Cristian Nielsen
Periodista y Editorialista
Como personalmente me disgustan los juicios sumarísimos y las condenas «cantadas», me tomé el trabajo de buscar información sobre el propósito que persigue el Ministerio de Educación y Cultura con ese proyecto. Con seis horas de programación que se repetirán otras tres veces hasta completar una jornada de 24, el canal se propone «brindar un apoyo pedagógico a las escuelas públicas paraguayas y a los diferentes sectores de la comunidad educativa».
La página oficial del emprendimiento advierte que este espacio «no tendrá un enfoque político, sino que estará orientado a mostrar la realidad cultural y educativa del país».
Completa la descripción informando que «las áreas temáticas que se abarcarán en los programas incluirán lengua, matemática, historia, ciencia y tecnología y cultura paraguaya (música, pintura, arquitectura, artesanía, etc.) Contará con dos noticieros que se emitirán de lunes a viernes con informaciones educativas y culturales, con una duración de 30 minutos en castellano y otros treinta en guaraní».
Tal el compromiso públicamente asumido por el MEC y sus autoridades.
¿Por qué podría no funcionar? ¿Por qué no dar crédito a un emprendimiento que si camina tal como se lo ha planeado puede tener un efecto benéfico en la sociedad?
Intentos de educar por televisión ha habido antes. Este no es el primero. A poco de salir al aire, Canal 9 -década de los años ’60- difundía dos programas de corte educativo: «Una ventana para mirar al mundo», conducido por la profesora Nidia Díaz, que era un curso a distancia para alfabetización de adultos. El emprendimiento unía al MEC, el ya desaparecido diario La Tribuna y Canal 9. El otro programa era «Hablemos guaraní», conducido por el profesor Reinaldo Decoud Larrosa. Que yo recuerde, nunca hubo una instrumentación política de esta programación. Tanto, que el coordinador nombrado por La Tribuna para producir materiales para la «ventana» era Néstor Romero Valdovinos, recién vuelto del exilio y tolerado a regañadientes por el régimen. Si durante el stronismo se pudo, ¿por qué no hoy? Negarnos como sociedad la posibilidad de utilizar herramientas de avanzada para fortalecer el proceso educativo no es un lujo que podamos darnos.
En todo caso, concedámosles a los propulsores de la idea la oportunidad de probar que hablan en serio. Siempre habrá tiempo para el «te lo dije». En cambio, nada más inútil que un «lo hubiéramos hecho». Un fracaso es la espuela que nos impulsa a mejorar. Pero la pérdida de tiempo no tiene remedio.
(www.larueda.com.py)
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