En año 1954 con el golpe fascista liderado por un asesino uniformado nacía para desgracia del país los coloretes.
El auténtico partido colorado fue arrojado a la llanura y al exilio juntos con los ilustres dirigentes de aquella época para siempre. Este facineroso asesino se hizo dueño absoluto de la nación Paraguaya acompañados por grupos serviles, corruptos carentes de la mínima moral y decencia que sigue llamándose colorados. No les importaron pisotear el estatuto ni la noble doctrina del partido con tal de seguir robando, asesinando a su ancha al pueblo paraguayo en complicidad durantes años por los seccionaleros y algunos grupos de liberales colaboradores del asesino. Estos seudos dirigentes serviles acompañaron al dictador durante los largos 35 años de su mandato y luego continuaron en el poder hasta completar los 61 años de ignominia, hasta la llegada del Señor Lugo en el 2008. El final de los coloretes o colorados falsificados.
Apenas transcurrido un año el asesino uniformado realizó el segundo golpe a la nación. Esta vez dentro de la propia Fuerza armada con el único fin de consolidarse en el poder sin problema alguna, para eso hizo pasar a retiros a jefes superiores y generales que estaban en lugares estratégicos de la estructura castrense por oficiales subalternos de pocas cataduras moral que serviría a su propósito y ambición personal de esa forma destruir al partido y por ende al pueblo en general. Demostrado en los 35 años de infame dictadura sin parangón en la historia de la humanidad.
Este grupo formado por facineroso con grado de capitán cada uno, estaban dirigido por un narcotraficante que luego llegaría a la jerarquía de general, ocupando el cargo de comandante de la división de caballería, unidad de más fuerza bélica de la época. Estos facinerosos uniformados que han colaborados servilmente con el régimen durante los 35 años en el poder fueron los mismos que derrocaron al delincuente mayor no para salvar al pueblo paraguayo, sino por diferencias habidas en los negociados y robos permanente entre ellos, cada uno querían mas tajadas de éste país que estaba en la mas espantosa miseria. Yo diría un ajuste de cuenta entre mafiosos.
He leído con placer un escrito hecho por Alberto Candia: Los colorados y coloretes son como el agua y el aceite, jamás podrán integrarse por su marcado antagonismo. Mientras los primeros se hallan rebosantes de frescura, reflejo de la pureza y autenticidad de su contenido, los falsificados están tan completamente contaminados por la podredumbre que ni siquiera amagan transformarse en hombres nuevos. Ellos siguen en sus juergas, en la orgía anárquica del libertinaje indecente. Por el sentido común de la decencia condeno lo dicho por uno de lo más grande traidor del partido en la década del 60, en su más célebre frase: Para ser un buen colorado, hay que ser Stroessnerista.
Abrumado por la nostalgia evoco a los correligionarios y rindo homenaje a los ilustres dirigentes que pasaron por la noble historia del coloradismo auténtico.
Ellos son: Víctor Morínigo, José Zacarías, Arza, Doctor Ángel Florentín Peña, Osvaldo Chávez, Epifanio Méndez Fleitas, Virgilio Cataldi, Diosnel Béker Gutiérrez, Mario Mallorquín, Waldino Ramón Lovera, Teodoro Salvador Mongelós, General Carlos Montanaro, Coronel Enrique Jiménez, Coronel Adalberto Canata, Teniente Coronel Mario Benito Ortega, Mayor Jesús María Villamayor, Capitán Gerardo Osta, Capitán Eladio Gómez, Teniente Eduardo Sardi, Teniente Coronel Juan Bautista Ortigaza, y su hijo Capitán Napoleón Ortigaza, y demás militares que con coraje y firmeza se han comprometido con el partido en su horas mas difíciles como mi padre Capitán Wilfredo Bonifacio Florentín, héroe de la batalla de Nanawa. También los desaparecidos Bienvenido Arguello Agustín Goiburú y cientos de personas encarcelados, torturados, perseguidos, y ejecutados en los calabozos del régimen de este asesino uniformado que pasó tristemente en los anales de la historia de mi sufrido y querido Paraguay.
Este escrito permaneció como un puñal clavado en el corazón de hace muchos tiempos y ahora emergió de mi alma con energía vitalidad como rosa en primavera, bella, roja y lozana en ofrenda a la memoria de mi padre y abuelo que partieron antes de que se produjera tan infame descalabro.
Juan R. Florentín
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