Bien, Ireneo; así se hace

Miguel Ángel Verón (*)

El sábado pasado, 4 de octubre de 2014, acudí al Teatro Municipal de la ciudad de Asunción para participar del Festival Mundial del Arpa en el Paraguay. Lamentablemente mi propósito se truncó, porque el local estaba abarrotado. Centenares de personas quedamos sin poder participar de tan importante evento artístico.

En la  fila lo encontré a un amigo, un joven abogado, hijo de tierra adentro: Ireneo Téllez. Ya que estábamos fuera del espectáculoFESTIVAL DE ARPAS PY 14, acordamos ir a un barcito a tomar algo y conversar. Ireneo estaba acompañado de su hijo Yanju, un chico de unos seis años.

Desde un principio me llamó la atención que  se comunicara con el pequeño solamente en guaraní. Ya en el bar, le pregunté el porqué de su decisión. Me comentó que su esposa, Claire Duhameau, es una francesa que habla 7 idiomas; la misma, entre otras labores, enseña alemán en una institución muy importante del país. Me comentó que llegó a un acuerdo con su compañera de vida: que ella les hablaría solamente el francés a sus pequeños Yanju y Aoki, y él solamente el guaraní, de manera que sus hijos aprendan las lenguas de sus progenitores.

Quieren que sus hijos sean políglotas como la madre. – Para ello, cada uno se comunica con los pequeños en su lengua materna, el francés y el guaraní respectivamente. Le pregunté por qué no le hablaba a Yanju el castellano, y Téllez me respondió que este idioma lo aprende en el entorno, dado que Asunción, ciudad donde viven, todo funciona en este idioma y que el guaraní y el francés se oyen poco.

Qué ejemplo de vida la de Ireneo y su compañera; qué ejemplo digno de emular por los amantes de la diversidad lingüística y de la interculturalidad. Ireneo me dio la cátedra lingüística más importante que he recibido en mi vida. La pareja Téllez – Duhameau da un ejemplo de vida y un sendero luminoso por el cual transitar en Paraguay si realmente estamos convencidos y decididos de mantener nuestras lenguas, especilammente el guaraní. En este hogar los niños aprenden tres lenguas: guaraní, castellano y francés.

Una práctica tan perniciosa  para la lengua guaraní, y muy arraigada en la actualidad, es la de los papás y las mamás bilingües guaraní-castellano  que transmiten en las casas solamente el castellano a sus hijos. Lamentablemente, y me lacera el alma, ver esta práctica en todo el país, inclusive entre profesores de lengua guaraní. El Pa’i Melià siempre ha afirmado que el guaraní se mantuvo en Paraguay gracias a la familia y a pesar del Estado.

Hoy desde el Estado contamos con políticas favorables a la diversidad lingüística, y a la defensa y promoción del guaraní, pero en las casas, donde históricamente ha sido fuerte, esta lengua está perdiendo aceleradamente terreno. Hoy la lengua guaraní y sus hablantes nos enfrentamos con un reto histórico: seguir transmitiendo nuestro idioma en la intimidad familiar y asegurar su longevidad. La condición sine que non para asegurar la vitalidad de una lengua es la transmisión de los padres a los hijos.

En el momento en que escribo estas líneas estoy sentado en el asiento 19 de un ómnibus que me traslada a la ciudad del Ycua Mandyju, Villa San Pedro diría otro, donde mañana realizaré un  taller. Detrás de mí está sentada una joven madre, de unos 30 años, con dos hijos: de 3 y de 5 años.

La misma es la réplica de lo que está pasando en el país: los hijos hablan guaraní y ella, castellano; un castellano rudimentario, por supuesto; a lo lejos se nota que el guaraní es su lengua cotidiana. La pregunta que me hago es por qué esta señora no les habla a los hijos en guaraní, si los mismos quieren comunicarse con ella en esa lengua, que es la que mejor manejan. La respuesta es que el colonialismo lingüístico que obnubila a millones de paraguayos y latinoamericanos ha mellado profundamente en ella; los siglos de prejuicios construidos socialmente contra el guaraní y demás lenguas americanas hacen que ella se sienta menos cuando habla su lengua materna y más cuando habla la lengua impuesta.

En otras palabras, ella, como millones de paraguayos y latinoamericanos, cree que es menos cuando es auténtica, cuando vive en su lengua, cuando se muestra tal como es; y, por otra parte, cree que es más cuando renuncia a su lengua, a su propio ser, y pasa a actuar en el antiguo ciro lingüístico paraguayo, con la careta puesta. Esta señora, como millones de paraguayos y latinoamericanos, no tiene la culpa; ella es resultado de siglos de opresión cultural y lingüística. Para muchos paraguayos y latinoamericanos por décadas y siglos hablar nuestras lenguas y vivir nuestras culturas no ha sido signo de identidad, sino de delación. Esta imposición colonialista, a la larga, ha construido en nosotros una actitud ambivalente, y una posición xenocéntrica con relación a las otras identidades con las cuales interactuamos.

Bien Ireneo, bien señora Claire; así se hace. Ustedes nos dan ejemplos de vida a los paraguayos; sigan formando hijos multilingües, ayudándoles a abrir más ventanas para poner el universo en palabras –como diría Hagège. Sigan dándonos ejemplos a los paraguayos y las paraguayas para que podamos sacudirnos y desprendernos de las rémoras del colonialismo cultural y lingüístico que hasta ahora nos impiden ser auténticos y vivir en nuestra lengua propia. Aguyje peẽme.

(*) Director de Planificación Lingüística de la Secretaría de Políticas Lingüísticas del Paraguay