El nuevo gobierno de Paraguay y la integración regional

Adilio Lezcano (*)
 
La elección desarrollada en Paraguay el  pasado 21 de abril llevó a Horacio Cartes a la Presidencia de la mano del partido colorado. Estas elecciones tuvieron como antecedente la  destitución, en un proceso sumarísimo, a Fernando Lugo, Presidente de la República del Paraguay. Hecho político, a su vez, apoyado en el pretexto de una supuesta emboscada de un grupo de campesinos, que no supera un número de cincuenta personas, a unos policías que superaban fácilmente los trescientos, en Marina Cue en el distrito de Curuguaty departamento de Canindeyú.
 
La idea de la emboscada fue insuflada por los medios corporativos que responden a poderes económicos de la oligarquía paraguaya con dos objetivos; primero: la defenestración del primer mandatario paraguayo, y segundo, la idea de activar con fuerza la existencia de un enemigo interno belicoso que hay que combatir. La presencia del enemigo interno se instala con un plus que no puede pasar desapercibido, cual es, la de asumir el discurso y las reivindicaciones de los sectores populares que en Paraguay son víctimas de un modelo económico excluyente. Darle este discurso a un grupo considerado “terrorista” no tiene otro objetivo que criminalizar las protestas populares por la escandalosa desigualdad reinante en el país.
 
¿Por qué la criminalización a las organizaciones contestarías, y la intención del sistema de vincularlas con el Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP)? La idea principalmente pasa por el debilitamiento de las organizaciones de base que apoyaban críticamente y sostenían a un gobierno ciertamente aperturista; y en segundo lugar concomitantemente separar a Fernando Lugo de su base, dispersa por cierto, pero que
apoyaba su gobierno, ante una nula base organizada que pudiera en su momento apoyar sus políticas. Este alejamiento vulneró su soporte al frente del gobierno, pues era lo único que lo apuntalaba.
 
La destitución de Fernando Lugo no sólo responde a una movida interna del país en cuestión, sino a un proyecto de desarticulación de los gobiernos progresistas de la región de Latinoamérica. Es por ello que el Paraguay fue suspendido en el Mercosur y en la UNASUR, y el gobierno golpista no fue reconocido por la comunidad internacional; dando estos países el mensaje, a aquellos promotores, que no se tolerará un retroceso y menos un ataque a la unidad regional; e internacionalmente que no se tolerará el atropello a los procesos democráticos.
 
Esta reacción frenó a los mentores de tan nefasta idea, pero se urdió otra idea para la desarticulación del bloque sudamericano ante la repentina desaparición del líder bolivariano Hugo Chávez, con la conformación de la Alianza del Pacífico liderada por Colombia y regenteada por el imperialismo norteamericano como respuesta fundamentalmente al MERCOSUR, UNASUR y CELAC, es una muestra clara de ello. Para que este plan tenga resultados para el imperio, debe lograr adhesiones de gobiernos del Cono Sur aislando de esta manera a Brasil, Argentina y Venezuela.
 
En este escenario, el Presidente de Paraguay que asumirá en agosto próximo, está navegando, sus primeros discursos y acciones con relación a la región, apuntando inicialmente hacia la integración regional, pero esto cambió drásticamente después del asesinato de Luis Alberto Lindstron Picco, ocurrido el 31 de mayo pasado en Tacuatí. El luctuoso suceso permitió rebrotar la figura del EPP como grupo irregular responsable del hecho, a esto acompañó automáticamente al unísono los poderes económicos el pedido de la necesidad de combatir al grupo con respuestas del gobierno paraguayo. En este discurso subyace un acercamiento a Colombia que tiene un supuesto combate efectivo en contra de la guerrilla, pero en el fondo está el cambio de dirección de la política exterior planteado inicialmente por el Presidente electo, todo esto direccionado al fortalecimiento de la Alianza del Pacifico.
 
Al Paraguay, a las claras le conviene estar en un bloque regional, fortalecerlo y nutrirse del económicamente como así también culturalmente. Los partidos tradicionales -Partido Colorado y el Partido Liberal -obedientes al poder económico vinculado a los intereses de las corporaciones transnacionales no van a oponerse al alejamiento de los organismos regionales de integración promovido por las economías emergentes. Ante la falta de lucidez u obsecuencia de los partidos tradicionales la tarea de reorientar la política exterior va a corresponder a los sectores democráticos y de izquierda, hoy con presencia parlamentaria.

Es por ello, que es imperiosa la necesidad que los sectores de izquierda y democráticos en Paraguay, empiecen a evaluar esta situación, apuntando a la unidad de los sectores democráticos, con reglas claras que afirme una democracia en la organización interna y evitar el sectarismo. Otro desafío es definir las estrategias ante la decadencia mundial de un modelo económico capitalista y un poder hegemónico agotado; cuyas repercusiones políticas en las cuestiones internas de los países es palpable. Esta determinación permitiría equilibrar la correlación de fuerzas a nivel interno y eventualmente aportar en la integración regional.
 
(*)  Adilio Lezcano es Licenciado en Matemática por la Universidad Nacional de Pilar


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