alrededor de 6 millones y en Rusia, otros 6 millones.
Nunca en la historia de la humanidad se había presentado este cuadro.
Verdaderos mundos clandestinos, sometidos a todo tipo de explotación, vulneración de sus derechos humanos y caldo de cultivo para el delito.
La “seguridad” expresada en la restricción del movimiento de las personas sólo está demostrando una enorme trampa de la cual los gobiernos que han entrado no saben cómo salir.
Las únicas políticas lógicas para evitar que las personas decidan dejar su país para vivir en otro son las de una más justa distribución de las riquezas, ingresos y servicios en un mundo fragmentado por las desigualdades. Las respuestas realistas y eficaces al terrorismo y al tráfico ilegal de armas, drogas y dinero pasan por la labor de inteligencia de los gobiernos, y fundamentalmente por la lucha contra la pobreza y la corrupción.
El uso de los migrantes como “chivos emisarios” del delito sólo sirve para simplificar problemas de alta complejidad y principalmente para esconder a las verdaderos responsables del incremento de la inseguridad. En América del Sur, la triste experiencia de la “doctrina de la seguridad nacional”, donde todo migrante era un virtual subversivo, dejó un imborrable y perverso recuerdo. Gracias a la recuperación y el ejercicio de la democracia se han podido superar las políticas y normas migratorias impuestas durante las dictaduras militares
*clarin.com (16-12-2013)