Bicentenario del Paraguay

Casi en vísperas de cumplirse los 200 años de la Independencia Paraguaya, nos pareció oportuno transcribir dos artículos del diario “La Nación” de nuestro país referidos al mismo. Uno del 1º de junio de 2008 y el último del día de la fecha.
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A TRES AÑOS DEL BICENTENARIO
El Centenario de la Independencia Nacional no pudo ser festejado como se merecía, porque el país estaba en medio de un proceso político inestable y estaba al borde de los acontecimientos sangrientos de 1912. Pasó, según cuentan las crónicas, casi desapercibido.

El país que había logrado su definitiva independencia de España casi veinte años antes que los demás de Sudamérica no festejó el hecho de la manera que debía hacerlo. Ahora, que faltan apenas tres años para llegar al Bicentenario, las autoridades, en retirada, están tomando la cuestión en forma muy tibia. No digo que no haya nada todavía, digo que, para lo que falta, hay muy poco.
En Estados unidos los festejos del Bicentenario comenzaron casi una década antes y toda la nación se ocupó de realizar homenajes de toda clase a los padres de la Patria. Aquí, todo está marchando a ralentir por los celos y las pequeñeces de algunos funcionarios, que son capaces de minimizar los actos con tal que los méritos de la gente que trabaja queden oscurecidos.

En la Casa de la Independencia, por ejemplo, no hay una guardia de honor del Regimiento Acá Carayá, porque carece de lugares, con aire acondicionado, para que descansen los jinetes a la hora de la siesta. En Londres, por ejemplo, el cambio de guardia en el Palacio de Buckingham atrae miles de turistas, y la inmutabilidad de los números de guardia es conocida en el mundo entero. No se inmutan ante nada, ni ante el mimo de las jóvenes turistas, ni ante los agravios, ni ante las bromas ni las provocaciones. Su fama es universal. Aquí los jinetes venidos de quién sabe que oscuro monte, necesitan aire acondicionado para rendirle honores a los que nos hicieron libres e independientes.

Faltando apenas tres años para festejar el Bicentenario el Congreso amaga con golpear duramente a la cultura y la historia paraguayas, entregando el viejo Palacio de los López a parlamentarios del Parlasur, un organismo que, con certeza, será tan inoperante como todo lo que se encuentra dentro del marco del Mercosur. Los cansados parlamentarios paraguayos, capaces de rivalizar con Disraeli, Palmerston, Pitt, Churchill, Kennedy, Castelar y otras eminencias, necesitan oficinas individuales para seguir durmiendo la siesta. Y reclaman un lugar en un edificio que merece respeto.

La cultura expuesta en el viejo Palacio empalidece, frente a la de los parlamentarios del Mercosur, cuyos proyectos de leyes asombraron al mundo, y cuyos discursos forman parte de la antología de los cien mejores oradores de la lengua castellana. Por eso será reemplazada, si triunfa la estupidez, por estos dechados de excelencia parlamentaria.

No sé qué ocurriría si, por un milagro, Pedro Juan Cavallero –con v corta– Mauricio José Troche, Vicente Ignacio Iturbe y, sobre todo, Fulgencio Yegros, se levantan de sus tumbas y contemplan, como dos siglos después, el país que liberaron se debate en la pequeñez. Ya el pintor Alborno les inventó facciones, partiendo de un solo modelo, como si fueran clones uno de otros y así se los ve, parecidos como hermanos, desde la inmovilidad de sus retratos.

¿Qué es lo que podemos hacer para festejar dignamente el Bicentenario de la fecha más importante de la historia paraguaya? Probablemente el nuevo gobierno tenga alguna idea o prefiera, como lamentablemente parece, festejar la Revolución de Octubre en lugar de nuestra independencia burguesa de España.

Tal vez a alguien se le ocurra demoler la Casa de la Independencia o hacer un monumento al naranjito que utilizó Gaspar França para ejecutar a los Próceres. Podrían pedirle dinero a Taiwán para hacer un callejón histórico de acero y cristal, parecido al mamotreto que financiaron y funge de Congreso. Tampoco puede descartarse que vistan a los Acã Carayá con uniformes de camouflage, para los desfiles que se avecinan, porque es más fresco y más cómodo que el que ahora tienen.

Alguien, de entre la intelectualidad, saldrá a decir que España era la Madre Patria y que fue un error tratarla así y decirle que se fuera. Ya quisieron cambiar la letra del Himno Nacional, en un esfuerzo por establecer una continuidad histórica que fue definitivamente rota el 15 de mayo de 1811, al amanecer.

