El neolegionarismo siglo XXI en el Paraguay

Rafael Luis Franco

(frarafael@gmail.com)

 

 

 

La aspiración democrática no es una simple fase reciente de la historia humana. Es la historia humana.

Marco Tulio Ciceròn (106-43 a.C.)

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Yo creo que el mejor medio de hacer bien a los pobres no es darles limosna, sino hacer que puedan vivir sin recibirla.

Benjamin Franklin (1706-1790)

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Una buena noticia de parte de nuestros parlamentarios, la decisión de rechazar el acuerdo firmado, discretamente, por el presidente Lugo en Montevideo, el Ushuaia II; que junto al rechazo por parte de un sector de la entrada de Chávez al Mercosur son las decisiones más importantes que éstos han tomado desde2008 ala fecha; sólo faltaría la eliminación de las listas sábana y cartón lleno; entonces serían merecedores de un 10 y felicitado de parte de los que aún creen en el sistema democrático, la vigencia de las instituciones y la soberanía de los pueblos.

Pero sobre el Tratado-Protocolo, casi secreto, que se ha dado en llamar una especie de nueva triple alianza, legionarios mediante, que no está lejos de la realidad, pensé: cuántas veces nuestro país entregó su soberanía o permitió que se inmiscuyan en nuestra política. Y vi que para empezar hay que remontarse más de un siglo, desde la penetración en Asunción por parte de los aliados en enero de 1869. En ese entonces dio comienzo el primer gobierno títere, en el que disputaron su control brasileños y argentinos; los primeros se impusieron por más de tres décadas, hasta que, vaya a saber por qué interés o desinterés, le soltaron la mano al partido fundado por don Bernardino Caballero y permitieron que los rioplatenses, a fines de 1904, tomaran el control, autorrelegándose el partido Colorado, de acuerdo al Pacto del Pilcomayo refrendado por el Centauro de Ybycui, a ser un mero actor secundario en la política, tan secundario que hasta debía abstenerse de presentar candidatos a la presidencia.

Estos ”salvadores” vinieron en dos barcos rebautizados “Libertad” y “Constitución” (antes “Sajonia” y “Villarrica”), pertrechados y alimentados por el gobierno porteño, tal como nos cuenta el investigador norteamericano Harris Gaylord Warren en su obra “La revolución de 1904”: “La injerencia argentina en el affaire era muy clara para el ministro británico en Buenos Aires, quien observó ‘hubiera sido muy extraño que un barco pudiera cargarse, armarse, equiparse y zarpar de un gran puerto como La Plata sin el conocimiento -por no decir la connivencia- de las autoridades locales al menos’». Y más adelante agrega: “A nivel internacional, la revolución marcó el triunfo de la larga lucha de la Argentina para despojar al Brasil del dominio en los asuntos del Paraguay. Por muchos años, liberales importantes habían vivido en la Argentina, y debía esperarse su adhesión a la Argentina. Todos los principales líderes liberales eran fuertemente pro-argentinos, y ciudadanos argentinos ocupaban altos cargos en servicios del Gobierno. Un aumento de la influencia argentina, según el cónsul británico, sería positivo para el Paraguay, como lo sería ‘un nuevo Gobierno inspirado por ideas más modernas de civilización y progreso’. Por razones no del todo comprensibles, el Brasil renunció a su rol de árbitro de los destinos paraguayos. (…) Y así el triunfador de la revolución de 1904 fue la Argentina y no los liberales paraguayos” (resaltado mío).

