Desarraigo, uno de los mayores dramas que enfrentan los y las migrantes de hoy

Wooldy Edson Louidor (*)

Con motivo del Día Internacional del Migrante, el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Ban Ki-moon, señaló en su mensaje oficial varios dramas que han vivido buena parte de los y las 232 millones de migrantes internacionales en año 2015.

Foto: elordenmundial.com
Foto: elordenmundial.com

Ban Ki-moon califica 2015 como el año “que se recordará como un año de sufrimiento humano y tragedias migratorias”. El secretario general de la ONU finaliza su mensaje con esta invitación: “Comprometámonos a dar respuestas coherentes, amplias y basadas en los derechos humanos, guiándonos por la legislación y las normas internacionales y un empeño compartido en no dejar a nadie atrás”

Sin embargo, la situación de los migrantes en el mundo exige no sólo respuestas puntuales de Estados y de bloques regionales, como por ejemplo la Unión Europea, sino una revisión profunda de la actual globalización y de la manera cómo se plantea la relación del hecho migratorio en sí con “la consumación de la modernidad de la mano del capitalismo global”, tal como el pensador colombiano Santiago Castro-Gómez define la globalización (Crítica de la razón latinoamericana, Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2da Edición, Bogotá, 2011).

Mientras que los problemas provocados por la guerra, los “desastres” ambientales, el cambio climático, los impactos del desarrollo son considerados “globales” y, por lo tanto, exigen respuestas “globales” por parte de los Estados y sus respectivas sociedades, sin embargo, las migraciones aún no han recibido el mismo tratamiento a pesar de los esfuerzos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y otros organismos y actores académicos, religiosos y de la sociedad civil a nivel internacional por hacer de ellas “un asunto global”. Es decir, un tema que concierne a toda la humanidad y cuya solución, por lo tanto, debe ser buscada por toda la comunidad humana, más allá de los estrechos límites de la soberanía estatal, la ciudadanía nacional y el propio perímetro identitario-cultural en un mundo cada vez más interconectado.

Ningún Estado quiere abandonar su plena soberanía en cuanto a su decisión de definir las reglas y condiciones del ingreso y la permanencia de los extranjeros (¡peor aún si el extranjero proviene de un país pobre o considerado “indeseable”, “peligroso”!) sobre su territorio, sin tomar en cuenta la fuerte interdependencia que ya existe entre todos los países (al servicio del mercado y el capitalismo “globales”) y el carácter cada vez más común e inextricable del destino de la humanidad.

Sin embargo, las migraciones son transversales a los grandes problemas “globales”, como los que mencionamos arriba, en la medida en que ellas son la consecuencia directa de dichos problemas. Cuando se estalla la guerra, las personas mueren o están forzadas a desplazarse lejos de los territorios afectados. No tienen otra alternativa

Los vacíos de protección jurídica para garantizar los derechos y la dignidad de esta categoría de migrantes (“medioambientales”), la criminalización de su estatus migratorio irregular, la ausencia de políticas públicas y programas sociales para facilitar su integración y el racismo estructural heredado de la Colonia y la colonización portuguesa-española figuran, entre otras razones que dificultan la compleja situación de los migrantes haitianos en América Latina desde enero de 2010.

Hoy día los migrantes están cada vez más desarraigados; esto significa que no sólo están en busca de bienestar económico y de mejores oportunidades de empleo y vida para ellos y sus familias (como los llamados “migrantes económicos o voluntarios”) o que quieren salvar sus vidas (como los “refugiados” y los migrantes forzados en general). Su situación es aún más grave: necesitan un hogar dónde “descansar la cabeza”, una tierra dónde echar nuevas raíces, un mundo dónde re-territorializar la vida, re-habitar el tiempo y el espacio.

Esos nuevos exiliados, en casi todos los continentes, perdieron sus hogares; llevan consigo, como única pertenencia, el espectro de una lengua, una cultura y un mundo que desaparece para siempre.

A raíz de esta compleja situación, “familias y comunidades enteras están siendo expulsadas de su territorio de origen. Cada vez quedan menos ‘hogares’ a los que volver”, deplora la socióloga holandesa

(*) Wooldy Edson Louidor, profesor e investigador de la Pontificia Universidad Javeriana.

http://www.alainet.org (fragmento)