Quizá a alguien se le ocurra proponer que el 14 de mayo sea señalado como el día de las compras de invierno y 2011 pase también desapercibido como 1911. Tal como han hecho con el 15 de mayo, convertido, por las necesidades del mercado, en Día de la Madre.

La verdad es que se sabe que hay trabajos porque tenemos amigos que están pensando en la cuestión, pero no hay programas, no hay propuestas ni hay, todavía, acciones de ninguna clase. Fue, parece, más fácil hacer la Revolución que festejarla. Tal vez el nuevo presidente encuentre oportuno traer comunistas chilenos de la época de Allende para asesorar en la preparación de los festejos. Si Carrillo Iramain termina siendo ministro del Interior no me extrañaría que se arriara la bandera española y se la reemplazara por la de la hoz y el martillo, hoy tan desaparecida como la otra.

ODD

(Publicado en lanacion.com.py el 1 de junio de 2008)

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EL ESPÍRITU DEL BICENTENARIO

Queda poco más de nueve meses para el Bicentenario de la Independencia y una nebulosa de incertidumbre sigue rodeando a la Comisión Nacional encargada de organizar las celebraciones. Rumores de cambios y de reestructuraciones entorpecen las acciones y dificultan los preparativos.

Ya es muy poco el tiempo que falta para llegar a la histórica fecha y es imperioso que el Estado –los tres poderes integran oficialmente la citada Comisión– resuelva de una vez la continuidad o la sustitución de los responsables. De seguir este estado de cosas, la República recibirá un deslucido y pobre homenaje en el 2011.

Si bien la Comisión Nacional del Bicentenario es el organismo oficial creado específicamente para llevar adelante los festejos, es fundamental abrir las puertas a la iniciativa de ciudadanos interesados en contribuir con su participación y sus ideas a tan importante fecha. Los actos que se preparen para esos días o para todo el año entrante no pueden ser obra exclusiva de funcionarios o representar solo ciertos puntos de vista. Las recordaciones deben ser tan plurales y diversas como lo es la nación paraguaya. Todos los sectores sociales, las corrientes culturales, las manifestaciones artísticas habrán de estar presentes en los eventos. Por esa razón, lo más trascendental es diseñar y difundir adecuadamente los canales de participación de la ciudadanía en la concepción y realización de los diferentes actos, encuentros y manifestaciones públicas. Si los ciudadanos no se involucran activamente en el Bicentenario de nada valdrán costosos festivales, muestras artísticas o vistosos desfiles.

Los paraguayos y paraguayas deben apropiarse de esa histórica fecha, de su profundo significado y del compromiso patriótico que conlleva.

Ese es precisamente el espíritu amplio y de tolerancia que debe primar en la valoración de la gesta de mayo de 1811 y de los 200 años de vida independiente de nuestro país. Para bien o para mal, el Paraguay es obra y patrimonio de una sociedad diversa, que alberga en su seno grupos, intereses y pensamientos muchas veces contradictorios. La capacidad de abarcar el disenso y las diferencias y convertirlas incluso en una herramienta de crecimiento es el desafío de cara al futuro. El bicentenario plantea una suerte de pausa que es indispensable aprovechar para analizar de dónde hemos venido y hacia qué horizontes nos dirigimos como nación. Se trata de una fecha cargada de simbolismo que sirve de excusa para un debate del cual no debería estar excluido ningún paraguayo.

El Bicentenario no es pues algo que pueda tomarse a la ligera. Quienes tienen el deber de gestionar el marco institucional de las celebraciones deben contar con el pleno respaldo de las autoridades nacionales. Les espera una tarea extremadamente ardua, pero también muy satisfactoria. Dada la premura de tiempo y la magnitud de la misión, no puede admitirse que la suerte de quienes están en los principales cargos de la Comisión Nacional continúe pendiendo de un hilo, mientras trabajan sin las necesarias seguridades y garantías. Ya sea que se decida la permanencia de los actuales encargados o se opte por reemplazarlos, urge que se tome una resolución firme, sin medias tintas y de aplicación inmediata. Además, es preciso dotar de los fondos necesarios a la Comisión para que con tiempo suficiente pueda orientar los recursos de acuerdo a los distintos proyectos conmemorativos, muchos de los cuales están en plena fase de ejecución.

La nación aguarda una celebración que llene de orgullo a todos los paraguayos. Es obligación del Estado garantizar que así sea

(Publicado en lanacion.com.py el 3 de agosto 2010)