Dos puntos de este último párrafo que quiero resaltar: primero, el que no le resulta comprensible la actitud del Brasil; aquí, para mí, no es que el Brasil se desentiende del Paraguay, sino que es evidente que puede manejar sus intereses económicos a través del gobierno porteño, que pasó a ser un aliado suyo después de la batalla de Caseros, en 1852, que fue financiada por el prestigioso multimillonario Barón de Mauá a pedido del emperador Pedro II y, por ende, creo que desde entonces la política del Río dela Platafue hábil y discretamente controlada desde Itamaraty. Y el segundo punto, “no se benefició la causa liberal”; la causa liberal como proyecto democrático, entendida literalmente en su concepto político-económico, nunca existió o prosperó con estos dirigentes, pero sí en algo se beneficiaron algunos de ellos: los que permitieron el saqueo legal de nuestro país, que no lo habrán hecho gratis, porque su filantropía más bien huele a licantropía.

A menos de dos años de asumir estos neolegionarios se inició la ocupación del Chaco por parte de Bolivia, y parece que no por casualidad este avance comienza durante ese período que se extiende a lo largo de casi tres décadas de gobiernos liberales y llega a abarcar más de la mitad de la región occidental; es porque los mismos intereses que financiaron la invasión de 1904 seguramente debían estar tras esta usurpación, y nuestros mandatarios, concientes de ello, dilataban la defensa del Chaco con acuerdos que nunca se cumplían, con la inacción, con el abandono de fortines, con persecuciones políticas y hasta con matanza de estudiantes incluida, porque debían cumplir la virtual orden de sus padrinos foráneos: “entregar el Chaco”. Pero no contaban con el pueblo, un pueblo que tuvo su épico ejemplo enla Guerra Grande, y fue así que contra todo pronóstico derrotista, contra toda la mala o nula conducción de su comandante en jefe, con la ayuda dela Providenciay el coraje del soldado guaraní se reconquistó un territorio que el invasor y sus explotadores ya descontaban por ganado.

Y ese pueblo, ex combatientes, oficiales, campesinos y estudiantes, a pocos meses de terminada esa guerra desplazaron, después de treinta y dos años de dictadura, a aquel gobierno de testaferros poniendo en su reemplazo a un gobernante que había demostrado honradez, inteligencia y patriotismo en el campo de marte; y no se equivocó, porque en dieciocho meses realizó obras que no tienen parangón y revindicó con firmeza los límites de nuestro territorio con un equipo diplomático que no transó en la mesa de negociaciones, como arteramente después sí lo hicieron, en 1938, los que derrocaron a ese gobierno mediante una confabulación liberal-comunista, maestros de la intriga, al firmar un tratado ampliamente favorable al vencido en la contienda chaqueña.

Demos vuelta las páginas de nuestra historia algunos años y saltemos a 1947; otro hecho de directa intromisión externa, esta vez llevado adelante bajo el gobierno de Higinio Morínigo, ex ministro liberal, que llevó a nuestro país a la guerra civil, apoyado ahora por el partido Colorado aceptó la ayuda que, como en 1904, le envió el gobierno argentino consistente en ametralladoras, municiones, camiones, lanchas torpederas artilladas y de yapa la ayudita que impidió la partida de Buenos Aires de las cañoneras “Humaitá” y “Paraguay” después de que su tripulación se declarara a favor de la revolución; como se puede apreciar fácilmente, sin este apoyo no hubiera sido posible el triunfo colorado y la consiguiente expulsión de miles de compatriotas y dirigentes políticos. Así fue que nuestra soberanía se entregó a una dictadura partidaria que luego, curiosamente, tal como se retiró el Brasil en 1904 ahora erala Argentinala que da paso a un futuro dictador que terminará sus días, muy bien protegido, en Brasilia.

Claro, el antiguo imperio brasileño tiene una visión clara de su política de largo, larguísimo, plazo: la explotación de toda la zona oriental que linda con sus fronteras, ríos incluidos; porque ellos ya veían en su planificado horizonte la construcción de la mayor represa del mundo; la invasión de los Saltos del Guairá se entiende que fue sólo el ardid para luego dar pie al gobierno a solucionar el diferendo con la firma del leonino Tratado de Itaipú.

