Emir Sader (*)
El ministro de economía de Argentina, Alfonso Prat-Gay, ha declarado que los cambios políticos en Brasil son “una buena oportunidad para refundar el Mercosur”. La coincidencia de gobiernos que plantean el restablecimiento del modelo neoliberal, con su política de apertura de los mercados y reacercamiento con los países del Norte, especialmente con los EEUU, posibilitaron promover el desmonte de los procesos de integración regional.
La victoria de Lula en 2002 ha permitido que Brasil rompiera con ese proyecto, bajo la dirección de Celso Amorim en la política externa brasileña y abriera el camino hacia el fortalecimiento de los procesos de integración existentes y hacia la construcción de otros espacios de integración. Fue así que del fortalecimiento del Mercosur se avanzó hacia la fundación de Unasur, con su Consejo Suramericano de Defensa, el Banco del Sur, entre otros organismos, y que desembocara en la Celac, que cerraba definitivamente con la vigencia de la Doctrina Monroe, para que América Latina y el Caribe tuvieran finalmente un organismo propio de integración, separada de la OEA, donde la presencia de EEUU y Canadá descaracterizaban esa integración.
Nunca EEUU habían estado tan aislados en el continente como han estado hasta aquí en este siglo. Al mismo tiempo, América Latina había cambiado su inserción internacional, especialmente los países que han empezado a salir del modelo neoliberal. La prioridad de esos países pasó a ser la integración regional y el intercambio Sur-Sur y no los Tratados de Libre Comercio con los EEUU.
Esa nueva inserción ha permitido una integración más grande entre nuestras economías, a la vez que nos permitió resistir en mejores condiciones a los impactos de la prolongada y profunda crisis recesiva internacional.
El intercambio regional, la intensificación del comercio con China y la extensión y profundización del mercado interno de consumo popular fueron claves en esa resistencia a la recesión, que en otras condiciones nos habría llevado a la peor recesión de nuestra historia.
El cambio de gobierno en Argentina y ahora en Brasil es la oportunidad tan aguardada por los EEUU para la ruptura de su aislamiento en América Latina. El viaje de Obama a Argentina y su identificación con el proyecto neoliberal del gobierno Macri revela los objetivos centrales de EEUU en la región. El silencio cómplice de Obama respecto al golpe en Brasil confirma el regocijo de Washington con esa posibilidad.
La declaración del ministro de economía de Argentina coincide con las posiciones del nuevo ministro de relaciones exteriores de Brasil, conocido por sus críticas a la política exterior brasileña. Su obsesión con la entrega del petróleo brasileño a las grandes empresas petrolíferas internacionales ha llevado a José Serra, candidato a la presidencia de Brasil en el 2010, a realizar una reunión que debiera haber sido clandestina, con representantes de las más grandes empresas internacionales de petróleo, en Foz de Iguazú, prometiendo entregarles el proyecto del Pre-sal.
¿Qué significaría “refundar el Mercosur”? La derecha siempre ha querido, sin terminar con el Mercosur, abrir espacios para acuerdos bilaterales de libre comercio con los EEUU. Este es el objetivo central de esa “refundación”. Por ahora, se anuncia el rebajamiento del perfil del Mercosur, con la agilización de los acuerdos con la Unión Europea y de intercambios con la Alianza para el Pacifico. Pero la firma de acuerdos bilaterales con EEUU es el objetivo mayor de esa llamada refundación.
Sería el comienzo del desmonte de los procesos de integración regional, debilitando al Mercosur, a Unasur y a Celac. La estrecha alianza entre los gobiernos de Brasil y de Argentina, establecida por Lula y por Néstor Kirchner, y continuada por Dilma y por Cristina, fue el eje a partir del cual esos procesos de integración se han desarrollado. Ahora se trataría de, a partir de la reversión de los gobiernos de esos países, revertir ese proceso, promoviendo un nuevo proceso de norteamericanización de la región, con un cerco todavía más grande a países como Venezuela, Bolivia y Ecuador.
Esa reversión conservadora depende de la fuerza que pueda tener el gobierno golpista brasileño. Por el momento, parece no disponer fuerza suficiente para un período largo y grandes trasformaciones. De ahí la importancia todavía más grande de la lucha de resistencia de los brasileños en la conquista de nuevas elecciones, que deslegitimen definitivamente el gobierno de Temer y permitan al pueblo brasileño volver a definir su destino democráticamente, incluida la inserción internacional de Brasil, entre la integración regional y el intercambio Sur-Sur o el viejo destino de “patio trasero” del Imperio.
(*) Emir Sader, sociólogo y científico político brasileño, es coordinador del Laboratorio de Políticas Públicas de la Universidad Estadual de Río de Janeiro (UERJ).
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