Argentina, Perón, el Nazismo y el Paraguay
Rafael Luis Franco (frarafael@gmail.com)
Como se sabe, el Dr. Juan Stefanich fue el principal ministro que tuvo el gobierno del Cnel. Rafael Franco (1936-1937), de principio a fin, y que fue el más criticado y atacado por liberales y comunistas de su tiempo; que luego del golpe de agosto de 1937 tuvo que esconderse porque querían asesinarlo y después marchar al exilio, exilio en el que terminó sus días en la capital porteña.
Aquel gobierno, entre otras cosas, fue acusado de pronazi o profascista (y muchos siguen sosteniéndolo), y qué mejor para saber si fue o no así que conocer el pensamiento de ese exministro, que se podría decir fue el alma intelectual y política de aquel gobierno al que el presidente Franco dio todo su apoyo, tanto dentro del gobierno como desde el exilio, porque hay que recordar que en 1951 estuvieron juntos para fundar el Partido Febrerista, único partido político fundado en el exilio. Así que resulta más que interesante conocer su opinión respecto a esta nefasta y totalitaria ideología para desentrañar si tal acusación tiene sentido o no.
Por otro lado, algunos, con intención artera o sin ella, se refieren al gobierno de Rafael Franco también de militarista; esto es fácil de desmentir al ver su gabinete, todos civiles y de profundo respeto por la Justicia, lo dijo el Dr. Pedro Samaniego, exjuez. También dicen que fue socialista o de tendencia marxista, también muy fácil de desmentir, ya que aquel gobierno con su reforma agraria produjo más de 10 mil nuevas familias PROPIETARIAS de la tierra, cosa que ningún gobierno socialista realiza, ya que su especialidad ideológica es pasar todo a manos del Estado; y vale recordar la proscripción que hizo del Partido Comunista.
Ahora, leamos lo que escribió, o describió como pintura de época, Juan Stefanich en su libro «El 23 de octubre de 1931», publicado en Bs. As., en 1959 (pp. 258-60), sobre el período argentino de Perón, la influencia nazi en la Argentina y su relación con el Paraguay (las mayúsculas son del original):
«El horizonte americano se había entenebrecido. No presagiaba nada tranquilizador. La sombra de Hitler y su ejemplo cobraban cuerpo en la Argentina. Un agudo IMPERIALISMO, de apetito continental, rebasaba de las prédicas difundidas desde una de las cátedras universitarias tradicionalmente más propicias al reinado de la paz, del derecho y de la justicia, alarmantemente concretadas en aquel plan militar de dominación continental que se hacía circular subrepticiamente como un objetivo argentino. El destino de las pequeñas naciones americanas, sobre todo el de las más próximas ─el Paraguay y el Uruguay─ entraban de nuevo en el cono de sombra de las amenazas habituales procedentes del estuario platense. El ejemplo alemán había echado raíces peligrosas en el Ejército argentino. El justicialismo surgió con fuerza como un movimiento popular de arraigo y la figura del general Perón se alzó en la Plaza de Mayo de Bs. As. como un gigante continental. Hubo como una trepidación geográfica en todas las fronteras de la Argentina. El plan entró en acción. Los tratados y las alianzas se pusieron matemáticamente en marcha. Chile, Bolivia, Uruguay, Paraguay y Brasil sintieron la penetración del pujante y audaz plan argentino. La unión aduanera y la unión política iban de brazo en pos de la absorción económica y la absorción política, que impondrían el ‘indisputable tutelaje argentino’ sobre el Continente.
El cauteloso Paraguay, tradicionalmente alerta, fue hábilmente seducido. El líder justicialista fue diestro y fino en su política de seducción paraguaya. Hizo dos viajes al efecto; el primero fue de observación y estudio, durante el cual se limitó a estudiar al Paraguay y a los paraguayos. Percibió en esa oportunidad la fibra sensible y el punto flaco paraguayos. Y recién en su segundo viaje se lanzó a fondo desplegando todos los recursos de una estrategia consumada: habló de HISTORIA, habló de corazón a corazón, del valor heroico de su Ejército, de la devolución de los trofeos de la guerra de 1865, regaló su espada en una emotiva reunión de jefes militares en los cuarteles paraguayos y proclamó como una aspiración y un honor el poder batirse al frente de una División paraguaya!.
Una emoción perlada de lágrimas cerró el acto. Perón había conquistado espiritualmente al Paraguay. La destreza de aquel hombre fuerte y sus agudas dotes de psicólogo, le habían abierto el camino de la conquista. Solamente DIOS podría salvar al Paraguay.