Después que Stroessner regaló nuestra selva y la soberanía de nuestros ríos, cuando ya no era útil, descartaron en 1989 al anciano dictador, aunque con un retiro dorado que le otorgó Itamaraty por su lealtad y carísimos servicios prestados. Le sucedió su consuegro y gran parte de la vieja tripulación pirata, esa que nunca abandona el barco, que se ve que actúa así porque no sabe nadar, o sea son los que sólo saben vivir de la teta del Estado. Pero Andrés Rodríguez, más allá de la historia de los Carlos, ¿dio el golpe sin apoyo externo? Para nada, se comenta que otra vez fue la mano argentina la coordinadora y clave del éxito del operativo, y seguramente, como en 1904, con la anuencia brasileña.

Es más que evidente el giro que dio nuestra política exterior a partir de esa fecha; ahora las órdenes que nos dan, los apuntadores que están tras bambalinas que dan letra y dicen lo que hay que firmar y acordar, provienen de algún lugar oscuro y discreto del Río dela Plata. Yes así que nuestro actual presidente calla cuando tiene que reclamar, habla cuando no hace falta y firma lo que le ponen delante, sin leer la letra chica ni la grande y sin ruborizarse.

Ahora bien, lo que hizo don Lugo al poner su rúbrica en Montevideo, a mi entender, es igual o peor que todo lo que anteriormente han hecho nuestros clásicos legionarios, porque ellos no estaban en el poder, buscaban el poder que no es lo mismo; pero este Presidente que ha recibido democráticamente un mandato popular para gobernar y es su comandante en jefe, lo que ha permitido con su firma en dicho protocolo, es la entrega lisa y llana de nuestra soberanía, desconociendo la existencia del poder Legislativo y por ende desconociendo a la opinión pública que en elecciones democráticas le dio el mandato legal por cinco años y para que se ajuste ala Constitución, no para que haga lo que se le dé la gana.

Lo peor, tras estos acuerdos hay intenciones non sanctas: el neobolivarianismo siglo XXI busca instalar gobiernos títeres por décadas, gobiernos similares a dictaduras estalinistas por todos conocidas, porque la idea es continuar saqueando el continente; y lo que en realidad se impondrá en nombre del progresismo y de la revolución social es el atraso y la esclavitud, con lo cual lo único que progresará será la pobreza, la corrupción y la inseguridad.

Pero como la ambición es mayúscula, está globalizada, para lograr este objetivo por lo visto necesitan de estos tratados seudo legales para socorrer al amigo dictador bolivariano (que no se aplican a un Piñera, Santos o Lobo, por el contrario) cuando su gobierno sea ya insostenible debido a la continua violación dela Constitucióno le hayan dado una patada en el traste como a Zelaya.

Tal como pasó en agosto de 1937 cuando se unieron liberales y comunistas para derrocar al único gobierno que a lo largo del siglo XX volvió  a hacer realidad nuestra soberanía, hoy, nuestra demagógica izquierda, el neolegionarismo progre, es el que no titubea en entregarla con el único fin que realmente pretende: perpetuarse en el poder.

Y por último, qué significa entregar nuestra soberanía: significa entregar al extranjero la explotación de nuestros recursos mineros, significa malvender, y sin valor agregado, nuestra producción de materias primas; significa firmar acuerdos bilaterales que poco o ningún beneficio redundarán al Estado; significa perseguir al empresario nacional; significa hipotecar por generaciones el futuro de la república; significa postergar a toda una nación en beneficio de capitales foráneos, entre ellos la usura internacional y el narcotráfico; también significa mantener el subdesarrollo, con la explotación de mano de obra barata, estupidizada, amedrentada y sometida por un sistema totalitario que llegó al poder astutamente encabalgado en la lucha por los más desposeídos y los derechos humanos.

O sea que significa la pérdida de la democracia y por tanto la pérdida de la libertad, quedando los habitantes relegados a vivir -tal como vivían en la ex URSS, la Alemania oriental o la nazi y tantas otras dictaduras- en un Estado carcelario donde los delincuentes son los que fungen de autoridades