Por Lourdes Peralta (*)
El gran cambio que nos debemos para acabar con la corrupción es hacer nuestro trabajo. La red de ineficiencia heredada continúa instalada en las instituciones públicas. No existen solamente los planilleros parásitos, también los que acuden y hacen su trabajo pero siempre bajo la ley del menor esfuerzo.
Después de pasar mis datos detalladamente y obtener nulo resultado, pedí hablar con alguien más. Me pasan el número del jefe de carteros. Marcando uno y otro día, por fin una mañana di con este señor. El consultó los reclamos y me dijo: “Este ya estaba luego listo desde el 29. Le voy a pedir al cartero que te lleve, está tu dirección, casa de dos pisos, con patio y rejas”. Ese día, nada. Día siguiente, silencio sepulcral. Vuelvo a llamar e insistir en el interno del jefe de correos, nadie contesta, ocupado. Otra vez marco la central de Correo paraguayo, pido hablar con otro jefe y me dan un número. Nadie responde.
No quisiera olvidar que de aquellos que tomaban el reclamo, uno terminó diciéndome: “Señora, ya hice todo lo que pude”, traducción: “Resignate, no hay”.
Durante toda esta “inversión” de días y mañanas laborales, paralelamente iba narrando en mensaje privado en el Facebook de Copaco, donde un alma caritativa leía todo lo que iba sucediendo. Compadecido seguramente, me pasó una página en Internet para imprimir yo misma mi factura. O sea que uno puede hacerlo desde su casa, pero igual el servicio de distribución figura y lo pagamos.
Continuando esta tediosa novela, la frutillita de la torta fue que después de reclamar y reclamar, veo al cartero (repetía su recorrido en el barrio) cruzando la plaza donde voy a caminar temprano. “¡Por fin, vale la pena reclamar!”, me dije satisfecha. Le pregunto por mi factura. El hombre se fija en el fajo y no me contesta, sigue de largo. Resultado: vacío mi buzón. Vuelvo, llamo, obviamente muy molesta, al jefe de carteros y una voz femenina me contesta: “El no está, salió de vacaciones”.
Cabe destacar que no es la primera vez que Copaco delega a empresas ineficientes el reparto de facturas.
Recordemos que todo funcionario público tiene la obligación de denunciar lo que no funcione como debe funcionar, atender y solucionar los reclamos del usuario, conocer al dedillo el organigrama de la institución. No manejarse a lo gritos, dar su nombre completo al atender el teléfono. Cuando hablamos de acabar con la corrupción, empecemos por nuestras obligaciones. No más abstractos sobre vencer la mediocridad, y sí pronta y diaria acción y honestidad. “La falta de competencia, produce ineficiencia” dijo un anónimo, seguramente cansado como tantos ciudadanos.
lperalta@abc.com.py
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