Y la verdad es que DIOS tuvo intervención y puso su mano en los acontecimientos que fijaron la suerte definitiva de aquella política militar argentina, tan fuerte y ardientemente conducida por el hombre singular y poderoso, cuya estatua iba a alzarse sobre el RÍO DE LA PLATA, mirando al Continente americano, desde una altura de ciento treinta y dos metros. [Algo parecido quisieron hacer en la URSS con Stalin, en vida del dictador].
Las bombas de la REVOLUCIÓN LIBERTADORA del 16 de setiembre de 1955 cambiaron las grandes rutas de los acontecimientos rioplatenses. El inmenso y omnímodo poder, tan cabal y completamente ajustado a todo el organismo de la nación argentina, se desplomó a tierra en forma inesperada y sorprendente.
Y en una mañana nublada, entre la fría llovizna que cubría la ciudad, el poderoso general Perón, líder continental como Hitler, se embarcaba sigilosamente en un cañonero paraguayo como asilado político, en busca de un camino hacia la expatriación.
Acababa de desmoronarse el más grande peligro para las pequeñas naciones del Plata. Las determinaciones imponderables del destino habían truncado un serio amago a la independencia de la Nación paraguaya y por imperio inescrutable de las circunstancias, el Paraguay acogía bajo su protección al peligroso amigo que tan diestramente pulsó su corazón.
Toda América se sintió transportada de júbilo con la solución del ‘caso Perón’ y el Río de la Plata se conmovió de un extremo al otro al ritmo de los cantos y de los himnos de la liberación argentina. Una especie de luna de miel de la libertad encendía de gloria y entusiasmo al Uruguay y a la Argentina.
Al Paraguay le tocó cumplir en esa hora el lado áspero y dramático de la situación, como ha ocurrido siempre en su historia. Mientras se aclamaba la victoria de la libertad y de la democracia en las dos naciones, la nación paraguaya debía cumplir el otro polo de la democracia y de la libertad, amparando con su bandera el derecho de asilo y la vida del perseguido político.
Nunca fue el Paraguay tan grande como aquel día. Su pabellón de tres colores en lo alto del mástil del solitario y pequeño cañonero, nerviosamente rodeado por toda la escuadra argentina de río, con sus poderosos cañones apuntando a la pequeña nave paraguaya y dispuesta a hundirla a la primera señal.
Así fue siempre el Paraguay histórico. Defensor del derecho y protector de los perseguidos. La valiente protección diplomática prestada entonces al general Perón, salvándole de las iras de sus compatriotas, no lo fue, desde luego, al conquistador frustrado, sino al argentino amigo, al político caído y al perseguido en una hora de adversidad política y de desgracia.
Así fue el Paraguay en todos los tiempos.”
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Hasta aquí lo escrito por Stefanich, y convengamos que, después de leerlo, no se puede seguir sosteniendo el mote de nazi o fascista con que aviesamente etiquetan al gobierno de Rafael Franco, y tampoco, como expreso más arriba, los de socialista, comunista o militarista.
También es más que evidente la conexión ideológica que hay entre nazismo-fascismo y socialismo, que no son ideologías antagónicas como nos quieren hacer ver, sino todo lo contrario. Y un detalle más, es inevitable de comparar aquellos dos primeros gobiernos Justicialistas, y a Perón mismo, con el proceso actual de Venezuela, con Chávez y Maduro, solo que los venezolanos no tienen la suerte, hasta la fecha, que tuvieron los argentinos en 1955.
Y la pregunta final, que queda latente, porque si aquel gobierno que surgió el 17-2-1936 no fue ni pronazi, ni militarista, ni fascista, ni socialista y menos comunista, entonces ¿qué fue?
A mi modo de ver, por las obras realizadas; por la reivindicación de nuestros próceres, que fueron vilmente calumniados a lo largo de la historia de posguerra; por la defensa irreductible de nuestros derechos sobre el Chaco; por la apertura a la inmigración; por la defensa de los derechos de los trabajadores sin menoscabo de la empresa privada; porque se eligió a los mejores hombres del momento para la conducción del gobierno; por su ejemplar reforma agraria que alentó la producción y por la honestidad de su proceder; entre muchos otros valores a destacar; entonces la respuesta es que aquel fue un Gobierno medularmente paraguayo, con ideas profundamente democráticas que reató el secular hilo soberano y de progreso histórico truncado en 1870.
Y si ese Gobierno no logró el retorno a la normalidad Constitucional no fue porque no estaba en sus planes hacerlo; el retorno a la vida democrática no se logró porque la miseria mental, corrupción y codicia de nuestros políticos de entonces, no lo permitieron; políticos con la misma mentalidad de aquellos que formaron la Asociación Legionaria, que antes que no tener el poder preferían arrasar el Paraguay o entregar su soberanía a otra Nación.