Que el diputado y candidato a presidir el Partido Colorado Pedro Alliana diga que la presidencia del Congreso es un “premio consuelo” para el senador Mario Abdo Benítez confirma su escasa experiencia política y su desconocimiento acerca de lo que significan los cargos dentro de un sistema democrático de gobierno. Tal vez, ni siquiera es consciente del valor del cargo al que él aspira, ya que no se ganó esa nominación.
La presidencia del Congreso no solamente le dará mucha visibilidad a “Marito” sino que, como cabeza de un Poder del Estado, lo coloca como interlocutor obligado del Ejecutivo por un año, como mínimo.
A esta altura, el senador colorado “disidente” disputa dos partidos. Uno, el de julio próximo, por la presidencia del partido oficialista, en la que hasta una derrota “honrosa” puede ser un mazazo contra Cartes.
El otro partido es el que ya se juega con todo, a pesar de que faltan tres años: la candidatura para la presidencia de la República de 2018. La jugada de “Marito” y sus aliados consigue el objetivo que Cartes quería impedir negándole la candidatura “oficial” a presidente de la ANR: que su figura tome vuelo y se coloque como una alternativa al plan de reelección presidencial.
El cargo que ostentará Abdo Benítez desde el 1 de julio no solo lo convierte en el anfitrión de Cartes cuando dé su informe anual ante el Congreso. Lo hace también una suerte de filtro de los proyectos que el Poder Ejecutivo pretenda aprobar hasta julio del 2016. Eso incluye un eventual planteo de reforma o enmienda constitucional.
La mayoría de los comentarios en el ambiente político apuntan a que el bloque de senadores colorados enfrentados al presidente Horacio Cartes tiene fecha de vencimiento al día siguiente de la interna. Pero hay decisiones que difícilmente tengan vuelta atrás.
Una de las especulaciones recurrentes de quienes consideran que la disidencia colorada tendrá una derrota contundente en las internas era qué cargo o prebenda les ofrecería el Mandatario como prenda de paz o si la única alternativa era que volviesen con la cabeza gacha al redil. Con Abdo Benítez presidente del Congreso, el escenario es otro.
Hasta ahora, muchos dan como un hecho que, terminada la interna oficialista, se producirá el “abrazo republicano” antes de las elecciones municipales y que el pacto entre los colorados del G-15 y los sectores de izquierda se diluirá aceleradamente.
Sin embargo, es improbable que el nuevo presidente del Congreso quiera dar una imagen de deslealtad hacia sus recientes aliados, porque eso le restará credibilidad.
El escenario adverso a la administración cartista no es, como el oficialismo quiere instalar, solamente un producto del internismo colorado sino, sobre todo, una consecuencia de errores y contradicciones del Presidente. Aunque los medios de comunicación disimulen sus fallas, el costo político se lo empieza a cobrar la propia dinámica política.
Era llamativo que no pase nada cuando un presidente que pontifica sobre honestidad y transparencia está vinculado con personas de dudosos antecedentes, sospechadas de ligazón con el narcotráfico. O que no le cueste nada defender a un personaje como el contralor que, en cualquier país más o menos serio, hace rato hubiese sido obligado a renunciar. O que no dañe su imagen el hecho de que su aliado más fiel sea una figura como el senador Oviedo Matto, casi un símbolo de todos los vicios políticos que Cartes dijo querer combatir.
Antes que la paz que espera el cartismo con la llegada del papa Francisco, es más posible que después se comience a enrarecer el clima político.
Se dice que quienes ahora se enfrentan a Cartes están unidos por intereses coyunturales. Pero poco se analiza que la mayoría de los que respaldan al Presidente no están con él justamente por su liderazgo o por un proyecto político compartido y que hayan hecho suyo.
De no darse algunos resultados “milagrosos” de esta administración, las lealtades cambiarán, pero en el sentido contrario al que se anuncia.
(*) mcaceres@abc.com.py
LA NOTICIA DEL COMENTARIO. «Marito” Abdo Benítez es el presidente del Congreso
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